jueves, 24 de enero de 2008

La Bolsa avisa / Antonio Casado

Las Bolsas reflejan incertidumbre y anticipan épocas de vacas flacas. También puede ocurrir lo contrario, pero no toca de momento.

En todo caso, las Bolsas vienen a ser como termómetro de la confianza o la desconfianza de los inversores en el futuro de la economía, hoy por hoy globalizada.

Confianza, desconfianza. Esa es la cuestión, ni tocante ni sonante. Podemos cuantificar las consecuencias. Podemos comparar pérdidas o ganancias, en porcentajes respecto a la cotización inicial –el primer día del ejercicio–, a escala individual, a escala nacional, a escala internacional, con un sueldo, un presupuesto nacional, la suma del PIB de varios países, etc, etc. Pero no podemos medir un intangible, como la confianza, aunque sea la palanca de las subidas y bajadas de las bolsas mundiales en el contexto de una economía globalizada.

Frente a eso, y a la hora de proyectarlo en España, tan irrelevante es el discurso catastrofista del PP como el discurso autocomplaciente del Gobierno. Ambos han sido sorprendidos “in fraganti” por las malas noticias económicas y la gestión de sus eventuales efectos electorales. Además, la lucha por La Moncloa en vísperas de unas elecciones generales está contaminando el debate sobre la temida recesión y las recetas para afrontarla.

Siempre en el bien entendido de que una crisis económica, un bache o el miedo a entrar en una etapa de vacas flacas son insuficientes para tumbar al Gobierno. Incluso, y según las circunstancias, estas situaciones tienden a reafirmar al partido en el poder. Lo que puede tumbarle es la percepción de que el aspirante está mejor preparado que el titular, o es más creíble, para afrontar una eventual recesión económica y volver a poner las bases para un nuevo periodo de bonanza.

Si Mariano Rajoy y el nuevo elefante blanco de la derecha, Manuel Pizarro, logran inocular en el electorado esa percepción, Zapatero y Solbes tienen motivos para preocuparse. No es el caso, a juzgar por las encuestas, donde el actual presidente sigue apareciendo como el candidato preferido para afrontar la situación económica. Sin embargo, las malas noticias han pillado al Gobierno a contra pié, ya embarcado en una campaña electoral con la cesta del pan llena y haciendo promesas electorales sin reparar en gastos.

Es lo peor que le podía ocurrir. Nubes negras se ciernen sobre la economía española. También sobre la política, entendida como lucha legítima por el poder. Y así llegamos al epicentro del debate. Para unos se acerca el juicio final por culpa de un Gobierno malversador de la herencia recibida. Para otros, “Estamos mejor preparados que nunca” (Zapatero). Que no nos pase nada.

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