sábado, 26 de enero de 2008

La economía, en broma / Primo González

La economía está sometiendo al personal a emociones fuertes. Esta semana, por lo menos, han ocurrido dos cosas que sin ninguna duda van a quedar marcadas a fuego en los libros de la historia económica. Primero, el hecho de que el mercado de acciones haya establecido todo un récord de volatilidad en tan corto espacio de tiempo. El lunes, el Ibex 35 batió el récord de caída histórica y el jueves, apenas 48 horas más tarde, sin que aparentemente haya sucedido nada especial, ha establecido su mayor subida histórica.

Segundo, un señor desconocido, de nombre Jérôme Kerviel, incluso poco conocido para el propio banco, broker del banco francés Société Genérale (SG), ha sido capaz en un corto espacio de tiempo de distraer sumas ingentes de dinero desviándolas de sus circuitos convencionales por rutas que escaparon a toda vigilancia interna del megabanco, lo que ha dado como resultado unas pérdidas que la entidad ha confesado que ascienden a 4.900 millones de euros, que puestos en pesetas tienen lectura de auténtico escándalo, algo más de 813.000 millones de pesetas.

Dos botones de muestra para lo que está pasando estos días en la economía son suficientes para justificar la pregunta que se hacía ayer mismo uno de los altos directivos de un banco de inversión. ¿Qué diferencia existe entre los mercados de estos días y un casino? Posiblemente, muy poca.

El hecho de que en un lapso de menos de 72 horas los mercados bursátiles hayan desplegado una muestra de dos estados de ánimo tan abiertamente contrapuestos es ya suficiente argumento para asegurar que la Bolsa ha perdido la dirección y el sentido. No hay explicaciones racionales, más allá de las que se le pueden reconocer a la eficiencia del juego de la oferta y la demanda, para encontrar lógica la evolución de los mercados y de los inversores. Se puede entender una de las dos actitudes en solitario, pero resulta bastante difícil entender a una y a su contraria reflejadas en un espacio tan breve de tiempo con el agravante de que, entre tanto, nada ha sucedido en la economía real que justifique estos movimientos.

Es llamativa la serenidad con la que han actuado estos días los mercados de acciones de Estados Unidos en contraste con el histrionismo que han exhibido las Bolsas europeas, incluida la española, con sus altibajos consecutivos, más aún cuando la justificación que se ha manejado para explicar el primero de los movimientos erráticos (la caída del lunes) reside en los riesgos que se pueden derivar de una recesión de la economía de Estados Unidos, asunto al que ni siquiera en Wall Street le han concedido credibilidad suficiente. Este jueves, el Fondo Monetario Internacional ha salido a la palestra para descartar de forma bastante contundente que la mayor economía del mundo, en la que no escasean los problemas ni los desequilibrios, se encamine inevitablemente hacia una recesión.

Por lo general, los ánimos y las expresiones de los analistas más templados vienen a coincidir en que nos encaminamos hacia una desaceleración del crecimiento económico, que traerá consecuencia incluso serias en el terreno del paro en algunas economías más vulnerables, pero en modo alguno parece que vayamos hacia una recesión, es decir, hacia una etapa de retrocesos en el PIB. ¿Por qué, pues, tanta violencia en las convulsiones de los índices bursátiles? Puede haber una explicación técnica: el papel creciente de los gestores que manejan instrumentos derivados y que multiplican hasta la exageración las tendencias de fondo de los mercados.

En medio de toda esa vorágine, Jérôme Kerviel, el broker de SG, el de los 100.000 euros de salario anual más bonus ligado a beneficios, ha debido sentirse como pez en el agua y no ha reparado en gastos, aunque con pólvora del Rey. Quizás estos días salga a la luz algún otro Jérôme, es de esperar que con cifras menores, porque la verdad es que la situación les ha sido propicia. Una cosa parece clara: con asuntos como estos, los de las Bolsas de sube y baja sin saber por qué y las andanzas de un tal Jérôme Kerviel por la sala de máquinas del interbancario sin que nadie se entere de sus costosas chapuzas, la economía y sus gentes y sus instituciones no se van a ganar la respetabilidad.

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