domingo, 21 de septiembre de 2008

Europa, en alerta máxima

BRUSELAS.- En 1387, es decir, dos siglos antes de que existiera siquiera un camino llamado Wall Street, el arzobispo Adhemar Fabri les dio a los ginebrinos el privilegio de prestar dinero con intereses, una excepción a la cruzada secular de la Iglesia contra la «usura».Desde entonces, los bancos suizos han sido el refugio más seguro contra las turbulencias políticas, financieras, históricas y, a veces, legales, según "El Mundo".

La banca en la que confiaban los reyes franceses, incluso después de haber perseguido a sus fundadores protestantes, era el símbolo de la autodisciplina. Con pocas obligaciones de seguros, liquidez o transparencia de las autoridades nacionales, los banqueros suizos han mantenido durante siglos el estandarte de la prudencia y de la precisión.

Pero hasta los relojes de cuco fallan y ahora UBS, el mayor banco privado de millonarios del mundo, se encuentra entre los más tocados por los vaivenes del sistema financiero estadounidense.Los discretos suizos compraron silenciosamente bonos con basura tóxica, contaminados por créditos hipotecarios de altísimo riesgo, y la desconfianza les ha pasado factura en Bolsa.


Sin contar con esta semana, UBS ya estimaba pérdidas, por culpa del primer golpe de la crisis, de 30.000 millones de euros. Y desde enero, sus acciones han bajado más de un 70%. Sólo una fusión con su rival, Credit Suisse, o la inyección de dinero del banco central suizo son capaces de calmar algo las aguas.

Los líderes europeos insisten en que la nueva crisis del sistema financiero precipitada por la caída de Lehman no se reproducirá a este lado del Atlántico, pero lo cierto es que varios bancos ya están sufriendo.

El analista londinense Dirk Hoffmann-Becking, de Bernstein Research, recomienda a sus clientes precaución con UBS, Credit Suisse y Deutsche Bank, los candidatos al dolor. En caso de un «efecto dominó», según él, «ninguno de los tres grandes bancos europeos podrá seguir adelante sin una inyección significativa de capital».

Aunque sólo el holandés ING ha admitido de momento sus pérdidas por los bonos no cubiertos (unos 100 millones de euros), los grandes bancos centroeuropeos descubren sus cuentas plagadas de activos del malogrado Lehman. Desde el banco belga Dexia, con 500 millones, hasta los grandes franceses, Société Générale o BNP Paribas, cada uno con más de 400 millones en bonos de la sociedad estadounidense; o, con pocas decenas de miles de euros, Bancaja y Caixa Catalunya.


Aunque la mayoría asegura que sólo perderán una fracción de sus compromisos, los analistas de Natixis repiten que es demasiado pronto para calibrar la profundidad del impacto de esta crisis, que, sólo para Lehman, acumula una exposición europea conjunta de más de 3.000 millones de euros (aunque sólo una parte sea irrecuperable), antes de empezar a calibrar los daños por AIG.

Pero el mensaje europeo sigue siendo de calma. Jean-Claude Juncker, el primer ministro de Luxemburgo, reino bancario, dijo esta semana que «no debe haber pánico», porque la estabilidad del sistema financiero en la UE. La ministra de Finanzas francesa, Christine Lagarde, defendió que las entidades galas están a salvo, porque siguen haciendo «banca de verdad». «Los suizos eran famosos por eso», comentaba, al escucharla, un experto comunitario, que matizaba: «el Estado francés, como otros centroeuropeos, no se dejará a sus monstruos caer».

Enlaces de conveniencia para afrontar la crisis

«Hace sólo un año hubiera sido muy difícil que este trato saliera adelante, pero vivimos tiempos extraños», reconocía Eric Daniels, el consejero delegado de Lloyds, justo después de anunciar la adquisición de HBOS- Halifax Bank of Scotland-, el principal banco hipotecario de Reino Unido. En estos tiempos peculiares, un gigante crediticio puede perder en pocos meses casi el 80% de su valor en Bolsa y estar al borde del abismo en tres días, como le ha pasado al británico.

La banca europea repite no encontrarse en condiciones tan desesperadas como la de EEUU, en el dilema entre la suspensión de pagos o la venta a cualquier postor, pero ya empieza a intentar aplicar algunos remedios parecidos: fusionarse o morir.

Tras días negros para la banca suiza, los rumores de que los grandes rivales UBS y Credit Suisse se podrían unir le han dado la vuelta a la caída de sus acciones y al pesimismo de los analistas.Y, de repente, no suena tan descabellado, según los expertos, el matrimonio de convivencia para soportar los malos tiempos de BNP Paribas y Société Générale, aunque los sindicatos ya han alertado varias veces contra una fusión que, por el solapamiento, acabaría con muchos puestos de trabajo.

La receta alemana a la crisis también es el crecimiento, como el del Deutsche Bank gracias a la compra del Postbank o el del Commerzbank con el Dresdner Bank, de Allianz, la mayor aseguradora europea y ahora también en el punto de mira. Mientras los bancos en España o Italia ya han pasado por su propia oleada de concentraciones, en Centroeuropa y los países nórdicos aún queda margen para compraventas.

Ahora bien, el entusiasmo y las prisas para resguardarse de la crisis en la UE se toparán con la implacable Neelie Kroes, la comisaria de Competencia y quien debe decidir si tanto matrimonio apresurado es legal y no limita las opciones de los consumidores.Fuentes comunitarias insisten en que la legislación europea, pese a su fama de inflexible, no ha impedido los rescates de bancos en números rojos, como el Northern Rock, en Reino Unido.Sin embargo, con o sin crisis, a la hora de analizar las fusiones, el único criterio es el de la competencia.

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