domingo, 21 de septiembre de 2008

Codicia política y respuesta de los ciudadanos / Félix Bornstein

Los sistemas económicos más complejos son también los más frágiles.En la economía global vemos constantemente cómo sus innumerables agentes apenas pueden planificar sus conductas, reajustando sus posiciones de continuo en tiempo real en busca de una predecibilidad de sus efectos que casi nunca se consigue.

Hay demasiados jugadores y muy poco tiempo disponible. Las decisiones individuales suelen neutralizarse unas con otras, por lo que se acentúa la nota de impersonalidad en el funcionamiento conjunto de la economía y parece atenuarse la responsabilidad de los agentes, que a menudo prefieren diluirse en el papel de víctimas pasivas de la situación.

Esta característica dual (complejidad-fragilidad) alcanza su cénit cuando la decisión es tomada por el poder público, ya que entonces despliega todos sus efectos en los mercados, estimulando las reacciones de una pluralidad millonaria de agentes económicos que pueden desconcertar al poder decisor. Lo imprevisto, sobre todo cuando el poder es negligente, irrumpe con toda su fuerza destructiva si los efectos agregados de la medida disipan sus efectos parciales.

Sin embargo, la excusa suele ser la misma que la de los actores privados: los gobiernos apelan a la fuerza irresistible de un deus ex machina de naturaleza impersonal para justificar sus fracasos.

Desde finales de junio, los trabajadores españoles están recibiendo el grueso de la mal llamada paga de 400 euros. La norma que la establece justifica su adopción en la necesidad urgente de que mejore la renta disponible de las familias para estimular la demanda en una «coyuntura adversa derivada de las perturbaciones económicas internacionales».

El tiempo transcurrido nos permite contrastar ya la posible eficacia de una disposición tan costosa para el erario (unos 6.000 millones de euros anuales, con una duración indefinida). Según los datos del INE correspondientes al mes de julio, las ventas del comercio minorista han descendido una media del 4,8% respecto a julio de 2007.

Se acentúa así una caída del consumo interno que está llevándose por delante (con la inestimable ayuda de la devolución fiscal comentada) el superávit de los últimos años, convertido ahora en un déficit público cercano al 1% del PIB. Paradójicamente, la crisis no ha disminuido nuestro déficit exterior, que se ha situado al finalizar el primer semestre del año en el 10,7% del PIB. Y otro dato interesante: mientras que nuestro crecimiento durante el segundo trimestre ha sido tan sólo del 0,1%, la economía norteamericana (en la que su Gobierno ha apostado por una política fiscal de cheques centrada en las clases bajas, y por una devolución limitada a las clases medias) está creciendo a una tasa interanual del 3,3%. Por el contrario, nuestros 400 euros sólo han producido una transferencia de rentas del Tesoro a favor de muchas familias que, no necesitándolos, los han ahorrado o incluso los han destinado a sus compras en el exterior.

Los recursos económicos de un estado democrático, sufragados por los impuestos de los ciudadanos, no pertenecen al gobierno de turno que los administra, ni deben financiar su codicia electoral.Vivimos tiempos confusos que permiten este desprecio a la razón.Ojalá que la crisis sirva para poner a cada uno en su sitio.

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