La renta fija, por su parte, se ha resentido de algunos rumores relacionados con hipotéticos cambios de rumbo en la instrumentación de la política monetaria, lo que ha provocado aumentos en las rentabilidades a largo plazo y el consiguiente deterioro de las valoraciones de los fondos de inversión que invierten en estos activos.
Las Bolsas están en estas semanas del cuarto mes del año muy condicionadas por la presentación de resultados empresariales, unos buenos, otros no tanto, y algunos pésimos. No abundan de todas formas los malos, y en Estados Unidos, que es un termómetro para la renta variable global, el 30% de las compañías ha ofrecido hasta el momento unas cuentas en las que el nivel medio es de pérdidas, en torno al 13%, cuando se esperaban algo más intensas. El peso principal de las pérdidas radica en el sector financiero, como era de esperar.
Pero la lectura optimista del asunto señala que los bancos saldrán pronto del bache, ya que están saneando sus carteras con rapidez y aumentando sus capitales para reforzar su solvencia y darle la vuelta a los resultados mediante reducción de costes y otras medidas similares, que deberían ofrecer un aspecto más saludable a partir de la mitad del año. Todo ello alimenta la ilusión de una crisis de duración más bien corta, lo que proyecta sobre las expectativas bursátiles un clima de perspectivas favorables a medio plazo.
En cuanto a los fondos de inversión, su evolución se mantiene en términos muy similares a los de semanas anteriores, es decir, con pérdidas en torno al 10% en el caso de la renta variable en sus diversas modalidades y con los inversores buscando refugios más seguros en el territorio de los depósitos bancarios, a la espera de que la situación se normalice o incluso mejore.
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