miércoles, 16 de enero de 2008

La OPEP, interpelada por Bush / José Javaloyes

Además de política y defensa, petróleo. La semana del presidente Bush por el Oriente Próximo, comenzada con la ardiente —y aún incendiada— cuestión de las relaciones árabe-israelíes y de las negociaciones sobre la final conversión en Estado de la ANP (Autoridad Nacional Palestina), seguía después con la visita a los Estados del Golfo que participan en la OPEP. Una agenda mixta de asuntos de defensa y problemas derivados de los disparados precios del petróleo.

Disparo que no es tanto si se repara en que la factura del barril está nominada en dólares y el billete verde está tan de capa caída que Hugo Chávez, el presidente de Colombia, se atrevió, en la reciente cumbre de la OPEP, celebrada en Riad, a proponer que fuera el euro la divisa de referencia.


Pues bien, ha sido en la capital saudí donde el presidente norteamericano ha culminado sus conversaciones petroleras con los Estados ribereños del Golfo. Allí ha pedido ante el Rey Abdala que el cártel controle el precio del crudo, por las consecuencias negativas que tiene su actual nivel para la economía estadounidense en particular y para el resto de las economías de los países industrializados.


Al final, si la difusión de los efectos negativos de un barril tan encarecido se traduce en una crisis también difundida, generalizada, habría repercusiones negativas también para los propios exportadores de oro negro, ya que todo concluiría —si la recesión que apunta deriva y concluye en depresión— con una significativa caída de la demanda y el consiguiente desplome de los precios. El oligopolio de oferta en que la OPEP consiste puede haber cruzado ya la línea roja.

Pero en lo político, la condición históricamente aquiescente de Arabia Saudí parece estar cambiando. El Rey Abdala no parece seguir en la línea de su antecesor y hermano el Rey Fahd. Repárese en que dentro del marco de la tensión americano-iraní, el actual cabeza de la Casa de Saud invitaba a visitar Arabia el año pasado, mucho antes de que se celebrara en Riad la Cumbre de la OPEP, al presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad. Fue aquello un gesto de disidencia bien significativo respecto de la hipertensa política norteamericana con la República Islámica de Irán.

Ni la Arabia de ahora da muestras de seguir donde y como siempre estuvo, en lo tocante a la política de su región, ni tampoco la histórica función moderadora de los precios del petróleo acuñada por el jeque Yamani parece que vaya a encontrar continuidad.

Es más, la presión ascendente del radicalismo islámico podría ser la causa de este perceptible viraje del rumbo saudí respecto de la polar de Washington. Los ulemas de esa parte del Asia Menor siempre han tenido un grado de tensión con los descendientes del Rey Saud, algo que no puede menos que recrecerse por el hecho de ese otro radicalismo, al que los ulemas no han sido ajenos en su origen.

La respuesta a la petición de Bush ante el Rey de Arabia sobre los precios de la OPEP —si es que se produce— sería equidistante del cálculo político interno, respecto del islamismo, y del cálculo económico frente a la recesión norteamericana.

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