domingo, 10 de agosto de 2008

Perspectivas económicas en 'L' / Paul Krugman

Los precios de las viviendas están en caída libre. El desempleo aumenta. La confianza de los consumidores está alcanzando profundidades no vistas desde 1980. ¿Cuándo acabará todo? La respuesta es que probablemente no antes de 2010 o después. Barack Obama debería tomar nota.

Es cierto que algunos expertos en pronósticos siguen esperando una recuperación en “V”, en la que la economía se recupere rápidamente de su contracción. Según este punto de vista, uno de estos días volverá a amanecer en Estados Unidos.

Pero si la experiencia de los últimos 20 años sirve de guía, la perspectiva para la economía no tiene forma de “V”, sino de “L”: en lugar de una recuperación, tendremos un periodo prolongado de resultados planos o, en el mejor de los casos, una lenta mejora.

Empecemos por la vivienda. De acuerdo con el índice Case-Shiller, ampliamente utilizado, el precio medio de la vivienda en Estados Unidos caía un 17% el año pasado. Pero estamos deshinchando una enorme burbuja inmobiliaria, y es probable que el precio de las viviendas siga bajando mucho más. En concreto, los precios reales de las viviendas, es decir, los precios ajustados a la inflación experimentada por el resto de la economía, subieron más del 70% entre 2000 y 2006. Desde entonces han bajado bastante, pero siguen estando un 30% por encima del nivel de 2000.

¿Deberíamos esperar que bajen hasta alcanzar ese nivel? Bien, a finales de la década de 1980, Los Ángeles experimentó una gran burbuja inmobiliaria localizada: los precios reales de las viviendas aumentaron aproximadamente un 50% antes de que la burbuja estallase. Los precios empezaron a caer un 25%, lo cual, combinado con la inflación constante, hizo que los precios reales de la vivienda cayesen otra vez hasta el nivel anterior a la burbuja.

Y he aquí el tema: este proceso tardó más de cinco años. Los precios de la vivienda en Los Ángeles no alcanzaron su punto mínimo hasta mediados de los años noventa. Si la actual contracción inmobiliaria sigue el mismo calendario, no veremos una recuperación hasta 2011 o más tarde.

¿Y qué hay de la economía en general? Podríamos sentir la tentación de consolarnos con el hecho de que las dos últimas recesiones, la de 1990-1991 y la de 2001, fueron bastante cortas. Pero en ambos casos, el fin oficial de la recesión fue seguido por un largo periodo de lento crecimiento económico y un aumento del desempleo que a la mayoría de los estadounidenses les parecía una recesión continuada.

Así, la recesión de 1990 acabó oficialmente en marzo de 1991, pero el paro siguió creciendo durante buena parte de 1992, y eso permitió a Bill Clinton ganar las elecciones basándose en la frase “es la economía, estúpido”. La siguiente recesión empezó oficialmente en marzo de 2001 y acabó en noviembre, pero el desempleo siguió aumentando hasta junio de 2003.

Estos prolongados episodios parecidos a una recesión probablemente reflejan la naturaleza cambiante del ciclo empresarial. Las recesiones anteriores fueron más o menos diseñadas deliberadamente por la Reserva Federal, que subió los tipos de interés para controlar la inflación. Las contracciones modernas, en cambio, han sido como resacas después de los brotes de exuberancia irracional: el ahorro y el crédito inmobiliario gratis para todos en la década de 1980, la burbuja tecnológica en los años noventa y ahora la burbuja inmobiliaria.

Poner fin a las antiguas recesiones era fácil, porque todo lo que la Reserva Federal tenía que hacer era aminorar el ritmo. Acabar con las contracciones modernas es mucho más difícil, porque la economía necesita encontrar algo que sustituya a la burbuja pinchada.

A la Reserva Federal, en concreto, le está resultando difícil encontrar tracción en las recesiones modernas. En 2002, se tenía la fuerte sensación de que estaba “tirando de un hilo”: seguía rebajando los tipos de interés, pero nadie quería endeudarse hasta que empezó la burbuja de la vivienda. Y ahora está volviendo a ocurrir. The Onion, como es habitual, daba directamente en el clavo con su reciente titular: “Nación plagada de recesiones busca nueva burbuja en la que invertir”.

Pero probablemente no encontraremos otra burbuja, o al menos una lo suficientemente grande como para alimentar una recuperación rápida. Y esto tiene, entre otras cosas, importantes implicaciones políticas.

Teniendo en cuenta la situación de la economía, es difícil ver cómo puede Barack Obama perder las elecciones de 2008. Una anécdota: esta semana, al pasar por delante de una multitud que esperaba ante una sucursal de IndyMac, el banco que ha quebrado, un conductor gritó al pasar: “¡La economía de Bush no ha funcionado! ¡Ladrones republicanos de derechas!” La multitud lo vitoreó.

Pero lo que la economía da, también lo quita. Si la actual recesión sigue el típico patrón moderno, la economía seguirá deprimida hasta bien entrado 2010, o incluso más; suficiente tiempo para que la ciudadanía empiece a culpar al nuevo titular, y lo castigue en las elecciones de mitad de mandato.

Para evitar ese destino, Obama -si se convierte en el próximo presidente- tendrá que moverse con rapidez y energía para dar solución al descontento estadounidense con la economía. Eso supone otro plan de incentivos, mayor, mejor y más sostenido que el que ha aprobado el Congreso a principios de año. También significa aprobar medidas a más largo plazo para reducir la ansiedad económica: sobre todo, atención sanitaria para todos.

Si me preguntan a mí, no hay mucho suspense en las elecciones de este año: si no comete errores extraordinarios, Obama ganará. Suponiendo que gane, la verdadera cuestión es qué hará con su victoria.

Paul Krugman es profesor de Economía de la Universidad de Princeton.

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