martes, 11 de marzo de 2008

Ahora, la economía / Luis de Velasco

Alguna prensa extranjera, esa de la que algunos han afirmado que no nos quiere, ha dicho, en días pasados, que el Gobierno que salga de las elecciones del 9 de marzo encarará una de las peores situaciones económicas en España en los últimos tiempos. Afirmación que no es exagerada.

Conviene señalar que en la difícil situación que ya enfrenta la economía de nuestro país influyen, como no podía ser menos al tratarse de una economía abierta, factores externos. Pero de lo que no cabe duda es que los factores desencadenantes y de más gravedad de la misma son internos. Esta crisis es, fundamentalmente, nuestra.

Lo que ocurre en la economía norteamericana sigue teniendo importancia en el resto del mundo. Ello a pesar del denominado decoupling, que muestra que la interrelación entre esa economía y el resto del mundo es cada vez menor pues menor es el peso de la misma en el producto mundial por, sobre todo, el peso creciente de los países emergentes.

Aun así, su peso e influencia siguen contando, especialmente en lo relativo a las finanzas en una economía mundial con abrumador peso de ese sector. La economía norteamericana está ya en recesión y, por otro lado, siguen sin conocerse a ciencia cierta los destrozos causados en el sistema financiero mundial por las hipotecas subprime y sus crecientes, nuevas y abundantes secuelas. Ello afecta sin duda, aunque no se sabe en qué medida, a la economía española.

Pero nuestros males son principalmente internos y son bien conocidos. Se resumen en un crecimiento basado en tipos de interés reales negativos, desahorro y endeudamiento familiar y empresarial, mano de obra abundante y muy barata y ladrillo, mucho ladrillo. Crecimiento de la riqueza acompañado de su crecientemente injusta distribución, paro en aumento, inflación persistente, déficit exterior récord mundial, bajísima productividad, insuficiente competitividad.

La juerga ha terminado, como lo prueban variados indicadores, sobre todo del sector inmobiliario así como otros de la producción industrial, de la recaudación fiscal y del mercado de trabajo donde el paro crece. Este año, el PIB (cada nueva revisión es a la baja) crecerá seguramente menos del 2,5 por ciento, lo que aumentará el paro y reducirá, quizá eliminará, el superávit en las cuentas públicas. El “milagro económico” que llevaba dentro las semillas de su destrucción, está agotado y aguardan, están ya ahí, tiempos difíciles con muchas y complejas tareas pendientes. Que, además, son urgentes.

Aparte de lo económico, hay muchos otros problemas graves y urgentes, una parte de ellos creados por el partido gobernante en estos cuatro últimos años. Ojalá que su nueva victoria le dé la serenidad, altura de miras y visión de Estado como para encararlos de manera muy distinta. Pero de eso hablaremos otros días.

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