domingo, 27 de enero de 2008

Contraste terapéutico / Emilio Ontiveros


La actual es una crisis genuinamente americana, pero sus efectos, como todos los episodios de inestabilidad financiera de los últimos 30 años, trascienden las fronteras del sistema financiero y de la economía estadounidenses. Las vías de transmisión de la infección al resto del mundo no sólo serán las ya explícitas de unos mercados financieros altamente integrados —todos, desde los de crédito hasta los cambiarios, pasando por los más ruidosos de acciones—, sino también a través de la economía real: en el mejor de los casos, la desaceleración del crecimiento económico afectará a todas las economías avanzadas. La inmunización hasta ahora de las economías emergentes es uno de los contrastes de esta crisis frente a las anteriores, pero su continuidad no está en modo alguno garantizada.

El contraste ahora más destacado lo ofrece la desigual capacidad de reacción de las autoridades económicas frente a las amenazas que se ciernen sobre la riqueza y el bienestar de los ciudadanos. En Estados Unidos, las dos principales líneas de acción, las políticas presupuestaria y monetaria, han adoptado orientaciones de emergencia, de carácter inequívocamente expansivo, tratando de evitar males peores a los ya conocidos.

Con un déficit presupuestario del 1,5% del PIB, demócratas y republicanos convienen en asignar recursos presupuestarios equivalentes al 1% del PIB para neutralizar las amenazas recesivas, reservando las discusiones entre ambos partidos a los destinos de esos recursos para que sus efectos sean más rápidos y explícitos. Las declaraciones del presidente de la Reserva Federal desde hace semanas, anticipando su intención de seguir reduciendo tipos de interés, se han concretado antes de la celebración formal de la reunión del órgano decisor de ese banco central, y en una cuantía superior a la esperada. Con una inflación significativamente superior a la de la eurozona, también considera esa institución que es prioritario atajar la más severa de las amenazas: la recesión.

En Europa, las cosas se ven de forma distinta. Los comunicados de la Comisión y del BCE, incluida la reciente declaración en el Parlamento Europeo del presidente Trichet, parecen minimizar el alcance de la crisis, o se ha considerado que las políticas económicas han de reservarse para otras circunstancias. La realidad es que las amenazas que pesan sobre EE UU no son muy distintas de las que pueden acabar limitando el crecimiento de Europa.

El contraste, en definitiva, es notable: tipos de interés, tipo de cambio y política fiscal parecen estar a uno y otro lado del Atlántico orientados a propósitos distintos. El tiempo dirá quién administró mejor sus terapias y si mereció la pena anticiparse, confiando en que casi siempre es mejor prevenir que curar. La credibilidad de las instituciones, conviene recordarlo, no está sólo asociada a la firmeza: también a esa flexibilidad en la toma de decisiones que con frecuencia reclaman los bancos centrales a los demás agentes económicos.

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