martes, 1 de abril de 2008

El sistema en crisis / Carlos Humanes

A medida que pasan las semanas desde el momento en que se tuvo constancia por primera vez de la crisis de las hipotecas de riesgo estadounidenses y sin saber aún si la economía de este país pagará la factura en términos de crecimiento del Producto Interior Bruto con una recesión en toda regla o con una contracción muy pronunciada, lo que sí queda cada vez más puesto de manifiesto es que estamos presenciando el final de un modelo financiero concreto.

Ese que se apoyaba en el uso ‘a destajo’ de productos derivados como elementos básicos en la cobertura de los posibles riesgos contraídos. Quizá por eso, lo que empezó siendo una enfermedad limitada, como hemos dicho antes, a las hipotecas basura, se extiende ahora hasta otros territorios inicialmente alejados del foco primario del mal.

Al fin y al cabo, toda la estructura en la que se basaba esta operativa parecía partir de la base de que la economía estadounidense, modelo a seguir de flexibilidad y desregulación, no iba a dejar de crecer nunca para solaz de sus incondicionales, que defendían también que existía todo un entramado de corporaciones e instituciones suficientemente sólido para asegurar un buen final a todas las operaciones que se pusieran en marcha.

Hace un mes, sin embargo, estalló la crisis de las aseguradoras privadas de riesgo y al hacerlo envió un mensaje claro. Las dudas sobre el futuro no se restringen a los famosos créditos hipotecarios. Pueden haber muchos otros frentes. En los últimos días empieza a atisbarse uno de ellos.

Las posibles dificultades de algunos bancos para cobrar los voluminosos préstamos que se concedieron a muchos fondos de inversión, en cualquiera de las distintas modalidades en las que se presentan en sociedad, para acometer operaciones de fusión y adquisición de empresas, muchas de ellas de gran envergadura.

Un informe de Deustche Bank ha cifrado en 200.000 millones de dólares el volumen de dinero correspondiente a estos créditos que los bancos conservan en balance. Y estos mismos expertos también avanzan que las entidades, tendrán que anotarse pérdidas de, al menos, 9.000 millones de dólares como consecuencia de estos préstamos difíciles de cobrar.

Además, un estudio de Bank of America, más optimista, explica que los bancos estadounidenses han conseguido reducir su exposición a estos préstamos a 129.000 millones de dólares. Muchos menos que los 163.000 que tenían el año pasado. Claro que, para conseguirlo, han tenido que vender los créditos, a algunos hedge funds, por cierto, a un precio que representaban el 80% del nominal.

El mismo informe cifra también en 73.600 millones de dólares el volumen de deuda de alto riesgo, en poder de las entidades financieras estadounidenses. Un papel, por cierto, que en este momento resulta bastante complicado colocar.

En definitiva, lo cierto es que la actual situación, tal y como se manifiesta por ahora, plantea todavía muchas incertidumbres. Tantas, que los expertos menos optimistas advierten de la casi plausible posibilidad de que aparezcan en el horizonte próximo nuevos e inesperados disgustos que recrudezcan el ya complicado panorama.

Y mientras, en lo que a la orografía financiera española se refiere y pasadas ya las elecciones y las festividades de la Semana Santa, se recomienda mantener plenamente activos todos los códigos de alerta. Sobre todo por los posibles efectos negativos que pueden tener sobre las cuentas de algunos bancos y cajas los problemas de ciertos promotores inmobiliarios a quienes la crisis actual ha afectado con especial dureza.

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