miércoles, 4 de junio de 2008

La subasta de previsiones / Primo González

La subasta de previsiones económicas está en toda su intensidad y es interesante ver cómo las diferencias entre los ponentes se aprietan a medida que se acercan las fechas objeto de la previsión. Cuanto más cerca estamos del final del año 2008 y de las uvas para recibir al año 2009, más nubes aparecen en el horizonte, sobre todo en lo que atañe al año 2009, que va a ser el auténtico perdedor de la batalla, aunque la segunda parte del año 2008 se presenta también complicada.

En fin, una reñida disputa entre los pesimistas y los realistas, por un lado, y entre los cortoplacistas del regate en corto y los medioplacistas del recorte gradual y suave.

La polémica entre los de la crisis y los de la desaceleración, incluso la desaceleración aguda, está pasada de moda. Muchos se han perdido en la retórica, otros en la semántica, los más sencillamente en el Diccionario. La situación económica es, sencillamente, mala y los paños calientes de quienes han querido dulcificarla (Gobierno en cabeza) han chocado frontalmente con la credibilidad de los pacientes ciudadanos.

Para calibrar el éxito de los aficionados a las medias verdades, los que han querido insistentemente aderezar con dosis de optimismo lo que sucede en la economía, no hay más que leerse los resultados de los indicadores de confianza (el más utilizado de los cuales lo ha jaleado este mismo Gobierno, la encuesta del ICO), que se han hundido en mínimos históricos. Viendo esto y lo que hace el consumo (caídas del 20% al 30% en numerosos indicadores socialmente muy representativos), el fracaso de los optimistas parece más que evidente.

Por lo que se está viendo, las posiciones dominantes se van decantando por un ajuste más bien rápido, concentrado en la segunda parte del año 2008 y primeros meses de 2009, con posibilidades de rozar el crecimiento cero en tasa anual, aunque todavía nadie ha osado mentar la cifra. Todo lo más, se habla cautamente de “algo por debajo del 1%” o un más sincero y pesimista y menos comprometedor “por debajo del 1%”. La hipótesis está referida sobre todo a la segunda mitad del año en curso, es decir, a la vuelta del verano.

Para el año 2009, las previsiones arriesgan menos, pero a duras penas van por encima del 1%, aunque algunos se acercan bastante, lo que significa que la curva del miniciclo estará ya en sentido ascendente para mediados o finales del año que viene.

De momento, no hay grandes compromisos políticos en el horizonte, es decir, no hay generales, lo que significa que la política no debería turbar en demasía (algo lo hará, de todas formas, con las autonómicas y algún otro visitante inesperado, si es que al final se presenta) el curso de las cosas, o sea, que el Gobierno de Zapatero y de Solbes tienen, en lo económico, cierta capacidad de arriesgar políticas económicas no diseñadas sólo para la galería, es decir, hablando en cifras, deberían tener menor presión sobre el gasto para estar en condiciones de articular medidas fiscales estimulantes.

Al Gobierno español, sea del color que sea, no le quedan muchos mimbres (“márgenes”, como se dice ahora) para tomar parte activa en la regulación económica, pero le quedan.

No hay tipos de interés que echarse a la boca (los fija el Banco Central Europeo y, por suerte, España está liberada de tal función, ya que con una inflación superior al tipo básico de interés estamos claramente sobredimensionados en estímulos monetarios), por lo que pocos se pueden quejar del hipotético o presunto elevado coste de la financiación.

Los tipos de interés españoles son negativos, es decir, están en torno a, o por debajo de, la inflación.

La panoplia de instrumentos de apoyo a la reconstrucción de las expectativas económicas quizás debería empezar por el sano ejercicio de realismo de reconocer la verdadera situación, lanzando mensajes más creíbles. Este Gobierno acaba de ganar unas elecciones generales pero ha perdido la batalla de las expectativas económicas y le urge recuperar la iniciativa en este vidrioso terreno.

Echar mano del gasto público no va a ser la mejor medicina (lo de los 400 euros, se ha visto, ha tenido muy escasa influencia, a pesar de que la gracia nos cueste a los españoles 6.000 millones de euros, es decir, cerca del superávit de la Seguridad Social que se aporta cada año al Fondo de Reserva de las Pensiones) y, por el contrario, reducir los gastos previstos, podría ser una buena receta que aportaría bastante credibilidad a los gobernantes económicos y políticos.

¿Por qué no se presenta un Presupuesto 2008 corregido y ajustado a las nuevas posibilidades de la economía española?

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