jueves, 10 de enero de 2008

El bueno y el malo de la economía / Primo González


Bernanke y Trichet parecen estar jugando el papel de policía bueno, policía malo. Este jueves, uno (Trichet) se ha despachado con el lado malo del análisis, más bien de las amenazas. El otro, Bernanke, dice que habrá que tomar medidas con mayor premura en la rebaja de los tipos de interés porque la situación se deteriora.

Trichet habló a mediodía. Bernanke, por la tarde. Resultado: las Bolsas bajan y suben al compás de lo que escuchan en la tele o en las pantallas de las salas de negociación. De momento, Europa se queda como estaba, con un euro fuerte y con la incertidumbre de una economía que no acaba de despegar.

Los mensajes de ambos rectores de los bancos centrales más importantes del mundo parecen a primera vista contradictorios. La gente se pregunta en dónde estamos realmente y a dónde vamos. La lectura de los indicadores europeos apunta a crecimiento modesto y estabilizado algo por debajo del 3% del PIB, pero con inflación excesivamente elevada, en torno también al 3%. Los indicadores norteamericanos van sin embargo más bien cuesta abajo, presionados por la mala salud y falta de credibilidad de su sector financiero y por el deterioro gradual del mercado inmobiliario.

En principio hay dos formas de afrontar la situación, al menos la de la economía norteamericana, una pasiva y otra activa, ambas simultáneas. La pasiva, dicen los analistas, es esperar a que salgan los resultados empresariales y le insuflen algo de optimismo a los mercados, ya que parece que los resultados de las empresas van a ser nuevamente buenos.

La forma activa consiste en hacer lo que hacía Greenspan: manejar de forma agresiva la política monetaria recortando drásticamente los tipos de interés y, si ello es posible, hacerlo en connivencia con un plan fiscal de rebajas quizás no de tanto alcance como el de hace cuatro años, pero con suficiente fuerza estimulante. Es lo que parece estar preparando ahora mismo la Casa Blanca bajo las sugerencias del máximo responsable de la Reserva Federal de Estados Unidos.

En el caso europeo, la capacidad de gestionar una crisis como la actual es bastante más limitada ya que la Unión Monetaria cuenta con un ámbito de decisión relativamente amplio aunque no completo, lo que le permite hasta cierto punto manejar los tipos de interés oficiales. Pero carece por completo de capacidad para instrumentar una política fiscal común, máxime teniendo en cuenta que las situaciones fiscales son muy diferentes en cada país, es decir, unos tienen superávit para aplicar políticas agresivas y otros tienen que luchar a brazo partido contra el déficit (caso de Alemania en el año 2007, que hasta hubo de subir el IVA) para reequilibrar sus cuentas.

La connivencia entre el banco central y el responsable de la política fiscal no existe ya que este último cometido no está unificado (hay tantos ministros de Hacienda como Estados) y por lo tanto es inaplicable su coordinación. Hoy por hoy, este hecho constituye una importante desventaja en la Unión Europea frente a Estados Unidos.

La consecuencia es que el presidente del BCE, el único que cuenta con poderes de ámbito comunitario efectivos, tiene que aplicar sus decisiones sin contar con la colaboración del resto de los poderes económicos. Y así es difícil tener éxito.

Trichet se dedica desde hace unos meses a dosificar como buenamente puede las medidas (la única, subir o bajar tipos, en lo que cuenta con un margen de maniobra casi nulo) con las declaraciones altisonantes, que a fuerza de ser repetidas van perdiendo eficacia, como parece sucederle en la actualidad, que ya no sabe qué vocablos utilizar para decir lo mismo, es decir, un sucedáneo de disciplina monetaria sin subidas de tipos de interés.

Así parece condenado a continuar varios meses más, para desesperación de las parroquias, sobre todo de Francia, el más beligerante de los socios del euro en demandar bajadas de tipos de interés para reactivar su maltrecha economía. Casi nadie le está facilitando al máximo responsable del BCE la posibilidad de que baje tipos de interés. España, desde luego, menos que nadie, ya que somos el país más inflacionario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario