sábado, 10 de noviembre de 2007

El futuro aparece menos favorable / Lorenzo Meyer


Paul Krugman es profesor de economía y relaciones internacionales de la universidad de Princeton, muy reconocido tanto por sus contribuciones teóricas como por ser un intelectual público que sostiene opiniones críticas en relación con la dirección que ha tomado la sociedad norteamericana en los últimos 30 años.

El también articulista de The New York Times acaba de publicar “La conciencia de un liberal”, (The Conscience of a Liberal, Nueva York, W.W. Norton), donde aventura una explicación histórica de la evolución social norteamericana en el último siglo, y que no resulta del todo diferente a la experiencia mexicana.

Su punto de partida es que el desarrollo capitalista por sí mismo no lleva a que, con su maduración, la acumulación de la riqueza se distribuya de manera menos injusta. Según este autor, la idea detrás de la llamada por los economistas “curva de Kuznets” no es que la desigualdad en el capitalismo vaya disminuyendo con el correr del tiempo como resultado natural de las fuerzas impersonales del mercado.

Si la desigualdad disminuye es por razones políticas y no por la lógica del modelo económico y así lo confirma la experiencia norteamericana. Fueron factores eminentemente políticos los que disminuyeron, y en muy corto tiempo, entre 1930 y 1940 una desigualdad que se había vuelto endémica.

Fue la crisis política y social ocasionada por la “Gran Depresión” de 1929 lo que llevó a que el Partido Demócrata, encabezado por un político proveniente de las clases altas, pero inteligente —Franklin D. Roosevelt— triunfara con el “Nuevo Trato” como plataforma y luego impusiera, en nombre de la emergencia bélica provocada por la II Guerra Mundial, una serie de controles sobre la producción y los salarios que dio como resultado una gran redistribución de la riqueza a favor de los asalariados.

A la “Gran Depresión” le siguió, pues, “La Gran Compresión”: un esfuerzo por disminuir los extremos de riqueza y pobreza, dando por resultado una sociedad donde sus clases medias eran dominantes.

Las administraciones republicanas de Dwight Eisenhower y Richard Nixon no alteraron ese panorama que prevaleció hasta la llegada de Ronald Reagan al poder en 1981. Bajo su impulso se “descomprimió” a la sociedad norteamericana mediante una política económica de la desigualdad y del retorno a la plutocracia.

Unas cifras simples y contundentes resumen el cambio inicial: sí, en los “alegres 1920” los súper ricos —el 0.1% de la población— controlaban el 20% de la riqueza nacional, pero en 1950 ya sólo eran propietarios del 10%. Sin embargo, hoy las cifras de la distribución del ingreso dicen que los privilegiados norteamericanos han recuperado todo el terreno perdido y la clase media está a la defensiva y retrocediendo. La lucha de clases existe y la plutocracia de nuevo la va ganando.

Krugman explica que el factor del miedo ha sido determinante para que una parte de la clase media estadounidense haya votado por un Partido Republicano que de Reagan a los Bush ha dado forma a una sociedad muy desigual. En el sur norteamericano se experimentó un miedo racista a la posibilidad de que las políticas redistributivas del Partido Demócrata terminaran por permitir que los descendientes de los esclavos tuvieran una genuina igualdad de oportunidades.

Luego, tras la imposibilidad de derrotar cabalmente a los comunistas en Corea, seguido por la persistencia de la Cuba socialista, la derrota en Vietnam y finalmente la humillación provocada por el secuestro de los diplomáticos norteamericanos en Irán, los republicanos inyectaron el miedo a la “debilidad” de los demócratas frente a la amenaza comunista y el radicalismo islámico.

Fueron esas pesadillas, y no un mal funcionamiento de la economía ni el entusiasmo de la mayoría por una política de disminución de impuestos a los que más tienen y de debilitamiento del sistema de seguridad social, lo que llevó a buen número de norteamericanos de clase media a apoyar electoralmente a la derecha extrema republicana y poner fin al “Nuevo Trato”.

Krugman confía en que la racionalidad del votante de su país, aunada al descomunal fracaso de la política exterior de la derecha radical de su país, vuelva a dar el triunfo al Partido Demócrata en 2008 y que ese partido regrese a la política redistributiva del pasado.

Lo último que debemos hacer es perder la esperanza de un nuevo vuelco hacia la equidad, aunque debe quedarnos claro que ese cambio no puede provenir de “las fuerzas impersonales del mercado”, sino de las muy personales del esfuerzo político.

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