domingo, 18 de mayo de 2008

La quiebra de un sueño británico / Íñigo Gurruchaga

En una inteligente novela de J. G. Ballard, "Noches de cocaína", que tiene como escenario una ficticia urbanización en la Costa del Sol, el protagonista describe a la empresaria inglesa que es dueña y siniestra señora del lugar de una manera que puede extenderse a la visión que los británicos tienen de la vida en la costa española: «encantadora, agradable y totalmente corrupta».

Ballard publicó la novela en 1996 y en su urbanización viven un retiro de paradisíaco aburrimiento gerentes de banco, contables o magnates menores del cine, más médicos, abogados o hippies reconvertidos que aún tienen que trabajar, sirviendo a los rentistas, para ganarse la vida.

El retrato sociológico corresponde a los años noventa, pero el cambio ocurrido en la última década aún no tiene su novela. Aunque en 1992 un culebrón televisivo de la BBC, Eldorado, que contaba las peripecias de una comunidad de británicos en una ficticia urbanización en Coín (Málaga), fue retirado de antena por su fracaso para captar audiencias, el sueño de la vida en las costas se extendió más allá de los propietarios de yates.

Los turistas estacionales que se habían beneficiado de la expansión del paquete de vacaciones baratas en los años setenta y ochenta también aspiraban a fijar allí su residencia, con Alicante y Málaga como destinos predilectos.

Funcionarios, bomberos, jubilados con una sola pensión, querían ahora vivir donde hay sol y la vida es más tranquila, entre simpáticos españoles. Y, además, la gran inflación de la vivienda en Reino Unido y la fortaleza de la libra con respecto al euro les permitía pagárselo.

Hubo otros factores añadidos: los vuelos de bajo coste, el tratamiento benigno por el fisco británico de la segunda residencia en el extranjero como si se tratase de un plan de pensiones y la popularización en programas de la televisión británica de la posibilidad de hacerse millonario con el negocio relativamente simple de comprar para alquilar.

El esfuerzo más serio de entender las consecuencias de esta nueva oleada lo realizó, en octubre del 2005, la Oficina Española de Turismo en Londres. El estudio analizaba el impacto que esa expansión y el alquiler alegal de las viviendas entre británicos estaba teniendo en el sector turístico. En el 2005 se vendieron dos millones de paquetes turísticos menos que en el 2001, aunque el número de turistas era superior.

Y, según la estimación del estudio realizado por Ignacio Vasallo y Carmen Hernández, los británicos eran propietarios de medio millón de viviendas en España y estaban adquiriendo anualmente unas cincuenta mil. Según el Foreign Office, más de un millón de británicos viven en España durante buena parte del año o de modo permanente.

En el último año, la libra ha caído un 16% con respecto al euro y ha creado dificultades a pensionistas británicos que tienen que pagar una vida más cara por la inflación de alimentos y servicios básicos y a veces una hipoteca española en euros. Y los vuelos que permitían el ir y venir de Reino Unido a España son ahora más caros.

Bancos británicos que ofrecían hace unos meses préstamos hipotecarios del cien por cien del precio de la vivienda han subido los tipos de interés y se encuentran con clientes que no pueden pagar. Despachos de abogados británicos desarrollan ahora ramas para ejecutar embargos por bancos españoles a británicos que han regresado a Reino Unido ante las apreturas.

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