jueves, 13 de septiembre de 2007

Los tontos y los inocentes / Miguel Rodríguez

A estas alturas de la película nadie duda de que la Reserva Federal rebajará los tipos de interés en la reunión del próximo martes. Lo que no se sabe con seguridad es la cuantía. Los futuros sobre los tipos de interés han dado esta semana una probabilidad del 80% a un recorte de 50 puntos básicos.

Hace dos semanas, la Reserva Federal de Kansas City celebró un simposio en Jackson Hole (Wyoming) sobre sector inmobiliario y política monetaria. Paul McCulley, director gerente de Pimco, la mayor gestora de renta fija del mundo, asistió al simposio y tuvo oportunidad de compartir sus reflexiones sobre la crisis hipotecaria con la elite financiera estadounidense.

Cuenta McCulley que los asistentes a Jackson Hole coincidieron en señalar como positiva la destrucción de valor de muchos de los productos ligados a préstamos hipotecarios. 'Cuando el capitalismo funciona mejor es cuando destruye al inversor tonto de corto plazo y apalancado, mandándole a la casa de los pobres mientras sus activos son vendidos con un fuerte descuento al inversor menos apalancado', cuenta en una nota.

El problema, dice, el quebradero de cabeza de la Reserva Federal es que en esa limpia que se produce en el mercado no sólo sean barridos los tontos apalancados, sino también los inocentes, en este caso, los hipotecados estadounidenses.

Ben Bernanke ha tenido que lidiar con un dilema de calado. No quiere que la Reserva Federal saque las castañas del fuego a Wall Street cada vez que los tontos apalancados forman una burbuja. 'En los mercados financieros capitalistas la disciplina y la prudencia requieren que los inversores tengan miedo a perder', apunta McCulley. Pero tampoco puede dejar que los excesos de unos pocos acaben provocando un contagio al conjunto del sistema económico, porque su tarea es favorecer el crecimiento de la economía en un contexto de inflación controlada. Así que finalmente la Fed tendrá que intervenir. No para salvar a los tontos, sino para evitar que la desaceleración se convierta en algo más serio.

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