domingo, 30 de marzo de 2008

¿Qué está sucediendo al otro lado del Atlántico? / Francisco Poveda

Esta tarde en Washington, la Casa Blanca anunciará casi plenos poderes de supervisión financiera para la Reserva Federal (FED) y así intentar estratégicamente estabilizar una nave colocada a la deriva por quienes han subvertido las reglas básicas del sistema capitalista, hasta llevarlo a punto de zozobra. Parece que a Bush no le quedaba otro camino que endurecer la vigilancia preventiva ante el clamor del propio Congreso.

Será el inicio de una nueva etapa en la era de globalización pero con reglas estrictas para frenar a los salvajes de la codicia. Veremos si aún se llega a tiempo de evitar que la incertidumbre provoque estragos y el judío Benjamin Bernanke, presidente de la FED, es capaz de conjurar los peores presagios para el final de esta fiesta económica casi ayuna de control.

La FED tendrá a partir de mañana nuevas, profundas y mayores facultades, dentro de una vigilancia más eficiente, para la supervisión de todo el sistema financiero norteamericano. El objetivo es combatir los abusos, trampas legales y corruptelas que hoy permite una regulación dispersa por competencias repartidas entre varios organismos federales y no federales.

Los Estados Unidos necesitan atraer capitales para volver a poner en pié a la nación. También reactivar el consumo como sea por base del normal funcionamiento del mercado. Además, los valores industriales no cesan de caer en Bolsa y se necesita con urgencia que la Banca recupere credibilidad y regrese la confianza a los consumidores/clientes/ciudadanos.

Desde septiembre la FED ha rebajado siete veces y tres puntos la tasa de interés interbancario, hasta situar en el 2,25% el precio del dinero en dólares pero la primera economía del Mundo no termina de reaccionar. Y es que las turbulencias financieras no amainan, la actividad económica se deblita, cada día, más y ya ha hecho su aparición la temida inflación sin reactivación. En ese escenario, el dólar se desangra con riesgo de dejar de ser moneda refugio y de referencia internacional. Todo el equilibrio económico mundial anda trastocado.

Hasta la Semana Santa, la FED ha procurado, con sus continuas inyecciones de liquidez, promover el funcionamiento ordenado de los mercados financieros norteamericanos. Ya lleva medio billón de dólares y parece que no sucede nada significativo para evitar la recesión; al contrario, los emporios financieros han comenzado a desplomarse en Wall Street, el precio de la gasolina se ha disparado donde siempre fue muy barata, la crisis inmobiliaria no remite en ningún estado, y el contagio ha llegado a un consumo inmerso en la más completa atonía.

La estabilidad es ahora la primera prioridad porque mantener la incertidumbre conduce a un clima que puede llegar a ser de pánico ante el más mínimo imprevisto de cierto calado. Medio mundo depende ahora de que el consumidor norteamericano recupere la confianza y así evitar un crack como el de 1929, que hoy sería mucho peor por la interdependencia de casi todas las economías.

Por eso el mensaje que Washington lanza permanentemente a los mercados financieros internacionales es el de la fortaleza de las instituciones económicas de su país como garantía de que nada grave lo arrastrará todo. Desde el Tesoro se ha llegado a decir que esta crisis es humo a pesar de la enorme falta de liquidez y la venta apresurada de alguno de los primeros bancos de Estados Unidos. Hay mucho más voluntarismo que criterio acertado hasta la fecha.

Tanto es así, que Bush se dispone a evitar todos los embargos por ejecución ante los impagados hipotecarios, unas 300.000 familias afectadas, en aplicación de la letra pequeña de los contratos. La Casa Blanca ha calculado un escenario de seis meses más de turbulencias financieras y tiene decidido que la solución ya es sólo posible a partir de la sangría de las finanzas públicas mediante endeudamientos a largo plazo con emisión de bonos.

Pero estimular la demanda no está resultando nada fácil en las presentes circunstancias. No parece bastar que se intente la salida mediante la utilización de la caja de resistencia del sistema contra los efectos en la economía real de las pifias bancarias. Los 500.000 millones de dólares inyectados por la FED no están llegando (parece que sí lo harán a partir de mayo) a quienes, también en los Estados Unidos, viven del crédito permanente o tienen en su mano consumir más que ahora con el ahorro fiscal prometido por Bush.

Allí, como en la Unión Europea, muchos nos preguntamos si no será un mensaje equivocado para los presuntos culpables de esta todavía impredecible crisis global, que tanto la FED, como el BCE en nuestro caso, actúen descaradamente a favor de quienes, con más riesgo y dinero que el resto de los ciudadanos, han puesto en peligro todo el sistema financiero en su conjunto.

Porque ese mensaje da a entender, en esencia, que cuando hay pérdidas (ya sea por negligencia o mala gestión profesional, cuando no por una conducta claramente delictiva al perjudicar a accionistas y/o impositores), aquí no pasa nada porque la FED allá y el BCE aquí evitará la quiebra y repartirá las cargas entre la sociedad para evitar la ruina de unos cuantos tunantes porque significa el malestar del resto por algún tiempo.

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