martes, 25 de marzo de 2008

Una crisis sin fin / Claudia Psotta

Hasta ahora Deutsche Bank pudo pasar de manera notable por la crisis financiera internacional.

Reconoció a tiempo los grandes riesgos de los créditos inmobilarios americanos, lo que le permitió desprenderse de estos valores poco más de un año atrás. En consecuencia el mayor banco alemán de momento solamente ha experimentado pérdidas millonarias en el orden de tres cifras y se puede considerar como uno de los ganadores de la crisis, sobretodo en comparación con la mayoría de sus competidores.

Pero justamente el jefe de este banco, el suizo Josef Ackermann, ha declarado públicamente que ya no confía en las virtudes autocurativas del mercado. Esta declaración ha llamado la atención por dos motivos. Primero, porque da a entender que él defiende la concesión de ayudas estatales para bancos en peligro, incluso por medio de su nacionalización. Crece la frustración de que para los accionistas y sus directivos los lucros signifiquen grandes participaciones en los beneficios, pero que las pérdidas tengan que ser asumidas también por el Estado.

En segundo lugar, son muchos los que especulan si las palabras de Ackermann implican que Deutsche Bank quizás tenga que contar con pérdidas mucho más altas que las que se presumían hasta ahora. Y es que posiblemente corre el mismo riesgo que casi todos los demás bancos, el de no poder evaluar con seguridad el capital y las deudas, dado que para muchos productos financieros ya no existe un mercado debido a la falta de demanda.

Este fenómeno también explica por qué la mayoría de los bancos afectados reconocen sus pérdidas paulatinamente. La segunda gran empresa financiera alemana, la aseguradora Allianz, recientemente tuvo que dar a conocer que las pérdidas de su filial Dresdner Bank, de hasta ahora 2.000 millones de euros, serán posiblemente superiores. Allianz ha suspendido su anterior pronóstico de ganancia sin sustituirlo por una nueva información. Y cada vez se presenta peor la situación de los bancos estatales, que en su conjunto han ocasionado unas pérdidas de 70.000 millones de euros, sobre todo debido a una mala gestión y una falta de competencia en su control a través de políticos.

Un caso especial es el banco industrial alemán IKB, perteneciente al banco de fomento estatal KfW, pero con mayoría de accionistas privados. Este banco relativamente pequeño, que debido a especulaciones erróneas ha perdido probablemente alrededor de 10.000 millones de euros, solamente ha podido sobrevivir porque KfW, bajo la tutela del ministro de Hacienda Peer Steinbrück y del ministro de Economía Michael Glos, le ha proporcionado continuamente cantidades de miles de millones. Y eso antes del llamamiento de Ackermann y ante el temor de que la caída del primer banco suscite una reacción en cadena.

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