sábado, 21 de julio de 2007

La apertura de "Ikea" en Málaga coincide con una campaña que destapa sus miserias

MÁLAGA.- Ikea explota brutalmente a trabajadores en países asiáticos, a través de subcontratas, según Intermon Oxfam. Ikea ha sido finalista al premio ”Empresa más irresponsable del año” en el Foro Social de Davos. Ecologistas en Acción rechaza sus productos de baja calidad y su insostenibilidad, según la revista digital "El Observador".

Para optar a una paga de menos de mil euros por 40 horas semanales en la nueva tienda que abrirá en Málaga, (salario habitual en el sector de la gran distribución), la multinacional realiza en unas instalaciones municipales un test de selección de personal en el que hace 78 preguntas, entre ellas: “Cuándo trabajas bajo una situación de estrés, ¿eras capaz de controlar tus nervios?; Si un compañero te pide ayuda, ¿te niegas porque prefieres hacer lo tuyo?; ¿Estás de acuerdo en que la iluminación influye en la decoración de una terraza” .

Paralelamente, en la otra cara del mundo, la obrera india Manjula, explica en un estudio de Intermón Oxfam que gana 2.360 rupias al mes (41,4 euros) haciendo productos que luego venderá Ikea. Uno de los autores de este informe, el belga Jean Marc Caudron, explica que cuando Manjula muestra el recibo de sueldo de octubre de 2005, se ve que esta suma representa el monto bruto, del cual hay que descontar dos seguros sociales y un seguro de vida. Las 2.360 rupias iniciales se reducen a 1.818 rupias (31,8 euros). Aún trabajando seis días a la semana, roza el umbral de la extrema pobreza.

El profesor Maniemegalai Vijayabaskar otro de los autores del estudio, precisa que es habitual que los obreros “trabajen doce horas por día, sin contar el tiempo de ir y venir. Durante los picos de producción, pueden trabajar hasta 15 horas diarias”.

Los productos de Ikea son pensados, diseñados y publicitados en países de la Europa ‘primermundista’ como Suecia o Gran Bretaña. La elaboración de los productos depende de fábricas subcontratadas en economías subdesarrolladas: Vietnam, India, Bangladesh, Pakistán y algunos de los países del Este como Polonia o Rumanía. La multinacional distribuye su mercancía a través de más de dos centenares de tiendas radicadas en 36 países, desde España a Arabia Saudí.

Cada vez que se produce una venta en alguno de estos establecimientos se cierra un proceso, el de la venta, que pone fin al viaje del producto, y se abre otro proceso, el financiero, a través del cual el dinero obtenido viaja a Holanda y a los paraísos fiscales de las Antillas saltando por el entramado de sociedades y fundaciones armadas y dominadas por la familia Kanprad, dueña de la compañía. A este fenómeno internacional por el que unos piensan, otros fabrican y los terceros financian se le ha venido llamando globalización.

Ikea es una de las empresas que mejor expresa estas contradicciones. No porque sea la única que lleva a cabo estas prácticas, sino porque por su descomunal tamaño las hace más evidentes y porque su aparato de comunicación ha conseguido que una de las compañías más criticadas, estudiadas y censuradas sea a la vez una de las que mejor prensa tiene.

Por ejemplo. Ikea fue nominada al premio ‘Ojo Crítico’ que el Foro Social de Davos concede cada año a la compañía que se ha distinguido por “su comportamiento más irresponsable”. En su caso tal honor se debió a que “utiliza todos los medios legales para evadir impuestos”, según el jurado.

Cuando esta noticia comenzó a circular por la Red otra información vino a contrarrestarla: “Ikea, entre las empresas más éticas del mundo” afirmaba una nota que tuvo amplia repercusión y que citaba a la revista estadounidense Ethisphere como fuente. Esta publicación que está dirigida a directivos de grandes sociedades incluía en su estudio de compañías “más éticas” a Mac Donalds, Starbucks, Nike, la petrolera Shell y la farmacéutica Novartis (que mantiene un largo pleito contra una ley india que permite la fabricación de medicamentos genéricos más baratos).

“Resulta curioso ver cómo Ikea consigue mantener una imagen de respeto por el medio ambiente, a pesar de que es un ejemplo perfecto de deslocalización de la producción, con todos los costes energéticos, y por tanto ambientales que esto lleva asociado. Una empresa que sitúa sus tiendas a las afueras de las ciudades, lo que obliga a un determinado modelo de transporte, el coche, uno de los principales agentes causantes del cambio climático.

Y es, además, un ejemplo característico de empresa que vende productos de muy corta duración, de usar y tirar, ya que la mala calidad de los muebles (debida a los materiales que usan para producirlos), y que son de temporada (se pasan de moda), hace que haya que redecorar (por lo tanto tirar, generar residuos, volver a producir, comprar) cada poco tiempo”, explica María González de Ecologistas en Acción.

Pese a ello, la llegada de Ikea a ciertas ciudades españolas (Murcia, Málaga...) se celebra como un logro político. Málaga no ha sido una excepción. La tienda que abrirá a orillas del Guadalhorce ha contado con el apoyo incondicional del Ayuntamiento, que no solo ha puesto a disposición de la multinacional medios digitales, locales y funcionarios para facilitar la selección del personal de base del establecimiento, sino que además, Ikea ha conseguido que la Gerencia de Urbanismo del consistorio anticipe la inversión que corresponde al ministerio de Fomento -más de tres millones de euros- para construir la carretera que facilitará el acceso a las instalaciones de la tienda.

El accidente laboral de un obrero portugués durante la edificación o el que las obras del edificio se hayan surtido de una planta de áridos ilegal han sido detalles que han pasado de puntillas por los medios de comunicación.

Tampoco se ha publicitado mucho que la Justicia alemana abrió una investigación a Ikea en 2005 y arrestó a dos de sus directivos por supuestos sobornos. Se les acusaba de cobrar entre 600.000 y 700.000 euros a cambio de la adjudicación de obras. Al menos uno de ellos aceptó en parte su culpabilidad.

En España, como método de implantación, Ikea tiene por costumbre invitar a un viaje con todos los gastos pagados a Suecia a título personal a representantes municipales de diversos ámbitos de las ciudades donde proyecta instalarse, “tales son los casos de Baracaldo, Murcia, Asturias, Jerez y Málaga”, según ha informado www.lavozdigital.com de Jerez. Escapadas que nunca entran en la agenda oficial de los políticos.

La clave del modelo de Ikea radica en los precios, en ofrecer muebles ‘de diseño’ más baratos que sus competidores. Para lograrlo, en palabras del fundador de la empresa, Ingvar Kanprad “no deberá ahorrarse ningún esfuerzo, estos bajos precios, siempre justificados, imponen pues enormes exigencias a todos nuestros colaboradores".

La estrategia de abaratar los costes quedó en entredicho cuando a mediados de los años 90 la televisión sueca sacó a la luz ‘La tienda de los horrores’, reportaje en el que quedaba patente que en las fábricas de las que se nutre Ikea en Vietnam, Pakistán, India o Filipinas se explotaba a niños en condiciones infrahumanas. ONGs y asociaciones cristianas se movilizaron y empezaron a organizar un boicot, pero el gigante sueco reaccionó con rapidez y se sacó de la manga el llamado IWAY, un código ético de conducta de obligado cumplimiento para sus proveedores.

Al mismo tiempo multiplicó los mensajes publicitarios que incidían en que era una empresa respetuosa con los derechos humanos y el medio ambiente. Hasta tal punto que responsables de UNICEF, como el director de la organización en Alemania, Dietrich Garlich, mostró públicamente su desacuerdo ante el uso y abuso que la empresa hace de esta colaboración: “Sí, Ikea financia proyectos de UNICEF. Pero eso no significa automáticamente que ya no haya más niños trabajando en la fabricación de productos Ikea

Una afirmación que cobra relevancia apenas una década después de que se destaparan las condiciones de trabajo que impone Ikea a sus suministradores en el Tercer Mundo. Esta vez ha sido la organización humanitaria Intermon Oxfam la que desde su sede en Bélgica ha lanzado la campaña ‘Desmontando a Ikea’ fruto de una larga investigación sobre las prácticas de la multinacional en el sudeste asiático -India, Bangladesh y Vietnam- en la que se comprobó el grado de cumplimiento del tan publicitado IWAY.

Uno de los autores del informe, Jean Marc Caudron, explica que “el salario medio es de dos dólares al día, incluso menos –menos de lo que Naciones Unidas señala como el umbral de la pobreza– por unos turnos de entre 80 y 90 horas semanales. A pesar de que según el código ético de Ikea el turno máximo es de 60 horas semanales, se incumple sistemáticamente”. Más aún, los sindicatos sin estar prohibidos, no existen, “y los líderes que han intentado montar una mínima organización para defender los derechos de los trabajadores han denunciado ser objeto de amenazas por los patrones”.

El estudio también da cuenta de que se permite el trabajo infantil, aunque los niños se esconden si vienen inspectores. En resumen, “Los resultados claramente enseñan que un porcentaje de los productos de Ikea están suministrados por compañías que violan los derechos humanos y de los trabajadores, incumpliendo el propio código de conducta de Ikea. En el caso de Bangladesh, todas las fábricas estudiadas lo incumplen a gran escala”, concluye.

Ikea tiene unas 1.600 fábricas subcontratadas para fabricar sus productos. Sus directivos se niegan a dar el listado completo alegando secreto profesional. El cumplimiento del código IWAY se supervisa por las centrales de compra de la compañía en el 93% de las ocasiones. Su fundador, Ingvar Kanprad, está considerado el hombre más rico del planeta.

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