sábado, 11 de agosto de 2007

Europa paga la crisis hipotecaria / Editorial de "ABC"

La crisis hipotecaria global, aunque originada y localizada en Estados Unidos, está servida y contagia a todos los mercados financieros que adoptan medidas preventivas y colocan las cotizaciones en retroceso. No se trata de una mera amenaza o de una hipótesis razonable. Estamos ya ante una realidad que requiere respuestas inmediatas y graduales de los Bancos Centrales y también del propio sector financiero, que es el más afectado y el protagonista principal del caso. Los primeros síntomas de la crisis se dejaron sentir semanas atrás, cuando varias entidades financieras especializadas en hipotecas de alto riesgo se acogieron al amparo de la suspensión de pagos o entraron en una fase de liquidación, incapaces de seguir gestionando su negocio. Como «efecto dominó», algunos fondos de inversión de bancos de negocios norteamericanos y europeos que, atraídos por su sustanciosa rentabilidad, financiaron a esas compañías hipotecarias o asumieron en sus carteras títulos de ellas, reconocieron pérdidas y, en algunos casos, dificultades para cotizar y responder a los inversores por la integridad de su inversión. Varios bancos europeos y americanos han reconocido esas pérdidas y el más expuesto ha pedido ayudas para reestructurar su cartera y negocio.

La propagación del fenómeno, que puede extenderse como los incendios en verano, tiende a poner en guardia al sistema financiero y a endurecer inmediatamente las condiciones de financiación. Pero lo primero es estimar la extensión de la crisis y valorar su profundidad. La Reserva Federal norteamericana apuntó recientemente que el monto de las hipotecas de alto riesgo supera los 100.000 millones euros, en torno al 15 por ciento del total de la financiación hipotecaria en curso, y que la morosidad de ese sector puede alcanzar hasta el 20 por ciento. Y es lógico presumir que esos créditos están refinanciados en buena parte del sistema financiero mundial conforme al elemental principio de diversificación de riesgos. No son cifras ni mucho menos anecdóticas. Sin duda, se ha abierto un escenario de incertidumbre y de previsibles huidas de los inversores hacia zonas de bajo riesgo. Para prevenir que esa huida del riesgo provoque metástasis en el sistema, las autoridades monetarias han reaccionado garantizando liquidez -por ejemplo, el BCE, en dos días ha inyectado más de 150.000 millones de euros- con objeto de impedir una subida desmesurada y desalentadora de los tipos de interés a corto plazo, tal y como se empezó a notar en los mercados esta semana, culminada ayer con un severo desplome de las Bolsas europeas. Garantizando la liquidez del sistema se colocan cortafuegos para que los activos dudosos o dañados no contagien a los activos sólidos. Y sustentado el sistema global, para lo cual la liquidez es un requisito necesario -aunque no suficiente-, se busca ganar tiempo para actuar con serenidad, para evaluar el fondo real de la crisis y conocer a cuántos y quiénes afecta.

A las autoridades monetarias compete garantizar el funcionamiento del sistema, difundir información solvente sobre la naturaleza y alcance de la crisis, y exigir a los acreedores comprometidos que hagan frente a sus compromisos, incluso ayudándoles para ello. Las autoridades han salido al paso de un encarecimiento del crédito y, sobre todo, de un colapso del mismo. Tratan de evitar que unos pocos contaminen al conjunto, incluidos los activos sanos y solventes. Afortunadamente, contamos con experiencias exitosas en la gestión de este tipo de crisis financieras globales tras los casos del impago de Rusia y el derrumbe de las divisas del sureste asiático, ocurridos hace una década, y que pusieron a prueba la solidez del sistema y las habilidades de los Bancos Centrales. En aquellos casos también se produjo una drástica caída de los precios bursátiles, pero en pocos días volvió la serenidad. Por eso, también ahora es necesario reconocer que aunque la crisis puede ser profunda, es susceptible de ser gestionada con eficacia y aminorar sus efectos.

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