viernes, 31 de agosto de 2007

La dictadura centralbanquista global / Alfredo Jalife-Rahme


Hoy quienes verdaderamente controlan el “Estado”, el “mercado” y los multimedia del capitalismo lúdico imperante en el G-7 son los gobernadores de sus bancos centrales “autónomos”: la nueva tiranía posmoderna que beneficia exclusivamente a una parasitaria plutocracia neofeudal.

En el posmoderno capitalismo monetarista centralbanquista del G-7, los ineptos, contra todas las leyes darwinianas de la evolución de las especies, son doblemente estimulados y rescatados por los bancos centrales “autónomos” que han instaurado una verdadera dictadura global contra natura.

Anuj Gangahar y Peter Smith, de The Financial Times (17/08/07), develan que los llamados quants, es decir, la denominación abreviada de quantitative hedge funds, “usan las computadoras para operar compraventas basadas en modelos matemáticos y representan la cuarta parte del total del capital de los hedge funds (fondos de cobertura de riesgos), que “fallaron (sic) en lidiar (sic) con la elevada volatilidad del mercado”. Agregan que la calificadora Moody’s sentenció que la “sequía crediticia global podría tornarse muy seria y desencadenar el colapso (¡sic!) de los hedge funds”.

Ahora resulta que el estallido de la “burbuja Greenspan” global se debió a “fallas” de las ecuaciones con las que los especuladores alimentan a las computadoras que ordenan las transacciones bursátiles y cuyos “accidentes” ocurren una vez cada 10 mil años, según sus teóricos impúdicos. Lo mismo expresaban los constructores del Titanic, pues ya van dos veces en nueve años que fallan las “infalibles” ecuaciones matemáticas financieras: en 1998 fracasó la fórmula Morton-Black-Scholes, que desembocó en la insolvencia de LTCM (rescatada por Greenspan, entonces gobernador de la Reserva Federal) y ahora vuelven a naufragar los modelos matemáticos automatizados, que son prácticamente perfectos, pero sufren de una suprema carencia: no contabilizan las emociones de los apostadores, quienes sufrieron una crisis de pánico con el estallido de la “burbuja Greenspan” global, que inició su desinflamiento físico crónico, el cual durará algunos años.

El lúdico capitalismo monetarista centralbanquista del G-7 pretendió robotizar lo que hemos denominado su “sicosis funcional” y se olvidó, entre todas las variables de sus ecuaciones vesánicas y mesiánicas, de la primordial constante ineludible: las emociones de los seres todavía humanos. Se asienta una vez más el axioma humanista de todos los tiempos: el ser humano se encuentra por encima de los “mercados”.

La plutocracia globalista neofeudal, que ha socavado y participado en la demolición de las estructuras del Estado, es ahora rescatada en forma absurda por el mismo Estado emasculado mediante las reservas de los bancos centrales “autónomos” del G-7, finalmente con recursos públicos: con inyecciones masivas de liquidez que premian la especulación demencial de los “instrumentos financieros exóticos”.

¿Dónde quedó el inexistente “libre mercado”, que ni es “libre” ni es “mercado”, sino un vulgar casino de apuestas fomentado por los bancos centrales del G-7? ¿Dónde queda, pues, la “destructividad creativa” del capitalismo autocorrectivo y retroalimentable que debe castigar a los ineptos, según el teorema de Schumpeter?

En aras de la dizque “eficiencia del mercado”, la vesania monetarista centralbanquista puede cerrar sin compunción centenas de hospitales, descuidar la infraestructura esencial y podar los ahorros y fondos de pensiones de los ciudadanos comunes que afectan las vidas de millones de seres humanos en el planeta, mientras rescata a un puñado de banqueros especuladores. ¡Tal es la “eficiencia” manipulada del mercado plutocrático, alentado por el centralbanquismo del G-7!

No perdemos nuestro tiempo con el resto de los bancos centrales “autónomos” de los “mercados” (no países) “emergentes/detergentes”, como el Banco de México, que simplemente se confina a recibir órdenes de la Reserva Federal.

Lo real es que las llamadas financiarization y securitization, que forman parte sustancial de la jerigonza de las finanzas anglosajonas con la que controlan al mundo del dinero, condensan la especulación demencial y el agiotismo vil que estrangulan los intercambios saludables de los bienes y servicios de la economía real.

Larry Elliot, editor de la sección económica de The Guardian (16/8/07), reclama “domar las finanzas” que “mezclaron tóxicamente temeridad y concupiscencia”. Bernard Connolly, de The Daily Telegraph (20/8/07) fustiga demasiado tarde al “monopolio de las tres agencias calificadoras”: las hilarantes Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch.

Ahora que la “tormenta perfecta” financiera alcanzó a EE.UU., en similitud a las falsas contriciones de Joseph Stiglitz —anterior vicedirector del Banco Mundial y jefe de consultores económicos de Clinton durante el paroxismo de la globalización financiera, quien, incluso, fue galardonado con un premio Nobel de Economía (para lo que sirven)—, Robert Reich, anterior secretario del Trabajo en el primer gobierno clintoniano, reclama a destiempo “frenar el casino de los hedge funds”.

Reich afirma correctamente que “comúnmente (sic) los bancos centrales no deben rescatar a los especuladores”, lo que “invita a mayor locura (sic) la próxima vez”, cuando los “inversionistas ya han sido eyectados con los petardos de su propia locura” (The Sunday Times, 19/8/07). Arremete contra las agencias calificadoras, que de nueva cuenta son colocadas en la picota debido a su flagrante colusión con los bancos y los especualdores, y expone el secreto esotérico de cómo operan los hedge funds, lo cual “ha sacudido la credibilidad del sistema financiero entero” y puede empujar a EE.UU. a una recesión.

A su juicio, el “desorden ocurrió porque nadie estaba vigilando” y sugiere que los “hedge funds sean más transparentes”. Aquí ya nos metimos en problemas: Reich, clintoniano al fin y al cabo como Stiglitz, mitiga el daño doloroso del sistema financiero especulativo, pero no trata las raíces de su patología, que debería abolir de tajo los paraísos fiscales (off-shore), la antidemocrática “contabilidad invisible” (off-balance-sheet), la nefaria desregulación (ausencia absoluta de supervisión estatal) y la “autonomía” de los bancos centrales del G-7, convertidos en entidades supraestatales controladas por la parasitaria plutocracia neofeudal global. Es decir, estaríamos aboliendo mediante una cirugía cerebral selectiva el tumor maligno de la globalización financiera centralbanquista, mientras se mantiene y preserva la globalización económica, que posee sus propias reglas de juego más racionales, así como la globalización energética.

Queda asentado, una vez más, que en el modelo de la desregulada globalización financiera plutocrática neofeudal, la insignificante clase política, grotescamente perpleja y ausente, se encuentra reducida a una triste función de notaría pública. Hoy quienes verdaderamente controlan el “Estado”, el “mercado” y los multimedia del capitalismo lúdico imperante en el G-7 son los gobernadores de sus bancos centrales “autónomos”: la nueva tiranía posmoderna que beneficia exclusivamente a una parasitaria plutocracia neofeudal. ¿Cómo vamos a responder los ciudadanos del mundo ante tal afrenta global?

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