lunes, 28 de enero de 2008

Esta vez Trichet tiene razón / Luis de Velasco

La negativa, la semana pasada, del Banco Central Europeo (BCE) de bajar los tipos de interés, no siguiendo a la Reserva Federal (FED) de Estados Unidos en pleno hundimiento de las bolsas ha convertido a su presidente, Trichet, en el malo de la película. Y sin embargo…

Conviene recordar un par de cosas. Una, que los mandatos estatutarios de ambas entidades son diferentes. La Fed debe atender, en su política, a un triple objetivo: estabilidad de precios, crecimiento y empleo. El BCE tiene uno sólo, que es el de la estabilidad de los precios. El objetivo es el de una inflación en el entorno del 2 por ciento anual. Cuando en este momento la inflación de la zona es superior al 3, ¿hace mal Trichet en atender a su único objetivo? Dos, una y otra entidad son autónomas, no responden ante ninguna institución. Puede esto parecer paradójico en una democracia, pero es así. Incluso cabe decir que la mirada, por así definirla, del ejecutivo y, sobre todo, del poderoso legislativo norteamericano es mucho mayor sobre la FED que la del débil legislativo europeo sobre Trichet. Trichet ha demostrado su independencia frente a las enormes presiones de quienes diseñaron y defienden a toda costa esa independencia. ¿El alguacil alguacilado?

La decisión de la Reserva Federal ha recibido alabanzas pero también numerosas críticas, que van desde quienes, como George Soros y Stephen Roach, le achacan una injustificada precipitación en su decisión, hasta los que ven un triunfo más de Wall Street frente a lo que en Estados Unidos se llama la Main Street, algo así como el americano medio. Lo cierto es que la primera reacción de las bolsas a la decisión de la FED no fue positiva y que esa reacción llegó tras las decisiones adoptadas por la entidad supervisora de las aseguradoras de bonos, las ahora famosas monoline. Aún es pronto para siquiera intuir el efecto que vaya a producir el paquete de estímulo fiscal sobre el que hay un acuerdo de principio entre el secretario del Tesoro, Paulsen (un señero representante de Wall Street, antiguo patrón de Goldman) y la Cámara de Representantes, pero todavía no del Senado.

Como todavía es pronto para saber dos cosas muy importantes. Una, aceptado que los daños en la economía financiera han dañado ya a la economía real en Estados Unidos, cuánto será el daño. Dicho de otra manera, aceptado el menor crecimiento (slowdown), la incógnita es si habrá una recesión, o sea decrecimiento del PIB. La segunda es el famoso decoupling, es decir, si la economía europea tiene fuerza suficiente como para quedar al margen de esto. Seguramente, eso es demasiado optimismo porque, aunque el peso de la economía norteamericana desciende, todavía sigue siendo verdad eso de que cuando esa economía estornuda, el resto del mundo se acatarra. Los responsables de la UE han reafirmado la fortaleza de la economía europea y su convencimiento de que esta crisis, iniciada en Estados Unidos, le afectará mínimamente, si es que lo hace. Pero no hay que prestar demasiada atención a esas afirmaciones: tratar de transmitir optimismo entra en su sueldo. Respecto de la economía española, la cosa está más clara: entramos en fase de penitencia para tratar de purgar los muchos pecados cometidos. ¿Nos serán perdonados?

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