miércoles, 30 de julio de 2008

Lamy fracasó en su apuesta por poner de acuerdo a miembros de la OMC

GINEBRA.- El director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Pascal Lamy, no pudo ganar su apuesta por poner de acuerdo a los 153 países miembros de su institución sobre las nuevas medidas de liberalización de los mercados internacionales.

Al forzar a los Estados a acudir a Ginebra a negociar, este francés de 61 años, que tomó las riendas de la OMC en septiembre de 2005, se lo jugó todo a una carta tratando de obtener un acuerdo tras casi siete años de negociaciones sobre la liberalización del comercio mundial.

"Porque las oportunidades de éxito superan el 50%", Lamy convocó a finales de junio a los países miembros de la OMC, de los que unos 80 representantes de una treintena de países aceptaron la invitación de ir a Ginebra a partir del 21 de julio.

Tras constatar que las negociaciones patinaban desde el inicio, Pascal Lamy tomó durante los nueve días de discusiones dos decisiones que pudieron cambiar el rumbo de la reunión: convocó a un reducido G7 (formado por Estados Unidos, UE, Brasil, India, Australia, Japón y, por primera vez, China) y puso sobre la mesa una nueva proposición.

Un viento de optimismo invadió Ginebra cuando la mayoría de los siete grandes aceptaron el 'texto Lamy', lo que llevó incluso a uno de sus colaboradores a lanzar un prematuro: "Este hombre ha salvado la Ronda de Doha".

Pascal Lamy, gran corredor de maratones, impuso igualmente su ritmo de trabajo a los negociadores presentes en Ginebra, a los que tuvo encerrados en dos ocasiones hasta las tres de la madrugada para tratar de que acercasen sus posiciones.

Cuando las discusiones no avanzaban, Lamy hacía pasar a los negociadores por el "confesionario" para conocer de primera mano cuáles eran los límites marcados por cada uno y, posteriormente, proponer un texto de compromisos.

Los nueve días de negociaciones en Ginebra suponen la reunión más larga de las mantenidas hasta ahora desde el inicio de la Ronda de Doha.

Lamy finaliza su mandato el año próximo y no se ha mostrado hasta ahora muy entusiasmado con la idea de pedir su reelección a la cabeza de la OMC, asegurando que "no ha reflexionado sobre el asunto".

En 2001 en Doha, este francés, entonces comisario europeo de Comercio y negociador por la UE, fue uno de los principales artesanos del nuevo ciclo de negociaciones, junto con el representante estadounidense Robert Zoellick, actual presidente del Banco Mundial.

Nacido el 8 de abril de 1947, este socialista convencido apuesta por una globalización "enmarcada por reglas". "Los beneficios de una integración mundial sobrepasan los costes", justifica repetidamente.

Lamy aboga por "una competencia más leal" entre Norte y Sur y alienta a los países industrializados a reducir las subvenciones agrícolas más negativas para los intercambios comerciales.

No dudó en criticar abiertamente la nueva ley agrícola estadounidense, votada en junio por el Congreso, que otorga ayudas sin precedentes al sector.

El director general de la OMC, al que le gusta presentarse como la "comadrona" de las negociaciones, o el "confesor" de los 153 Estados miembros, había reconocido que las cinco anteriores reuniones ministeriales en las que participó desde 2001 se habían convertido en penosos desafíos.

"Es como parir cinco veces", confesó.

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