martes, 19 de febrero de 2008

Extrañas promesas de crear empleo / Enrique Badía

Existe cierta idea de que en campaña electoral los excesos se pueden tolerar más y mejor que en época normal. Debe ser por eso que escasean los juicios críticos sobre lo que los distintos líderes acaban vertiendo en mítines y demás actos en que intervienen, día sí, día también, salvo los que inevitablemente se producen en las convocatorias del rival. No son frecuentes ni siquiera cuando, llevados del hábito de réplica y contrarréplica, no tienen empacho en superar cualquier promesa, por excesiva que sea, lanzada por el adversario en una fecha anterior.

Un fijo en las jornadas previas a los comicios suele ser el compromiso de crear unos cuantos millones de empleos en la siguiente legislatura. Acompañado de la exhibición de los millones creados durante el mandato que concluye o el recuerdo de los creados la última vez que les tocó gobernar; dependiendo, como es lógico, del partido que lance el mensaje. Cara a las elecciones del próximo 9 de marzo, la cosa anda en torno al millón y medio hasta el 2012, con una relativa coincidencia de socialistas y populares en los cálculos de lo que pueden crear.

Salvo contadas excepciones, lo normal es dar por válidas estas promesas, acaso discutiendo si serán capaces de hacerlo o no, casi siempre en función de la simpatía política de quien valore. Prácticamente nadie cuestiona la mayor: ¿desde cuándo los puestos de trabajo se crean desde el Gobierno? En realidad, la afirmación sólo es cierta si se trata de empleos adscritos de una u otra manera al presupuesto estatal: funcionarios, empresas públicas y similares. Pero afortunadamente nadie en su sano juicio piensa ampliar en esas cuantías la ya poblada nómina estatal.

La distorsión de los mensajes hurta, entre otras cosas, que se debata de verdad lo que en el fondo se está planteando: la dimensión del magma público. Sería deseable conocer las ideas, los proyectos y, por qué no, los compromisos que cada uno de los partidos con aspiraciones y opciones de gobernar alberga y está dispuesto a contraer respecto de las dimensiones del ámbito que va a tener que gestionar más directamente. Se evitaría así que las cosas estén pasando más o menos ocultas, o cuando menos inadvertidas para la gran mayoría, hasta formar un balance nada fácil de justificar.

Sin entrar a valorar si ha sido o no adecuado, lo cierto es que el número de empleados públicos, sumando las tres administraciones: central, autonómica y municipal, con el persistente añadido exótico de las diputaciones… el conjunto no ha dejado de crecer desde 1977. De alguna manera, cabría pensar que el proceso de traspaso de competencias debería haber dado como resultado algo cercano a la suma cero, pero nada más lejos de la realidad.

Se valore como se valore, nunca se ha llegado a debatir. Simplemente ha ocurrido, en general sin demasiada publicidad.

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