lunes, 21 de julio de 2008

Habemus crisis / Juan Ignacio Sanz*

A los españoles nos gusta pasar de un extremo al otro. Ocurre en el fútbol en particular y en la vida en general, política incluida. Y, por el camino, nada de nada. Me explico, de no reconocer la gravedad de la situación durante prácticamente un año, hemos pasado a apreciarla en toda su inmensidad, hasta el punto de que cualquiera diría que todos los políticos se empeñan en ser el que mejor traslado dé a la ciudadanía de su explicación del escenario actual. Eso sí, ya nadie duda en calificarlo de crisis en toda su complejidad.

Lodo un año y no se ha hecho nada de nada. Más en concreto, ha transcurrido un período parlamentario durante el que todos andaban preocupados en otras cosas más importantes, intuyo, que la situación económica nacional. Antes de las elecciones, la preocupación y, por una vez ocupación también, generalizada de los partidos era la preparación de la contienda al Parlamento nacional y, después, tras la justificación del éxito obtenido por cada uno en su propia lectura electoral, se echaba encima la finalización del período parlamentario y no daba tiempo para más.

A las pruebas me remito, pues desde el 9 de marzo sólo ha dado tiempo para la aprobación parlamentaria del Tratado de Lisboa, en apoyo, por otra parte, de un incierto futuro a una unión supranacional de la que cada vez menos europeos participan ya.

Lo que es cierto, y en esto me apunto a las palabras del Profesor de Esade, Fernando Ballabriga, es que la crisis, de tan compleja que es, parece una crisis perfecta, con un agravante, como es que la española participa de dos frentes: uno primero, que tuvo su origen y que aún pega coletazos en el sistema financiero internacional y, otro segundo, de índole estrictamente nacional, y que se hubiera producido aún incluso en un entorno de certeza y bondad de los mercados a nivel internacional.

Ese segundo frente, se ha agudizado aún más si cabe por la presentación por el grupo inmobiliario Martinsa de su solicitud concursal o, en otro caso igualmente grave, por el expediente de la aerolínea Spanair de regulación laboral, es consecuencia de un modelo de crecimiento nacional que, como los motores mecánicos, se tenía que acabar por gripar. Y, efectivamente, se ha acabado por gripar. Pero de una forma tan intensa que, hace sólo escasos meses, nadie podía imaginar.

Y la solución, creo yo, quizá requiera algo más que las medidas anunciadas en los Parlamentos nacional y autonómico para afrontar la realidad. Si hace un mes era el Presidente del Gobierno el que lo hacía en el Congreso, esta semana ha sido el Presidente de la Generalitat el que asumía el reto, en comparecencia en el Parlamento autonómico catalán, de presentar las medidas económicas para hacer frente a la crisis; entre ellas, destacan las medidas de contención del gasto corriente de la Generalitat, con la congelación de los altos cargos del gobierno y empresas públicas en los presupuestos de 2009.

Además, no se sustituirán las vacantes producidas ni el personal que cause baja en la Generalitat, salvo en el caso de servicios públicos básicos, al tiempo que se prevé la reducción en un 25 por ciento de gastos de protocolo, publicidad, estudios y comunicación.

Desconozco si la reducción es la necesaria respecto del incurrido en la actualidad, si debería ser menos o, quizá, puede que incluso más. En todo caso, creo que se habrá hecho con racionalidad. Lo que me pregunto es por qué, en ese caso, no se hizo con anterioridad.

Por lo demás, durante esta semana que hoy concluye se ha abierto la caja de los truenos. Perdón, quería decir la de los previos de la negociación de la financiación y la publicación de la balanza fiscal. De entrada, los datos publicados por el Gobierno Central no parecen haber sido de la completa satisfacción del de la Generalitat, por lo que se plantea un cambio de estrategia negocial. Que pasa en lo sucesivo por la alianza con los que reciben menos de lo que dan, como ocurre con las Comunidades de Madrid, Baleares y Valencia según se acaba de publicar.

En resumen, se inicia el camino hacia un sistema federal. La diferencia con otros sistemas federales, como el estadounidense, es que aquéllos participan de un mismo sentimiento de Nación. En nuestro caso, Dios dirá lo que puede pasar.

* Profesor de ESADE

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