domingo, 30 de diciembre de 2007

Productores cárnicos argentinos se enfrentan al encarecimiento de los piensos

BUENOS AIRES.- Los argentinos se apasionan con su carne vacuna, brindada por ganado que pasta libremente en sus fértiles praderas pampeanas e ingrediente fundamental de la cocina nacional, aguardada con fervor casi religioso en los asados dominicales a lo largo y ancho del país.

Pero aunque los argentinos figuran entre los mayores consumidores mundiales de carne, a razón de unos 70 kilos anuales por persona, el creciente aumento en el precio mundial de los granos está volcando a muchos ganaderos a vender sus animales para dedicarse hacia cultivos más lucrativos.

Desde el 2005 se estima que unas tres millones de hectáreas antes dedicadas a la ganadería, se destinan actualmente a la agricultura, según estima Pablo Andreani, analista económico de la empresa AgriPAC Consultores de Buenos Aires.

Las retenciones a ciertas exportaciones de alimentos establecidas por el entonces presidente Néstor Kirchner como medidas antiinflacionarias, que derivaron en una sobreoferta de carne al mercado interno, han mantenido el precio de la carne vacuna estabilizado, mientras en cambio los precios de la soja, el maíz y el trigo se iban por las nubes.

Este proceso ha hecho que la Argentina, el mayor exportador mundial de carne hasta la década de los años cincuenta, hoy figure en cuarto lugar, según estadísticas del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, detrás de Brasil, Australia y la India. El próximo año podría descender al quinto lugar, desplazada por Canadá.

En ningún lugar esta tendencia es tan evidente como en la inmensidad de la pampa argentina, un gigantesco pastizal donde miles de gauchos solían arrear ganado al estilo del Lejano Oeste estadounidense. La visión romántica de la vida de campo sigue siendo importante en la cultura argentina, pero la ecuación económica resultante ha cambiado profundamente en los años recientes.

Alentados por la producción estadounidense de etanol y por el interés mundial en los biocombustibles, los precios de la soja, el trigo y el maíz han alcanzado niveles sin antecedentes.

Algunos analistas económicos sostienen que, actualmente, el cultivo de la soja es tres veces más redituable en la Argentina que la cría de ganado. Otros opinan que se carece de estadísticas confiables. Pero, de todas maneras, la tendencia adversa a la ganadería es muy fuerte, según el especialista Ricardo Baccarin.

"El cultivo de soja es hoy un negocio brillante en la Argentina", dice Baccarin, analista jefe de Paniagrícola SA, empresa dedicada a la comercialización agrícola.

Actualmente la mitad de la tierra cultivada en la Argentina está dedicada a la soja, un proceso al que ayuda el hecho de que esa planta leguminosa puede ser cosechada ocho meses después de sembrada, en comparación con los dos o tres años requeridos para criar un vacuno.

La soja requiere también menos fertilizantes que el trigo o el maíz. Aproximadamente el 90% de la soja es exportada a buenos precios, gracias a un solido mercado de futuro y a la creciente demanda mundial.

"No hay quejas de quienes cultivan soja", comenta Baccarin, al recordar que el trigo, el maíz y la carne están sujetos a mayores regulaciones, por ser consumidos en el mercado interno y debido a los programas antiinflacionarios del gobierno.

Pero esta tendencia provoca amargura en Alfredo Guillermo Silveira, que durante 22 años trabajó en un campo dedicado a la ganadería, hasta que los propietarios vendieron los 1.000 vacunos para volcarse al cultivo de la soja y el sorgo.

"Esto ya no es como antes, cuando madrugaba para atender a los animales", comenta. "Ya no quedan casi vacas en este campo" de la provincia de Entre Ríos. "Ahora todo es soja".

La mecanización agrícola ha provocado desempleo mientras los precios de los campos se duplicaban desde el 2002, por la creciente demanda de tierras de cultivo, explica Marcelo Fielder, jefe de política económica de la Sociedad Rural, que agrupa a los grandes propietarios de tierras.

La lucha contra la inflación fue el objetivo que inspiró a Kirchner cuando suspendió la mayor parte de las exportaciones de carne el año pasado. Este año los embarques de carne alcanzaron las 480.000 toneladas, en comparación con 700.000 en 2005.

La nueva presidenta Cristina Fernández, esposa de Kirchner, se ha comprometido a mantener un elevado impuesto a la exportación, que encarece demasiado la carne para los compradores extranjeros. Ello obliga a los ganaderos a seguir destinando el 80% de su carne al abarrotado mercado interno, en el que tanto los precios como las ganancias son reducidos.

Según Andreani, la política del gobierno de controlar los precios del mercado interno redujo en 1.000 millones de dólares las ganancias de los ganaderos en el 2006.

"Si el gobierno permitiera un mercado libre e irrestricto, la Argentina sería el segundo mayor exportador mundial de carne", dice Andreani, en lugar del cuarto lugar que ocupa actualmente.

Los ganaderos argentinos se sienten frustrados al no poder beneficiarse plenamente del alza mundial del precio de las carnes, al que contribuyen los precios también en alza de los granos con que se alimentan sus animales.

En el Frigorífico Yaguané, el supervisor Carlos Alberto Kuida culpa al gobierno por esta situación. "Tenemos nuestras manos atadas con estas retenciones a las exportaciones", afirma. "Estamos en la peor situación en muchos años".

Entretanto, trabajadores con guardapolvos manchados de sangre cargan camiones con reses vacunas, destinadas a supermercados, restaurantes y seguramente también a miles de asados.

"Los argentinos adoramos nuestra carne", comenta satisfecho el carnicero Rodolfo Gómez, mientras troza una res con su filoso cuchillo.- (AP)

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