domingo, 10 de agosto de 2008

Reconocer la crisis no es resolverla / Ramón Tamames

El Ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, reconoció, por fin, que la economía española está en situación de crisis; sirviéndose para ello de tres indicadores. El primero, la evolución del PIB, que revisó muy a la baja: 1,6 por 100 para 2008, y 1 por 100 en 2009.

Previsiones muy poco creíbles y menos aún la de que en 2010 estaríamos creciendo al 3 por 100. Pues la tozuda realidad es que en términos de producción, consumo, inversión, etc. estamos en la senda a una recesión; a la que en tasa interanual podría llegarse en 2009, aunque en intertrimestral ya la tenemos aquí, prácticamente, con el 0,1 por 100 del segundo trimestre del 2008.

Sobre el siguiente indicador, el paro, el ministro también continúa con un optimismo excesivo, al prever una desocupación del 10,4 por 100 de la población activa al final del 2008. Lo que no encaja con las tendencias en curso, según las cuales, al iniciarse 2009 superaremos la cifra de tres millones de desempleados, casi un 15 por 100 de la población activa. Todo ello si no hay una política económica eficaz, de la que no existen ni atisbos. Porque las medidas del Gobierno no pasan de ser postelectoralistas o anecdóticas, como se ha visto en el preacuerdo con empresarios y sindicalistas, que como dicen los anglosajones, es puro “wishful thinking”.

El tercer indicador facilitado sitúa la evolución del consumo en fuerte tendencia a la baja, con sólo el 0,7 por 100 en 2008 y el 0,4 en 2009, parámetros estimativos de color demasiado rosa. A poco que se aprecie cómo van desarrollándose los acontecimientos, en términos de caídas profundas en las ventas de bienes duraderos: automóviles, electrodomésticos, vestimenta, calzado, e incluso alimentos.

Las declaraciones ministeriales a que estoy refiriéndome, constituyen todo un “Manifiesto de las ilusiones perdidas”, reconociéndose paladinamente una crisis que ya teníamos a la vista desde hace casi un año. Con la particularidad de que ese reconocimiento empezó a hacerse 24 horas después de haberse celebrado la reunión de Rajoy con Zapatero. De hecho, se retrasaron las informaciones, para no suministrar más datos al jefe de la oposición a efectos de discutir con el Gobierno los temas económicos.

En esa dirección, no tienen sentido unos nuevos Pactos de La Moncloa, porque entonces (1977) estábamos en los comienzos de la transición. Pero sí que hace falta un gran acuerdo nacional del más amplio arco parlamentario, del cual el inquilino de La Moncloa aún no quiere saber nada.

El fondo del incierto panorama que tenemos ante nosotros, radica en una larga serie de incidencias negativas interrelacionadas. Primero, el sector de la construcción, que alcanzó en 2008 una contribución del 16 por 100 al PIB en términos de valor añadido directo; pero repercutiendo con su demanda en toda clase de insumos (áridos, cemento, cerámica, acero, aluminio, cristal, textil, mueble, etc.), en más del 30 por 100 del PIB. Con el resultado de que al caer la actividad constructora, van deprimiéndose los demás sectores en un proceso aún lejos de terminar.

Ese pinchazo inmobiliario está coincidiendo con una fuerte contracción del crédito, derivada de la circunstancia de que tras una política bancaria muy expansiva, que generó fuerte endeudamiento, se ha llegado al límite, con recursos de refinanciación que se hacen cada vez más escasos y costosos. Lo cual obliga a las entidades financieras a reducir el crédito nuevo; que ha pasado de una expansión del 20 por 100 el 2008, a menos del 10, con toda clase de agobios para las empresas.

En ese sentido, deshacerse de un stock de 700.000 a un millón de viviendas nuevas, llevará bastante tiempo. Y todo ello, con una Administración pública que con la faz compungida está viendo cómo se ha fundido el superávit, para entrar en el déficit. Lo que hará cada vez más difícil desarrollar una política keynesiana, de mayores inversiones en infraestructuras, y dentro de un marco de profundas reformas estructurales para ganar en productividad y competitividad; que se han demorado por demasiado tiempo respecto a los mercados laboral, financiero, y energético, así como en las áreas de la fiscalidad y la seguridad social.

En ese contexto complejo, que hace hablar a muchos de “tormenta perfecta”, van a seguir las dificultades de los bancos para afrontar su propio endeudamiento, por las pautas del BCE polarizado contra la inflación, y que apenas facilitará liquidez efectiva a medio y largo plazo. Teniendo que buscarse los nuevos recursos en un interbancario muy menguado, y en financiadores internacionales cada vez menos confiados y más exigentes.

Por lo tanto, la previsión es que tenemos crisis para lo que queda del 2008, in crescendo en el 2009, todavía fuerte en el 2010, y con una recuperación que tal vez sólo se inicie en el 2011. Predicciones que no son ni antipatriotas ni pesimistas. Porque en la prensa internacional podemos encontrarnos con ideas –como las de Wolfgang Münchau, un destacado columnista del Financial Times—, según las cuales España tiene problemas para todo un decenio. Ya iremos viendo.

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