martes, 1 de abril de 2008

Sin fraudes no hay paraíso / Roberto Velasco *

Llevan una temporadita los pobres multimillonarios que no pegan ojo, agobiados por el cambio de ciclo económico, los volatines de las Bolsas mundiales, el hedor que despiden las hipotecas basura y la imperdonable conducta de las entidades financieras que las han desparramado por medio mundo sin el detalle de habérselo advertido previamente.

Y hay que entenderles, porque a las preocupaciones y cuidados que desde la época de los faraones reclaman las grandes fortunas, unos desvelos que ni por las flores de pitiminí, se suman cada día conductas lamentables de gentes que, pese a toparse diariamente con la madre de todas las evidencias, no acaban de aceptar la filantrópica y por muchos motivos imprescindible función que las montañas de dinero desarrollan en las sociedades modernas, especialmente cuando están en manos privadas y libres de impuestos.

Un buen ejemplo del permanente sinvivir en el que las decisiones de algunos desaprensivos colocan a estas personas, porque aunque algunos aparezcan en la lista de 'billionaires' de Forbes estamos hablando de personas, es la compra por parte de los servicios secretos alemanes de un CD, un simple CD, que al parecer contiene un completo listado de más de mil honrados ricos alemanes, junto a otros centenares de británicos, estadounidenses, españoles, italianos, canadienses, suecos, australianos y neozelandeses.

Todos ellos tienen en común unos cuantos envíos de dinero, tampoco tantos, en busca de protección fiscal exterior, que no deja de ser una forma de exilio económico, en un pequeño banco de nombre LGT sito en el Principado de Liechtenstein y cuyo propietario es, precisamente, el príncipe Alois de Liechtenstein, espabilado y joven jefe de un Estado soberano en el que conviven sin problemas de integración su casa real, 32.000 personas y más de 70.000 acaudaladas fundaciones pertenecientes a personas desconocidas, de puro tímidas, para las haciendas públicas.

Y a lo que vamos, se preguntan estos esforzados patronos: ¿Cómo es posible que una República Federal Alemana, que se dice seria, tolera que sus espías utilicen 5 millones de euros del Presupuesto federal (es decir, ¡dinero de los contribuyentes!) para comprar una información secreta de un país vecino que, en uso de su soberanía, da su asilo al dinero perseguido por sabuesos hacendistas y que, además, no considera delito el fraude fiscal?

Más aún, lo que no tiene calificativo posible es que le hayan dado ese dinero a un ex empleado desleal del príncipe, dos veces condenado por robo de información confidencial, un tipejo llamado Heinrich Kieber, más conocido por sus alias 'Enrique' y 'Henry', que empezó su brillante carrera delictiva como administrador de una empresa en Barcelona (qué raro...) doce años atrás, poco antes de incorporarse al banco LGT como (ojo al dato) traductor de español.

Pues nada, resulta que la judicatura alemana ha empezado a invitar a té con pastas a los más de mil ciudadanos fiscalmente distraídos y, por si la cosa no fuese ya suficientemente grave, está enviando información a otros Estados con multimillonarios también tributariamente despistados, lo que ya es un completo escándalo.

Porque, vamos a ver, ¿no habíamos quedado en que los servicios secretos están para librarnos de los enemigos exteriores, a base de espionaje y contraespionaje? ¿No lo dicen así las películas, desde lo de Mata Hari? ¿Qué hacen delatando a probos ciudadanos cuyo único descuido es no haber pagado religiosamente los abusivos impuestos que pretenden incautar unas fortunas honradamente amontonadas? ¿No se dan cuenta de que todo este jaleo es, la mayoría de las veces, producto de confundir de buena fe la elusión con la evasión, tan fiscal una como la otra?

Además, ya dijo Montesquieu que «una cosa no es justa por el hecho de ser ley, sino que debe ser ley por el hecho de ser justa», y esto de los impuestos huele a confiscación desde los mismísimos diezmos y primicias.

Luego, continúan irritados, están todas esas historias para no dormir de los paraísos fiscales, las fundaciones tapadera, el lavado de dinero de color y demás cuentos con los que tratan de enlodar a las ejemplares autoridades de Bahamas, Bermudas, Islas Caimán, Mónaco, Andorra o Liechtenstein. sólo porque no se cobran impuestos sobre la renta de las personas físicas o sobre las plusvalías del capital.

¡Resulta que los políticos sacan pecho todos los días anunciando reducciones de impuestos y, en paralelo, se toman represalias contra quienes ya los han eliminado totalmente! No se entiende. Además, ¿no condecoran cada mes a algunos ilustres patriotas, deportistas de supuesta elite, que tienen en esos mal llamados paraísos sus domicilios fiscales? ¿O qué pasa, que lo nuestro es un puro delito y lo de esos empujapelotas es una inteligente planificación fiscal que permite aprovechar la escasa armonización internacional en materia tributaria?

Es curioso cómo se ceban con nosotros, afirman, por cuidar de nuestros dineros: 'Hasta la ética te sacan a relucir, como si no tuviéramos bastante con luchar a brazo partido contra unos marcos legales apremiantes y unos jóvenes 'brokers' mileuristas con tantas ganas de dejar de serlo que te hacen un agujero negro en la fortuna al menor descuido'.

Y es verdad que tampoco se valoran en su justa medida los efectos benéficos que la multiplicación de las grandes fortunas tiene en las capas sociales menos favorecidas: como recordó con una frase muy gráfica John Kenneth Galbraith al escribir sobre la cultura de la satisfacción, «si uno alimenta al caballo con avena de sobra, algo acabará cayendo al camino para los gorriones».

Pues ni así. Ahí está también la OCDE, que parece mentira que reúna a los 30 países más ricos del planeta, afirmando que algunos paraísos fiscales, como Andorra, Mónaco y Lichtenstein, son «no colaboradores», es decir, impenetrables informativamente, dejando caer que en muchas ocasiones encubren delitos mucho más graves que el fraude fiscal. Pues ellos sabrán, dicen los descendientes de Creso, porque nosotros vamos a lo que vamos y en lo único que estamos de acuerdo con esa organización es que sin fraudes no hay paraíso posible, ni terrenal ni financiero.

A la OCDE le encantaría, añaden, que todos los gobiernos hiciesen lo que el finlandés y el sueco, que publican habitualmente en la prensa la lista de las personas relevantes del país junto con su declaración de la renta y patrimonio, una manera de proceder que sólo podemos disculpar por el efecto que debe de causar en el cerebro de los políticos nórdicos la climatología extrema de esos países.

En todo caso, si quieren debatir de verdad sobre moralidad económica, ¿por qué no empiezan por sacar a la luz las elevadísimas indemnizaciones y escandalosos sueldos de algunos altos ejecutivos? ¿Tiene alguna justificación, por ejemplo, que el presidente de Porsche ganara el año pasado 56 millones de euros, unos 9.000 millones de pesetas? ¿Y qué pasa con la pareja de estafadores españoles que ni van a la cárcel ni devuelven el dinero estafado?

Mucha hipocresía es lo que hay, se quejan los propietarios de grandes fortunas, mientras dan los primeros pasos para regularizar sus asuntos pendientes con la Hacienda pública en Berlín, Roma, París, Londres o Madrid. Lo que puede valer un CD.

* Catedrático de Economía Aplicada en la UPV

1 comentario:

  1. Well said.

    Meanwhile there is an international search warrant for Heinrich Kieber. For more info, click here.

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