jueves, 10 de abril de 2008

Previsiones a la baja / Primo González

Ya no está Rodrigo Rato al frente del Fondo Monetario Internacional, por lo que las previsiones económicas del organismo internacional, dirigido ahora por un socialdemócrata francés, Dominique Strauss-Kahn, difícilmente podrían ser tildadas de catastrofistas o desestabilizadoras para el Gobierno de Zapatero. El FMI ha dicho que España puede aspirar este año a crecer como mucho un 1,8% y el año próximo, el de 2009, un 1,7%.

Es la previsión más baja de cuantas se han venido difundiendo en las últimas semanas, de forma que España, la economía española, ha entrado en una fase delicada, que de momento no es una recesión (no hay reducción del PIB), pero sí una desaceleración en toda regla. Un frenazo propiamente dicho, ya que las cifras, de ser más o menos las que finalmente resulten, implican reducir a la mitad o algo menos el ritmo de crecimiento medio de los últimos años, con todas las implicaciones que ello va a tener para el empleo.

Y, sobre todo, son cifras que nos sitúan al mismo nivel o por debajo del crecimiento medio de la Unión Europea. En los últimos años, España ha crecido en torno a un punto del PIB por encima de la media comunitaria o incluso más. Perder este diferencial es realmente lo que más debería preocupar a los responsables de la conducción de la economía.

Naturalmente, al Gobierno español le ha parecido pesimista o muy pesimista esta valoración del FMI, que de momento no comparte, aunque carece de la suya propia actualizada. Solbes no ha movido la previsión oficial del 3,1%. Se supone que en junio tendremos una previsión más realista. Hace tan sólo dos días, el Servicio de Estudios de BBVA había establecido el récord anterior de recorte de previsiones al situar la suya entre el 1,7% y el 2,2%, con un escenario central del 1,9% para este año.

Para el año 2009, la previsión de esta entidad oscilaba entre el 0,8% y el 2,0%. A medida que se van acercando los periodos de referencia es lógico esperar que las previsiones adelantadas estén más afinadas, de forma que nos estamos encontrando ya con cifras que se parecerán mucho a la realidad. De hecho, el primer trimestre del año ya ha transcurrido y pronto tendremos las primeras aproximaciones.

En breve vamos a conocer las medidas que el Gobierno aprobará en su primer Consejo de Ministros, en línea con las anunciadas por Zapatero en el debate de investidura, unas medidas que Rajoy se apresuró a calificar de “parches”, pero que habrá que valorar en todo detalle cuando se lancen de forma efectiva. Tendría razón el líder de la oposición si el Gobierno se queda solamente en unas meras medidas que todo lo más lograrán suavizar la intensidad del frenazo, en especial en algunos sectores como la construcción.

Por desgracia para la economía española, su dinamismo está comprometido por cuestiones más de índole estructural que las derivadas del frenazo en la actividad constructora, que ya de por sí puede ocasionar serios problemas en la medida en que ha sido el pivote sobre el que se ha construido la reciente fase de expansión de la economía.

El renovado presidente ha adelantado su propósito de mantener reuniones inmediatas con los agentes económicos y sociales, es decir, con representantes de empresarios y trabajadores, para reformar todo aquello que sea necesario para que la economía funcione con mayor grado de eficacia.

En estas reformas es en las que residirá la verdadera capacidad de la economía española para desmentir las negativas previsiones que manejan los diversos organismos, públicos y privados.

El grado en el que los factores internos y externos tengan la culpa del desfallecimiento del crecimiento económico ha sido objeto, siempre lo es, de valoraciones muy dispares, pero todo parece indicar que si España aspira a mantener el diferencial positivo de crecimiento frente al conjunto de la Unión Europea, tendrá que ponerse a la tarea de mejorar las virtudes domésticas. Es decir, buscarle un sustituto sólo al sector de la construcción.

La actividad constructora, especialmente la residencial, tiene mucho futuro por delante, pero al ritmo de 800.000 viviendas anuales es impensable que pueda seguir el país, por lo que una puesta en velocidad de crucero debería conducir a medio millón de casas poco más o menos, que sigue siendo un buen soporte para la actividad del sector y para las necesidades de la demanda, una vez se ajuste el actual desfase entre oferta y demanda, que debe ser considerable.

Hay quien dice que tardará dos años en reequilibrarse. El reto de la economía, en todo caso, será encontrarle un sustituto a este sector, que ha sido el polo de crecimiento económico del país en los últimos años.

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