lunes, 11 de febrero de 2008

El G7 intentó en Tokio dar imagen de unidad ante la crisis financiera

TOKIO.- Los ministros de Finanzas del G7, cuya credibilidad está en juego frente a la crisis financiera más severa desde hace décadas, intentaron el sábado en Tokio dejar las diferencias de lado para dar una imagen de unidad.
"La crisis que vive la economía mundial hoy es una crisis de confianza. No sabemos muy bien dónde nos llevará en el ámbito económico y por tanto los países del G7 no iban a añadir una preocupación suplementaria de orden político", estimó Nicolas Bouzou, economista de Asteres.

Durante los días que precedieron a la reunión en Tokio de los ministros de Finanzas de los siete países más industrializados del mundo (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón) se pudo asistir a "un intercambio de críticas entre europeos y estadounidenses", según Bouzou.

Los europeos no ocultaron su descontento por las dos reducciones consecutivas de las tasas de interés en Estados Unidos, que empujaron al euro cerca de su récord histórico frente al dólar.

Por su parte, Washington instó, por boca de su subsecretario del Tesoro, David McCormick, a iniciar planes de reactivación económica en Europa para impulsar el crecimiento mundial.

Pero finalmente en Tokio las diferencias fueron menos importantes que el necesario mensaje de unidad enviado en un clima de consenso.

Todos los responsables evitaron la palabra "recesión" y se dijeron convencidos de la evolución económica de Estados Unidos.

Para Bouzou, "cada uno hizo más o menos lo que puede hacer": Estados Unidos puso en marcha un plan de reactivación de la economía y los europeos, obligados por el Pacto de Estabilidad, reconocen que no pueden llevar a cabo una reactivación de forma coordinada. "Por tanto, no hay necesidad de insistir en las divergencias", consideró el experto.

En Tokio, los europeos no obtuvieron nada de parte de los estadounidenses en materia de mercado de cambios, pero el cambio de tono del Banco Central Europeo (BCE), que abrió la vía a una posible reducción de las tasas en la zona euro, calmó la tensión existente.

Sin embargo, la ministra francesa, Christine Lagarde, insistió en que un euro fuerte no favorece a los exportadores europeos, aunque su homólogo alemán, Peer Steinbruck, le respondió que su país no estaba preocupado por el nivel de la moneda única en estos momentos.

Las diferencias dentro de la zona euro son palpables, sobre todo en lo relativo a las tasas de interés, del 4% anual actualmente, un nivel considerado alto por Francia y adecuado por Alemania, más preocupado por la estabilidad monetaria, al igual que el BCE.

El reto del próximo encuentro de los ministros de Finanzas del G7, en abril en Washington, será concretar las reformas deseadas de los organismos de crédito, bancos y agencias de calificación.
La credibilidad del G7 se juega en la aplicación de estas transformaciones.

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