martes, 19 de agosto de 2008

Riesgo país / Juan Velarde Fuertes*

Tenemos en España la tentación en lo económico de considerar al conjunto iberoamericano como algo homogéneo. Pero en lo económico nada de eso sucede. El mundo financiero internacional aclara esto perfectamente. A pesar de estar denominados en dólares de los Estados Unidos, según «The Economist» de 9 de agosto de 2008, los bonos de Brasil a diez años tienen una diferencia —un «spread» o riesgo país respecto al mismo bono del Tesoro norteamericano, de 211; en los de Chile éste es 31; en los de Colombia es de 190; y en los de Venezuela es de 250. Los de México, que no están denominados en dólares, tienen una diferencia de 473. No hay datos para otros.

Existe en esto un gran dinamismo. Seis meses antes, según el semanario económico peruano «Gestión», el mayor riesgo país lo tenían Ecuador y Argentina. Las cifras más bajas corresponden a Panamá —un país dolarizado y abierto a Perú, junto con Chile y también Colombia. Brasil, a pesar de que juega como país a integrarse, con México, China y algún otro en el G-8, se le suele decir miembro del BRIC —Brasil, Rusia, India y China y de tener un fuerte desarrollo, y que su PIB se incrementó un 5,8% en tasa anual en el primer trimestre de 2008, no lograba ya entonces tener un buen diferencial.

Pese a esas señales de alarma, existe, como se ve, una Iberoamérica del futuro. Ha logrado esta favorable situación gracias a una ruptura profunda con el mensaje derivado del estructuralismo económico latinoamericano. México cortó esta tendencia enfermiza con motivo de la crisis de la deuda externa, gracias a una política económica que procede de un conjunto de buenos economistas relacionados con el PRI, como Jesús Silva Herzog pero cuyo mensaje prosigue con el PAN.

En Perú debe leerse el reciente ensayo de Alan García, «La revolución constructiva del aprismo. Teoría y práctica de la modernidad», que a mi juicio enlaza con mensajes que se encuentran nada menos que en John Stuart Mill. Y para explicarnos lo estupendo de lo que sucede en Chile, es necesario leer el libro dirigido por Francisco Rosendo R., «La Escuela de Chicago: una mirada histórica a 50 años del Convenio Chicago Universidad Católica. Ensayos en honor a Arnold C. Harberger» (Ediciones Universidad Católicas de Chile, 2007).

En síntesis, México, Puerto Rico, Panamá, Chile, Perú, Colombia, Costa Rica y seguramente Brasil —leamos, por ejemplo, las posibilidades que se adivinan que llevan a Mittal, como expone Flavia Mouta Fernandez en «El caso de la OPA de Arcelor Brasil S.A.», artículo aparecido en «Revista Iberoamericanas de Mercados de Valores», julio 2008, a efectuar esa compleja operación y Uruguay —tengamos en cuenta su baja morosidad en 2007, según FHI, es la Iberoamérica que interesa. Es la que han salvado los economistas serios.

A ella, y solo a ella, debería dirigirse la acción europea, y es a la que, por ahora, debe vincularse con preferencia nuestra economía. Lo sucedido en la alarmante decisión sobre el Banco de Venezuela, del Grupo Santander, o antes con Repsol en Bolivia, lo prueba. Igual es el caso de Argentina. Véase el atinado editorial de «La Nación» bonaerense de 17 de mayo 2008, «Otro ente condenado al fracaso», refiriéndose a la equivocada decisión oficialista de crear el Ente Nacional de Promoción y Control Comercial Agropecuario.

De ahí el cuidado con que se deben tomar las cifras medias iberoamericanas, porque suelen ser muy poco significativas. Eso, por ejemplo, es lo que empaña algunas aportaciones del, por otro lado, valioso artículo de Alicia García Herrero, «Las economías emergentes ante la desaceleración mundial», publicado en «Cuadernos de Información Económica» julio-agosto 2008. Toda precaución sobre el destino de los ahorros de los españoles ha de ser poca.

*Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid www.abc.es

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