El pasado colonial y esclavista de Portugal se ha colado en los
festejos de este 50 aniversario después de que el presidente Rebelo de
Sousa se mostrara partidario sobre que el Estado resarciera
de alguna forma aquel episodio.
Estas palabras no han sido pasadas por
alto por los partidos más conservadores, entre ellos la ultraderecha de
Chega, cuyo líder, André Ventura, ha acusado a Rebelo de Sousa de «traicionar»
al país. «Ha sido elegido por los portugueses, no por los guineanos, o
los timorenses, es a los portugueses a quien debe respeto», ha dicho.
El líder de los socialistas portugueses, Pedro Nuno Santos, se ha
dirigido a la Asamblea para expresar que con el 25 de Abril «los
portugueses se agarraron a una idea de país» que todavía está por
acabar, alertando de que no será a base de «populismos» y «liberalismo»
como se solucionen los problemas.
El liberalismo, ha dicho, «se alimenta
de un individualismo egoísta y sólo garantiza la libertad de una
minoría», y ha defendido la necesidad de poner en práctica políticas fiscales justas
para dar respuesta a las necesidades sociales de los portugueses a fin
de lograr «mayor libertad a las mayorías».
Santos también ha criticado a
aquellos partidos que utilizan la inmigración como
«arma política para promover odio y división» y ha pedido al primer
ministro, Luís Montenegro, que reconozca los «desafíos» de estas nuevas
realidades y abandone los «eslóganes vacíos de puertas cerradas» de la
ultraderecha.
Por parte del Gobierno, ha sido la diputada Ana Gabriela Cabilha, una
de las más jóvenes de la Asamblea, la encargada de tomar la palabra,
coincidiendo también con Santos en que aquella revolución de abril es
«continúa y está sin terminar».
Reconociendo la obligación de la clase
política en dar voz a las demandas legítimas del pueblo, Cabilha ha
alertado del problema de los «extremismos», capaces de
dividir a los dirigentes y a la sociedad y ha pedido tener especial
atención a fenómenos como el «revisionismo histórico de carácter
soviético» que se pretende, según ella, aplicar a este reciente pasado
de Portugal, o las «vacantes 'wok'» y la «nueva censura de lo
políticamente correcto».
Tras la intervención de Rebelo de Sousa han
sonado los acordes del himno nacional, para después los diputados de la
izquierda arrancarse a cantar 'Grandola Vila Morena', del cantautor José
Afonso 'Zeca', utilizada por las Fuerzas Armadas para iniciar la
Revolución de los Claves. Los festejos continuaron con un desfile en la
Avenida da Liberdade de Lisboa.
La columna de vehículos militares que recorrió
Lisboa el 25 de abril de 1974 y provocó la caída de la dictadura
salazarista repitió este jueves el mismo trayecto para rememorar el 50º
aniversario de esa hazaña, en esta ocasión en un ambiente festivo y
rodeada por miles de personas.
La caravana estaba compuesta por quince
automóviles conducidos por los propios 'capitanes de abril'
-como se llamó a los militares que se sublevaron-, e incluía modelos
como los blindados Panhard EBR, Panhard AML, Humber MKIV y Chaimite
V200, así como vehículos de transporte de tropas, un todoterreno y una
ambulancia, entre otros.
Como parte de la recreación, los soldados
partieron anoche de la localidad de Santarém (unos 80 kilómetros al
norte de Lisboa) en dirección a la capital y llegaron hoy sobre las
10.00 hora local (9.00 hora GMT) a la céntrica Praça do Comércio.
Allí participaron primero en una ceremonia militar
presidida por el jefe de Estado luso, Marcelo Rebelo de Sousa, y se
quedaron después en el lugar para interactuar durante varias horas con
las miles de personas presentes en la plaza, muchas de ellas con
claveles, en alusión a las flores que colocaron los militares en el
cañón de sus fusiles el 25 de abril de 1974.
Así, los blindados,
todoterrenos y camiones que cargaron a soldados durante tantos años
pasaron a ser comandados por niños, padres y abuelos, que hacían largas colas para subirse.
Abundaban las cámaras fotográficas y los teléfonos, todas apuntando a
los vehículos para inmortalizar el momento.
También fueron protagonistas
los cerca de 100 'capitanes de abril' que estuvieron este jueves en la
Praça do Comércio y que pudieron charlar con la población sobre aquel
histórico día, al tiempo que recibían constantes aplausos.
Entre las miles de personas del público se encontraba Hugo Barreiros,
de 66 años, que llevó a sus nietos a esta recreación para explicarles
la historia de Portugal y para que pudieran subirse a algunos de los
automóviles, que él mismo llegó a usar durante su formación militar
cuando era joven.
«Yo también hice mi formación militar con algunos de
ellos (los vehículos). Es recordar el pasado», aseguró. A pocos metros de distancia, estaban Mariana y Daniela Ruivo,
de 13 y 14 años, respectivamente, que se acercaron con su familia con
la esperanza de subirse a ellos.
«Me gustó, fue guay», afirmó Daniela,
quien lamentó no haber logrado entrar en ninguno de los vehículos por
llegar demasiado tarde. En esta festividad portuguesa no solo se
escuchaba la lengua de Camões, ya que muchos asistentes eran extranjeros
que se quisieron sumar a las festividades.
Fácilmente identificables
por la bandera española republicana que portaban, un grupo de cerca de
una decena de personas liderado por Rosa Cordeiro,
luso-descendiente y residente en Madrid, charlaba animadamente. «Mi padre
era de aquí. Tengo cierta conexión con Portugal y quise invitar a
amigos de Madrid para que vinieran también a vivir este día importante
en Portugal, y nos ha encantado», dijo.
El grupo, que se encuentra en el país específicamente para celebrar
el 50º aniversario de la revolución lusa, planea participar en el mayor
número de actos conmemorativos del 50º aniversario de la revolución en
los cinco días.
«Miramos con mucha envidia estas celebraciones que se
hacen en Portugal», añadió Cordeiro, quien defendió que España, que
salió de la dictadura del militar Francisco Franco en 1975, también
debería organizar celebraciones populares a gran escala para recordar la
llegada de su democracia.
Sobre el mediodía, los vehículos volvieron a
ponerse en movimiento, esta vez hacia el Quartel do Carmo
(también en la capital), donde hace 50 años se refugió el jefe de la
dictadura, Marcelo Caetano, que acabó rindiéndose ese mismo día.