lunes, 28 de enero de 2008

Lo nunca visto / Primo González

Se podría calificar a la semana recién finiquitada como la Semana de la Volatilidad. Pocas veces se verán cosas como las de estos días, es decir, que en un corto intervalo de tiempo se den cita la máxima subida histórica y la mayor caída histórica en los índices. Algo nunca visto. Los inversores están que no se lo creen, desconcertados, ya que hemos pasado en pocos días de dar por segura una recesión económica mundial a un clima de optimismo infundado.

El mismo Greenspan, desde su jubilación, en la que teóricamente debería tener tiempo más que suficiente para pensar y reflexionar con cordura, parece haberse contagiado y en el plazo de apenas una semana ha pasado de pronosticar una recesión a anticipar todo lo contrario. En fin, un caos de mercado y de protagonistas del mercado, porque en medio hemos vivido la apasionante historia de Jérôme, el broker de Société Générale, que ha logrado evaporar él sólo, sin que nadie le ayudase ni le supervisase ni le viese, nada menos que 4.900 millones de euros.

En este clima, que si no se puede considerar de opereta habrá que calificar de confuso, los inversores no tienen muchos motivos para sentirse aplacados con la renta fija, ya que las pérdidas en la renta variable están siendo considerables. Nunca un mes de enero había sido tan negro para los inversores de los fondos de inversión como lo está siendo éste, al que le falta apenas una semana corta de vida.

El único reducto de ganancias ha sido, en efecto, la renta fija, sobre todo la de mayor duración, aunque las ganancias no han superado el 3%. Un rendimiento que para la renta fija y para tratarse de sólo un mes no está nada mal, sobre todo si las cosas se quedan ahí el resto del año y a la ganancia por precio se le añade un 4% adicional de rendimiento del cupón. Es decir, un 7% en total, que muchos inversores firmarían desde ahora mismo.

El futuro de los mercados puede deparar sorpresas notables, quizás no tantas como en esta semana. Pero vivimos unos momentos de volatilidad, de sube y baja, en el que las expectativas económicas deberían serenarse. Y en eso están los bancos centrales, aunque quizás no lo sepan explicar bien o no sepan conseguirlo.

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