lunes, 12 de mayo de 2008

Cajas de ahorros, ¿al borde del abismo?

MADRID.- ¿Es la crisis financiera? ¿Es la propia, aquella cuya existencia el Gobierno se empeña en negar una y otra vez, la desencadenada por el crack de la construcción? ¿Es una combinación de ambas? Sea cual sea la respuesta, lo cierto es que parece que no corren buenos tiempos para las cajas de ahorros, sobre todo para las medianas y pequeñas, según www.estrelladigital.es

Las grandes, como La Caixa o Caja Madrid, son excepciones. Tienen potencia financiera suficiente para afrontar muchas cosas y sus balances están bastante saneados, no solo en relación al conjunto de cajas españolas, sino también en términos comparativos con la banca. Pero las pequeñas y medianas son harina de otro costal.

Desde hace casi un año, el Banco de España viene sometiendo a una vigilancia especial a las cajas de ahorros, algunas de las cuales, como Caja Sur, ya habían recibido en el pasado serias advertencias por parte del supervisor acerca de la excesiva concentración de riesgos crediticios en el sector inmobiliario. Con algunas de estas entidades, incluso, el Banco de España viene siguiendo la política de someter a un estrecho escrutinio sus estrategias de inversión. Las cosas, por tanto, están para pocas bromas.

La crisis internacional, ciertamente, ha tenido su impacto en los problemas por los que atraviesan ahora las cajas. El grifo financiero también se cerró para ellas, pero las cosas, en este sentido, parece que empiezan a remitir.

Si hace apenas un mes Caja Madrid se las veía y se las deseaba para colocar en los mercados emisiones de cédulas hipotecarias, estos, ahora, ya empiezan a aceptarlas, como han comprobado positivamente la propia Caja Madrid, La Caixa o Caixa Catalunya una vez que la niebla de la crisis empieza a despejarse y se puede comenzar a distinguir entre lo que es polvo y lo que es paja. Podría decirse que la primera oleada empieza a llegar a su fin.

Lo malo en el caso español es que está llegando una segunda oleada de crisis para las cajas, la relacionada con la caída de la construcción. Recientemente, las cajas de ahorros andaluzas han pedido al Gobierno que modifique la ley que regula las inversiones del Fondo de Reserva de la Seguridad Social, la hucha de las pensiones, con el fin de que los recursos con que el fondo está dotado puedan invertir también en cédulas hipotecarias o bonos de la banca ante lo que dicen falta de liquidez en los mercados financieros. Incluso, una de ellas, Unicaja, ha llegado a pedir que el Gobierno utilice ese dinero para adquirir viviendas sin vender.

La conclusión es inmediata: aquí el problema ya no es tanto la crisis financiera internacional como los problemas en los balances de las cajas de ahorros, muy cargados de préstamos inmobiliarios que ahora ven difícil cobrar.

Para complicar más las cosas, ahora llega el impacto de eso que el Gobierno llama desaceleración económica y el Partido Popular tilda de crisis con todas las de la ley. Se llame como se llame, lo cierto es que la morosidad está empezando a crecer, no solo como consecuencia del rosario de quiebras de empresas inmobiliarias, sino por las circunstancias generales de la economía que están mermando la capacidad de afrontar los créditos tanto de las empresas como de las familias. Unos créditos que, por otra parte, ahora se conceden con cuentagotas.

La imagen de inmigrantes acudiendo al banco a entregar las llaves del piso ante la imposibilidad de seguir afrontando el pago de la letra empieza a ser desgraciadamente habitual. Los anuncios de personas que venden una vivienda por lo que les queda de pagar de hipoteca también comienzan a proliferar. Y las casas de tarjetas de crédito empiezan a notar un incremento en los impagos. Todos éstos son síntomas claros de la que está cayendo y la que está por venir para las cajas. Pero, ¿por qué todas estas circunstancias tienen que suponer situaciones más que serias para muchas de ellas?

En esencia, los problemas se deben tanto a la excesiva concentración de riesgos crediticios en el sector inmobiliario como a la debilidad estructural de muchas de las cajas de ahorros españolas fruto de su reducida dimensión. Un experto del mundo de la banca y las finanzas que prefiere mantenerse en el anonimato comenta que las cajas de ahorros pequeñas están expuestas a serios problemas, debido al reducido tamaño de su balance y a que carecen de activos que vender para poder sanearlo.

Este experto estima que en cuanto se produzcan dos trimestres malos en términos de resultados, las cajas pequeñas van a sufrir mucho y la única salida que ve para las mismas es que se embarquen en procesos de concentración, que, con toda probabilidad, promoverán el Banco de España y los gobiernos regionales, para que se salven.

Después de años y años sin hablar de ello, en Castilla y León vuelve a intentarse la reordenación del sector para dejar dos grandes cajas en torno a dos pilares: Caja Duero y Caja España. Pero hay casos especialmente complicados. Por ejemplo, en Castilla-La Mancha sólo hay una entidad, la Caja de Castilla-La Mancha, también en dificultades. ¿Con quién se fusionaría para evitarse problemas? ¿Estaría dispuesto el Ejecutivo castellano-manchego a perder su control así como así a causa de una fusión?

Las cajas de ahorros medianas también tienen lo suyo, pero la situación de muchas de ellas puede no ser tan desesperada. Muchas de estas cajas cuentan con inversiones en participaciones empresariales que podrían vender en caso de necesidad. Caixanova y la Caja de Ahorros del Mediterráneo poseen, cada una de ellas, un 5% del capital de Unión Fenosa que podrían enajenar en caso de necesidad. La BBK tiene el 7,8% de Iberdrola y Bancaja el 6% que también podrían movilizar en caso de ser necesario.

Por tanto, a lo que se enfrentarían, en caso de dificultades, es a la pérdida de parte de sus activos para sanear sus balances, y punto. Pero las cajas pequeñas, que suponen más de la mitad de las 49 cajas de ahorros que existen en España, no cuentan con semejante posibilidad. El futuro para ellas podría empezar a pintar bastante negro.

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