miércoles, 6 de febrero de 2008

Críticas y respuestas / Ramón Tamames

El pasado jueves 31 de enero, publicábamos la primera entrega de este artículo sobre el fenómeno, cada vez más importante, de los fondos soberanos de inversión, SWF por su sigla inglesa de Sovereign Wealth Funds.

Algunas de las críticas más duras sobre tales SWF proceden de quienes estiman que para allegar recursos en momentos de crisis, las grandes entidades financieras internacionales podrían haber recurrido al mercado tradicional propio; a base de emitir bonos.
Pero lo cierto es que eso habría requerido una rapidez que no siempre resultaba posible y además, en momentos en que la confianza no estaba, ni mucho menos, tan generalizada como antes.

El país donde mayor sensibilidad se ha desarrollado sobre los SWF es EEUU: “Sería mejor que las compañías no necesitaran tanto capital de apoyo. Y si lo necesitan, sería mejor que fueran capitales americanos”, manifestó al respecto el senador demócrata por Nueva York, Charles Schumer, según cita de Anna Grau (ABC, 21.1.08), en un contexto de indudable alarma, donde la inversión extranjera alcanzó en 2007 la notable cifra de 273.000 millones.
Por su parte, Jim Cramer, un conocido analista de inversiones, también estadounidense, ha manifestado que en enero de 2008, con la más clara demagogia: “¿Estamos dispuestos a ver nuestros bancos en manos de los comunistas o incluso de los terroristas?”. Con no pocos banqueros y empresarios opinando lo mismo, al criticar que se esté llegando a una situación de marcada “dependencia”.

Sin embargo, otras voces resuenan en EEUU con actitudes muy distintas. Así sucede con Thea Lee, representante de la principal central sindical (AFL-CIO), quien cree que no hay necesidad ni posibilidad de ponerse en contra de los flujos de capital que acceden al país: “América necesita inversión, y no estamos en condiciones de poner pegas a de dónde viene”.
En esa misma línea, y con no poca clarividencia, Jack y Suzy (su esposa) Welch, se pronuncian en BusinessWeek (1.1.08) con un párrafo informativo-comentarista que no tiene desperdicio:

“El holding estatal de Singapur Temasek compró recientemente el 9 por 100 de Merrill Lynch, el gobierno de China gastó cinco millones de dólares tomando posiciones en Morgan Stanley, y el grupo de inversión estatal de Dubai adquirió un arriesgado 6,5 por 100 en MGM Mirage.
Transacciones, todas ellas, que parecen sugerir que los inversores extranjeros, gubernamentales o individuales, están comprando compañías estadounidenses por antiguas razones de oportunidad.
Al estimar que esas compañías, muy veteranas, pueden enseñarles mucho, y que están muy infravaloradas por la debilidad del dólar y las malas coyunturas, en la seguridad de que un día volverán a ser fuertes…
En definitiva, la actividad de los SWF es la natural evolución de la globalización, y al menos por ahora, resulta un buen negocio”.

A escala de los foros internacionales, hay manifestaciones para todos los gustos. Así, en Davos, según el testimonio de Walter Oppenheimer (El País, 25.1.08), el ministro de finanzas ruso, Alexéi Kudrin, se opuso a las restricciones suscitadas por algunos occidentales a las inversiones de los SWF, asegurando que “cuando las economías desarrolladas entraban en los mercados y compraban industrias por aquí y por allá, nadie pedía restringir sus actuaciones”.

En una visión más analítica de la cuestión, Richard Fuld, consejero delegado de Lehman Brothers, explica que los fondos soberanos “añaden liquidez y reducen volatilidad”, estimando que si en la actualidad manejan 2,5 billones de dólares (1,75 billones de euros), esa cifra podría multiplicarse por cinco si continua el aumento de los precios energéticos.
El problema, manifiesta Fuld, “es que el 70 por 100 de los fondos está dominado por cinco países: Rusia, China, Kuwait, Singapur, Noruega y Emiratos Árabes”.

En una línea muy previsora, Larry Summers, ex secretario del Tesoro de EEUU, y por un tiempo rector de la Universidad de Harvard, defiende la idea de que el G-7 imponga a los SWF un cierto código deontológico. Para que se comprometan a no especular con divisas, o a no utilizar políticamente sus grandes recursos.
Lo cual recuerda un poco la pretensión de la Constitución Española de 1812, cuando en ella se decía que los “españoles deben ser justos y benéficos”.

En la misma dirección, subrayando sobre todo el tema de una mayor transparencia —saber, por medio de informes anuales, qué hacen, en qué invierten, y cómo se comportan las SWF en los mercados de derivados— es la propuesta de The Economist (19.1.08). Y en la misma línea se pronuncia BusinessWeek (21.1.08), que de paso subraya que sólo seis Estados del Golfo manejan activos de 1,7 billones de dólares, tanto como los Hedge Funds de todo el mundo.

Los SWF también se defienden con toda contundencia. En ese sentido, Bader al Saad, presidente y consejero delegado de KIA, subrayó que Kuwait lleva “50 años utilizando los fondos soberanos sin problemas. Somos socios, pero sin voto”. Y Mohamed al Passer, vicegobernador de la Agencia Monetaria de Arabia Saudí, defiende el “papel estabilizador” de tales entidades.
Finalmente, la ministra noruega de Finanzas, Kristin Halvorsen, destacó que en su país los fondos soberanos están controlados por el Parlamento.
En esa misma dirección, el FMI ya ha intervenido para preguntar a Singapur, Noruega y Abu Dhabi sobre la composición de sus SWF (Financial Times, 25.1.08), en la idea de que en algún momento haya un código de conducta autoredactado por los Estados propietarios de los fondos.
En definitiva, podríamos decir, los SWF están aquí para quedarse, y tendremos que referirnos a ellos con frecuencia a lo largo de los próximos tiempos, con ocasión de los episodios financieros que vayan produciéndose.
A poco que se recuerde que si el volumen de inversiones extranjeras totales en el planeta en un año normal se sitúa en torno a los 600.000 millones de dólares, los SWF podrían tener capacidades de hasta cinco veces esa cifra.

Y además, la capacidad de gestión puede mejorar rápidamente, por el hecho de que los SWF están en condiciones de contratar a verdaderas luminarias para su gerencia (¿por qué no alguno de ellos al propio Warren Buffet?), a fin de lograr las máximas rentabilidades.

Por último, señalemos que la relevancia adquirida por estos fondos, viene a significar que el proceso de integración financiera mundial está acelerándose: los países emergentes piden paso para entrar en los círculos donde se toman las grandes decisiones.
Todo lo cual va a contribuir a la tendencia, cada vez mayor, de que si globalizamos la financiación hasta los límites que estamos viendo, también habrá de globalizarse la moneda. Un tema, este último, al que me he referido en varias ocasiones, y sobre el que volveremos en su momento.
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