lunes, 15 de septiembre de 2008

Estamos en recesión / Luis de Velasco

Hace menos de tres meses, exactamente el pasado 29 de junio, el presidente del Gobierno respondía a la pregunta de un medio de si estamos o no en crisis que “como todo, es opinable y depende de lo que entendamos por crisis”. Esta batalla, que no es, o más bien era, formal sino que negar la evidencia y manipular el nunca neutral lenguaje respondía una decisión del Gobierno, está ya desfasada.

Aceptada la crisis, hoy se pretende discutir si estamos o no en recesión, entendiendo por la misma la definición del NBER de Estados Unidos, es decir, dos trimestres consecutivos de decrecimiento del PIB. El Gobierno ha declarado que trabaja con la hipótesis de no recesión pero, a la vista de que todas sus recientes previsiones han sido después empeoradas por los hechos, lo más sensato es no hacerle mucho caso.

En su último número, The Economist publica un artículo titulado “Redefiniendo la recesión”. Acertadamente, entiende que ese criterio citado del árbitro oficial de las recesiones en el mundo no es adecuado y sugiere otros, como el crecimiento por debajo del potencial o la cifra de paro. En ambos casos, nuestra economía está claramente en recesión, y el otro criterio, el del NBER, no tardará en aparecer, como ha señalado la Comisión de la Unión Europea. Así que ya pintan bastos y todo indica, al menos así lo creen autorizadas voces como los analistas de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas), que la cosa va a peor.

En el 2008, el PIB descendería medio punto (recordemos que el crecimiento potencial estimado es del orden del 3 por ciento) y la tasa de paro, ahora en el 10,4 por ciento, llegaría a cerca del 15 por ciento, más de tres millones de parados. En los últimos doce meses, el número de parados ha crecido en medio millón, porcentualmente el incremento más rápido en la UE. ¿Hay mercado de trabajo más flexible que el nuestro, en el que más de un tercio de los empleados lo son con contrato temporal? Aun así, se pide “flexibilidad”, tratando de hacer verdad eso de que una mentira repetida miles de veces se convierte en una verdad.

En éstas, aparece en el Congreso el presidente del Gobierno para intentar mandar un mensaje de tranquilidad y liderazgo. Vano intento. Nada nuevo en lo que anuncia salvo, atención, un paso más en el propósito de ayuda a las inmobiliarias, con dos medidas, una especialmente importante (la otra, la de las sociedades cotizadas de inversión en el mercado inmobiliario, es a más largo plazo y con incógnitas).

Concretamente, la denominada nueva línea de mediación del Instituto de Crédito Oficial (ICO) que, en síntesis, supone la posibilidad de utilizar dinero público, el de todos los españoles, para hacer frente a los destrozos privados en el sector inmobiliario. Acudamos a una cita importante: el secretario general del G-14 (“Inmobiliarias por la Excelencia”, no es broma el nombre), que es el poderoso lobby de las más fuertes, ha calificado esas medidas como “estupendas”.

La correcta tesis del vicepresidente de que sea el mercado el que purgue los enormes excesos del sector parece cada vez más en retirada por medidas como éstas y por otras que están acordando algunas Autonomías, que tienen las mayores competencias en esta materia, resultado del “Estado residual”, consecuencia del proceso autonómico.

Recordemos aquello que se dice que “hay menor crecimiento cuando pierde su trabajo un desconocido, hay recesión cuando lo pierde mi vecino y hay depresión cuando lo pierdo yo”.

Todavía hay camino que recorrer. Si sirve como indicador anticipado de más dificultades, en Estados Unidos este fin de semana el Tesoro y la Fed estaban tratando de montar un rescate para Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión. Lo de Fannie y Freddy no basta.

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