miércoles, 3 de septiembre de 2008

Empleo en caída libre / Enrique Badía

Los datos de empleo de agosto son pésimos, se miren por dónde se miren, pero no dan demasiado pie a la sorpresa porque son coherentes con el resto de indicadores que viene exhibiendo la economía española desde finales de la primavera pasada. Y, a diferencia de otras veces, ni siquiera dejan resquicio para intentar una lectura positiva que relativice la sensación general.

Dos millones y medio de parados empieza a ser una cifra a la que cabe presumir derivaciones inquietantes de considerable magnitud, pero aún peor es la tendencia que revela el análisis del conjunto de datos dado a conocer ayer.

Aunque lo más llamativo pueda ser ese medio millón largo de personas añadidas a la estadística de desocupación forzada en los últimos doce meses, resulta acaso más inquietante la evolución del número de contratos de trabajo suscritos: entre enero y agosto, algo por encima del millón menos que en el mismo período de 2007. Una caída especialmente apreciable en agosto, con una reducción de algo más de 230.000 respecto al mismo mes del año anterior.

La descomposición sectorial de las cifras sigue mostrando particular intensidad del deterioro del empleo en la construcción y buena parte del resto relacionado con la actividad inmobiliaria, pero también empieza a ser preocupante en la industria y, teniendo en cuenta la estación, los servicios vinculados a la temporada turística. Esto último se aprecia, además, en la evolución territorial de las contrataciones durante agosto, con descensos muy apreciables en Islas Baleares, Canarias, Cataluña, Murcia y Madrid, principales receptores del turismo vacacional.

Un efecto inmediato de todo ello es el aumento del capítulo presupuestario dedicado al pago de prestaciones por desempleo. Aquí, los datos disponibles están referidos a julio, contabilizándose alrededor de medio millón de nuevas altas, totalizando 1,8 millones de perceptores, un diez por ciento de los cuales son extranjeros, en gran parte nacionales de otros estados de la Unión Europea (UE). 

Se da, además, la circunstancia de que mientras el número de subsidiados ha crecido el 26 por 100, el importe total de los pagos lo ha hecho el 37 por 100. Es presumible, por tanto, que a la vista de la evolución del empleo en agosto y lo previsible para los cuatro meses que restan del año la carga presupuestaria continúe elevándose, en claro detrimento del cierre de las cuentas públicas de 2008.

Sin duda, en esto, más que en cualquier otra cosa, trazar pronósticos no sólo puede resultar arriesgado, sino que es delicado caer en cualquier tendencia a la exageración. Pero desgraciadamente no hay modo de hallar evidencias para evitar pensar que la destrucción de empleo se vaya a detener a corto plazo. De ahí que sean cuando menos llamativas las declaraciones con que, mes tras mes, se acompañan los datos de parte gubernamental. 

Ayer, sin ir más lejos, la responsable del área del Ministerio de Trabajo enfatizó la circunstancia de que ahora mismo la economía española mantiene 19,1 millones de ocupados —ella afirmó casi 20 millones—, mientras en 1993 apenas superaban los 12 millones, quizá con ánimo de secundar la tesis sostenida del presidente Rodríguez Zapatero de que estamos mejor —o menos peor— que los demás. 

No pudo, en cambio, afianzar su otra manifestación preveraniega, cuando aseguró que la tasa de paro en esta legislatura no superaría la más baja registrada en las dos legislaturas de gobierno del Partido Popular (11 por 100). En lugar de ello, recordó que la de 1993 fue del 22 por 100, frente al 10,5 por 100 actual, sin entrar en detalles de qué partido gobernaba entonces ni quién ocupaba la cartera de Economía.

Les debe parecer esa comparación más importante que la evidencia de que el empleo empieza a presentar perfiles de caída libre y creer que quien no se consuela es porque no quiere

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