lunes, 21 de julio de 2008

Último intento de la OMC para salvar la 'Ronda del Desarrollo' de Doha

GINEBRA.- La OMC tratará esta semana de conciliar los intereses de países exportadores agrícolas y de bienes industriales para salvar la Ronda de Doha, en un contexto complicado por la crisis alimentaria mundial y bajo la presión de la inminente elección presidencial en Estados Unidos.

Para evitar el fracaso de siete años de negociaciones, los mediadores presentaron enmiendas que apuntan a lograr el mejor acuerdo posible, aunque ya no sea el acuerdo "ambicioso" que preveía inicialmente la denominada 'Ronda del Desarrollo', pactada en Doha (Qatar) a fines de 2001.

Esas propuestas serán discutidas a partir de hoy lunes por los ministros de unos 35 de los 152 países que integran la Organización Mundial de Comercio (OMC), en la sede del organismo junto al lago Lemans de Ginebra.

Al convocar el cónclave, a fines de junio, el director general de la OMC, Pascal Lamy, admitió que la apuesta era arriesgada, pero que la propia anemia de la economía mundial la justificaba.

"La conclusión de un acuerdo para abrir el comercio en las esferas de la agricultura y de los productos industriales traerá consigo un mayor crecimiento y mejores perspectivas de desarrollo (...). No podemos dejar que esta oportunidad se nos escape de las manos", alertó.

La Ronda de Doha surgió como respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, con la pretensión de corregir las desigualdades abismales que se abrieron en el mundo tras una década de ultraliberalismo y de impedir la explotación política de los resentimientos del Sur.

Por eso está focalizada en el Desarrollo, es decir, en el reconocimiento de que todos los países no pueden abrir sus mercados al mismo ritmo y de que los más ricos deben hacer más concesiones.

Un grupo de grandes naciones agrícolas emergentes (el G20), liderado por Brasil e India, se afianzó en este proceso como un nuevo actor de peso en el sistema multilateral.

Pero las buenas intenciones se fueron desdibujando y las tensiones se incrementaron entre el G20 -que exige una reducción sustancial de los subsidios agrícolas de Europa y Estados Unidos- y los países industriales, que reclaman mayor apertura para sus productos en el resto del mundo.

En los últimos meses, con el alza incontenible -e insoportable para muchos pueblos- de los precios de los alimentos y el petróleo, la OMC se ve confrontada a nuevos retos.

"El momento (de la reunión) fue bien y mal elegido al mismo tiempo", señala Sylvie Martelli, del Instituto de Investigaciones e Informaciones Socioeconómicas (IRIS, independiente, con sede en París).

"Mal elegido, porque existen otras preocupaciones que la liberalización del comercio. Pero ésta puede ser también una solución" para evitar disparadas del precio de los alimentos como la actual, dijo la académica.

Martelly ve dos riesgos: que "el Norte siga dando largas a las cosas" y que los grandes emergentes como Brasil, India o China, "tras haber tomado conciencia de su peso, sientan la tentación de evitar hacer concesiones".

En las gesticulaciones previas a las negociaciones, cada parte se mantiene en sus trece.

La UE "agotó sus márgenes de maniobra en el plano agrícola" y quiere obtener "un reequilibrio de las concesiones ya hechas", dijo el viernes la secretaria francesa de Comercio, Anne-Marie Idrac, al final de una reunión de ministros europeos de esa área en Bruselas.

El Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) considera sin embargo "insuficiente" el texto base propuesto por la OMC.

"Nuestra visión común es que el motor de la ronda es la agricultura y que la velocidad de ese motor no está totalmente definida", dijo el lunes tras una reunión del bloque en Rio de Janeiro el ministro de Exteriores brasileño Celso Amorim.

El sábado, ya en Ginebra, Amorim recalcó que al G-20 no se le arrancará un acuerdo en nombre de la urgencia. "Si esperamos (unos años más), obtendremos un mejor acuerdo que éste", declaró.

Por otro lado, las elecciones norteamericanas de noviembre plantean dudas sobre la capacidad del presidente estadounidense, George W. Bush, de negociar acuerdos importantes como el de la OMC, aunque "si se alcanza un acuerdo que satisfaga a todo el mundo, será difícil para el próximo presidente volver atrás", apunta Martelly.

Además, el acuerdo podría "ofrecer un argumento a quienes presentan el desarrollo como una alternativa a la guerra" contra el terrorismo en la que está enfrascado Estados Unidos desde 2001, añade.

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