lunes, 30 de junio de 2008

Cazado a lazo / Carmen Tomás

El martes fue para la economía española uno de esos días que pueden calificarse de negros y sin exagerar. Los malos datos se fueron sucediendo por horas hasta el remate final con la caída de la bolsa que vino a sumarse al desastre para pergeñar el aciago día. El vicepresidente económico desmentía al presidente con su peor predicción sobre la evolución de la economía este año y sobre todo el que viene.

El ministro de Trabajo le ponía unas cifras al paro para temblar, aunque muchos piensen que aún se quedó corto. El secretario de Estado de Hacienda ofrecía las cifras de las cuentas públicas, con caídas importantes en la recaudación por IVA, por el Impuesto de Sociedades y la factura del petróleo que prácticamente liquidaban el famoso superávit, ese que nos iba a salvar de todos los males, para dejarlo en apenas 2.000 millones de euros.

Por si fuera poco, las transacciones de viviendas han superado en el primer trimestre el 30 por ciento de caída. Y el gobernador del Banco de España tildaba de insuficientes las medidas anunciadas unas horas antes por Zapatero. Para rematar la jugada, Solbes reconocía ahora que la medida de los 400 euros fue un error de previsión, que ahora no lo haría y que en todo caso la retracción galopante del consumo se debe a unos desbordados ciudadanos. Es decir que nos hemos puesto excesivamente nerviosos. Hay que tener la cara muy dura, porque el Gobierno sabía desde luego desde principios de 2007 lo que se venía encima y no sólo no hizo nada sino que nos engañó. Algo que por cierto continúa haciendo.

Pero con todo esto, lo que me pareció más lamentable del día es que al presidente del Gobierno le hayan tenido que llevar a lazo al Congreso para contar a los ciudadanos lo que está pasando y qué piensa hacer para remediarlo. Y pero aún, tras el acuerdo logrado por todos los grupos a petición del PP, nos quisieron vender desde el PSOE que había sido el presidente el que se había ofrecido a acudir al Parlamento. Y luego nos piden, casi exigen, que tengamos confianza, cuando no hay forma de que admitan la realidad y la afronten lo antes posible y con sensatez

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