viernes, 13 de junio de 2008

Esto es un caos / Lorenzo Bernaldo de Quirós

Este viejo y glorioso país ha entrado en una fase económica y social dramática ante la pasividad del gobierno. La situación se deteriora a marchas forzadas. Los últimos datos de inflación y de paro son desoladores. En unos meses se ha volatilizado el superávit presupuestario. El déficit exterior se incrementa... Todo va mal e irá peor porque la crisis sólo acaba de comenzar.

Este análisis "antipatriótico" es desgraciadamente real. Si, como será, la economía española entra en el túnel del tiempo con una marcha turbo hacia atrás, los avances, la convergencia de nuestro nivel de vida con los países más prósperos de nuestro entorno sufrirá una parálisis y un retroceso sustancial. Tenemos un mal gobierno para una pésima situación, un verdadero drama.

En este contexto, los transportistas, los pescadores y, ahora, los taxistas se han echado a la calle para que el Estado, esto es, el resto de los españoles les compensemos porque el precio del petróleo ha subido. ¿Por qué no debe introducirse mecanismos de compensación a las familias por el encarecimiento de los alimentos, de las hipotecas etc.? Esto es un disparate.

Después de la fiesta viene la resaca y es imposible evitarla. De lo contrario se camuflará la realidad, se impedirá el ajuste y la crisis será larga y duradera. Ya no se trata de evitar una recesión sino que ésta sea corta y lo menos dolorosa posible. Pues bien, el gobierno no está haciendo nada para impedir que la economía española se convierta en un enfermo crónico.

No hay que ceder al chantaje de los huelguistas y hay que combatir la violencia. Si el gabinete Zetapé no actúa en esa dirección sentará las bases para una explosión de reivindicaciones crecientes e infinitas de todos aquellos grupos y colectivos que se consideren golpeados por la crisis.

La primera obligación de cualquier gabinete es mantener el orden público e impedir la violencia contra las personas y las propiedades. Cuando esto no sucede, el caos y la violencia se convierten en instrumentos legítimos y se destruye el orden social.

Esto suena muy "fuerte" y apocalíptico pero es la cruda realidad.

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