martes, 17 de julio de 2007

Primer análisis de coyuntura económica 2007 elaborado por el Instituto de Estudios Económicos

El Instituto de Estudios Económico ha presentado su primer informe de coyuntura correspondiente al ejercicio 2007, elaborado a partir de las conclusiones obtenidas en una reunión en la que han participado destacados economistas del sector privado y de la Universidad.

Según se apunta en el mismo, la economía mundial mantiene su solidez por cuarto ejercicio consecutivo. La reactivación europea, que está demostrando mayor consistencia de lo que se esperaba, junto con la de Japón, ha permitido contrarrestar la desaceleración de Estados Unidos. La inflación se moverá, a ambos lados del Atlántico, dentro de los márgenes aceptables, pero aún persisten importantes riesgos al alza, especialmente en la zona euro, por lo que se espera que la autoridad monetaria europea vuelva a subir los tipos.

El tope se situará por encima del que se estimaba cuando comenzó la fase de recuperación económica, por lo que podría alcanzar el 4,5%, debido a que el crecimiento de la economía comunitaria, sin ser espectacular, está siendo más intenso y duradero de lo que se preveía. En Estados Unidos lo más probable es que el próximo movimiento de tipos sea a la baja, pero, en cualquier caso, no antes del próximo año.

Cambio de ciclo

En lo que respecta a la economía española, según las previsiones del IEE, este año, el PIB podría avanzar a una tasa del 3,7%, con una desaceleración en todos los componentes de la demanda. Se detecta una importante pérdida de dinamismo en algunas variables, como el consumo, la inversión, el empleo y la actividad en los servicios, mientras que en la industria, sector que se encuentra en una posición cíclica de mayor fortaleza, si no una desaceleración, sí se percibe, al menos, una estabilización en el ritmo de crecimiento, que ha frenado su trayectoria ascendente del último año y medio.

Mientras tanto, el sector inmobiliario sigue perdiendo impulso y se puede decir que nos encontramos ante un cambio de ciclo. Esta situación se pone de manifiesto, por una parte, por el ritmo más moderado, y a la baja, de crecimiento del precio medio de la vivienda (un 7,2% en el primer trimestre del año, cuando un año antes estaba creciendo por encima del 10%), y, por otra, por el descenso en el número de hipotecas constituidas, así como la importante desaceleración del crédito a los hogares para adquisición de viviendas.

Sin embargo, el sector de la construcción no va a acusar los efectos del final del ciclo inmobiliario hasta 2008 o incluso 2009, ya que reacciona con mucho retardo e inercia a los cambios en las condiciones del mercado.

Desaceleración del déficit exterior y de la inflación

En lo que respecta a los principales desequilibrios que arrastra nuestra economía, déficit exterior e inflación, hay que destacar que el déficit exterior aumentará este año hasta el 9% sobre el PIB, según las previsiones del IEE, aunque se mantiene la tendencia iniciada hace varios trimestres hacia la desaceleración de su crecimiento. El desajuste exterior tiene su origen en la confluencia de dos factores: por un lado, una tasa de ahorro muy reducida, derivada de un crecimiento muy acelerado del consumo privado a lo largo del actual ciclo expansivo, y por otro, un notable incremento de la inversión, en especial de la residencial, aunque, más recientemente, también la de bienes de equipo.

Cabe esperar que estos factores mitiguen su impacto en el futuro, puesto que, por una parte, la tasa de ahorro está en mínimos, y no existe apenas margen para que se reduzca más, lo que unido al encarecimiento del dinero y al elevado endeudamiento, hará que el consumo tienda a desacelerarse.

Con respecto a otra de las variables que resta competitividad a nuestra economía, la inflación, hay que destacar que sus indicadores se han mostrado bastante contenidos a causa, en gran medida, por el mejor comportamiento del precio del petróleo en los últimos meses. Sin embargo, cabe esperar, un repunte inflacionista en la segunda mitad del año. Teniendo en cuenta este escenario, las previsiones del IEE apuntan a que se situará en 2007 en el 2,5%.

Reformas pendientes

La economía española está disfrutando durante este ejercicio de otro periodo de expansión, aunque los desequilibrios acumulados y los efectos restrictivos de la política monetaria sobre la demanda interna ya nos están pasando factura. Por ello, la política económica adecuada debería promover la contención del gasto, sobre todo el corriente, para tener margen de maniobra de la política fiscal.

En consecuencia, sería necesario un superávit de, al menos, el 3% sobre el PIB para que el mix de políticas de regulación de la demanda fuera más neutral y, así, compensar los efectos del ciclo.

La sostenibilidad de la estabilidad presupuestaria obliga a una reforma urgente del sistema de pensiones. A pesar de los cambios demográficos que está produciendo el fenómeno de la inmigración en relación con las tasas de natalidad y a la población activa, la sostenibilidad de las arcas públicas sigue en entredicho. Una buena solución es la propuesta plasmada en el Pacto de Toledo de apostar por el retraso de la edad de jubilación y la prolongación de la vida activa.

Por su parte, los efectos de la reforma fiscal, que entró en vigor en enero, ya son perceptibles y nos permiten hacer un balance de la primera mitad del año. Durante el primer trimestre de 2007 la recaudación sólo se ha reducido en 600 millones de euros, lo que confirma que la bajada de impuestos no era de la magnitud que se nos anunció, como consecuencia de la subida del gravamen al capital. No debemos olvidar que la situación actual de nuestro ciclo requiere de mayor ahorro de las familias para solventar los desequilibrios y mantener el crecimiento, por lo que se debería reducir la fiscalidad del ahorro al 15%.

En este contexto, España necesita una importante reforma del mercado laboral. Es obligado reducir los altos costes de despido que encarecen la contratación y que segmentan e insensibilizan la coyuntura del mercado laboral. Las cotizaciones sociales que gravan al factor trabajo deberían rebajarse para facilitar el empleo, incluso si las necesidades presupuestarias así lo obligaran, incrementando, a cambio, la imposición directa cuyo efecto es menos distorsionante para las decisiones de los agentes y más neutral en relación con la competitividad exterior.

Con respecto a la inmigración hay que destacar su contribución positiva al crecimiento económico español en los últimos diez años. En primer lugar, ha proporcionado flexibilidad al mercado laboral, por la aportación de mano de obra a sectores clave como la construcción y los servicios, a la vez que ha producido efectos de arrastre en otras actividades y facilitado la contención de los salarios. En consecuencia, es latente el shock de oferta que se ha producido y que ha actuado como una reforma laboral encubierta. En segundo lugar, el shock positivo de demanda lo encontramos en el aumento de la población española, que conlleva la ampliación de los mercados y el incremento del consumo, favoreciendo, en última instancia, el crecimiento económico y el empleo.

Incertidumbre para los inversores internacionales

La alarma económica y social provocada dentro y fuera de nuestras fronteras por los escándalos acontecidos en determinadas instituciones, como la CNMV, aumentan la prima de riesgo del país que los inversores internacionales exigen por apostar por España, fenómeno especialmente preocupante cuando tenemos un persistente déficit exterior que ha de financiarse con capitales foráneos. El poder político debe limitarse, exclusivamente, a nombrar los cargos entre personas de reconocido prestigio a las que se les debe exigir, además, total independencia de criterio en sus actuaciones, ya que, de lo contrario, estos organismos dejan de cumplir la función que justifica su existencia, con el consiguiente descrédito y distorsión en los mercados en los que tienen establecidos sus competencias, esto es, lo que se ha denominado “riesgo regulatorio”.

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