domingo, 14 de septiembre de 2008

Gadafi coquetea con el capitalismo

BEIRUT.-Representantes de firmas tan significadas como Mitsubishi, British Aerospace, Credy Lyonnais, Agip o las españolas Aldeasa y Repsol todavía deben recordar la suntuosa recepción que les dispensó el inefable Muamar Gadafi en Trípoli en 1999, relata hoy "El Mundo".

Una iniciativa pensada expresamente para promover las inversiones foráneas en el país que reunió a casi medio centenar de empresarios y periodistas. Sólo que en aquella fecha Gadafi continuaba poseído por un furor dialéctico irrefrenable. «Les agradezco su presencia aquí y su interés por invertir en Libia». Así comenzó su discurso y ahí acabaron las lisonjas para los visitantes. El resto fueron dos horas de perorata contra los inversores extranjeros, la economía de libre mercado -«vinculada con la corrupción», apuntó-; e instituciones como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, que afirmó están en manos del «poder sionista».

El discurso, sin duda, dejó una significativa impresión entre los europeos. «Debe ser un sistema nuevo. Apaleas al inversor y si resiste, eso quiere decir que el negocio tiene futuro», explicó con cierto sarcasmo un empresario foráneo a este diario en aquella jornada.

Con tales antecedentes, cualquier signo de devoción capitalista procedente de Trípoli podría ser cuestionado por los mercados internacionales a no ser que, como en esta ocasión, viniera de la mano del propio Gadafi, y refrendado por su influyente hijo Saif al Islam y la consultora estadounidense Monitor Group.

Quien en alguna ocasión llegó a ser denominado «perro loco», el mismo que diseñó una revolución populista en 1977 basada en su Libro Verde y al que todavía se llama en «Hermano Líder» en Libia, lanzó el pasado día 1 una asombrosa proclama a favor del liberalismo económico que concuerda con el proyecto de reformas diseñado para la nación árabe por Monitor Group.

Aprovechando el 39 aniversario del alzamiento que le llevó al poder, Gadafi repitió -ya lo había dicho en marzo en un discurso crucial- que Libia se dispone a abolir la mayor parte de los ministerios y a transferir de 20 a 25.000 millones de dólares directamente a sus ciudadanos bajo una nueva política que pretende que los burócratas se tornen en pequeños comerciantes o empresarios.«Los libios deben estar preparados para recibir su parte de los ingresos del petróleo desde principios del próximo año. Todo estará en vuestros bolsillos. No tengáis miedo, al principio habrá algo de caos», declaró el máximo dirigente árabe.

El plan consiste en mantener tan sólo los departamentos claves de cualquier estado: Justicia, Seguridad, Defensa y Relaciones Exteriores. Precisamente, la reducción radical de la ingente burocracia estatal que ocupa a casi un millón de empleados -cerca del 51% de toda la fuerza laboral del país- constituye el eje central del plan de reformas denominado Estrategia Económica Nacional (NES) diseñado por un grupo de economistas foráneos liderado por el profesor Michael Porter.

La reciente visita de Condolezza Rice a Trípoli confirmó el retorno al escenario internacional que Libia inició en 2003, cuando Naciones Unidas retiró las sanciones que asfixiaban su economía desde 1992.

Sin embargo, las finanzas y empresas del país siguen empantanadas en un sistema caótico y dominado por un papeleo insufrible, heredero de la estructura cuasi socialista que Gadafi intentó implementar durante décadas. Hay que recordar que en los 70 el Libro Verde advertía que los salarios, la renta y el comercio privado eran una suerte de «explotación» que tenía que ser abolida por la «Jamahiriyya», la entidad de las masas que pretendía crear el Hermano Líder.

Aunque según su Producto Interior Bruto, Libia se encuentra entre los países africanos más ricos, lo cierto es que las carencias logísticas y de infraestructura del país son ingentes, mientras el desempleo ronda el 30%.

El programa delineado por los asesores foráneos pretende no sólo recortar casi 400.000 empleados públicos, sino que contempla la privatización de empresas estatales y un catálogo de inversiones en mejoras de las infraestructuras que, según un anuncio del año pasado, dispone de un presupuesto de 123.000 millones de dólares para cinco años.

Este esfuerzo privatizador afecta ya a más de 300 empresas e incluye sectores tan estratégicos como el bancario, donde el Estado cedió el control en 2007 de uno de los cinco bancos públicos al francés BNP Paribas y prevé hacer lo mismo en breve con otra de esas entidades, la distribución de combustible o la aviación, donde ahora se puede volar en los aeroplanos de Buraq y no en los decrépitos aparatos de Libya Airlines.

«El objetivo final es que el sector privado se haga con el control de todas las compañías. Estamos trabajando en ello, mejorando su situación financiera para que se conviertan en un elemento atractivo para los inversores», reconoció Sabri Saad Abdallah Shadi, el máximo responsable del conglomerado en el que se han fusionado todas las compañías aéreas locales.

Los ejemplos más visibles del lifting que los dos Gadafis intentan realizar en la economía local podrían ser los cajeros automáticos que se han multiplicado en la capital, la remodelación del aeropuerto o el emblemático proyecto de dos enormes edificios de 40 pisos llamados las «Torres de Trípoli» que construirá una firma de Emiratos Arabes Unidos en la misma ciudad con un presupuesto de 500 millones de dólares. Un hotel de cinco estrellas, apartamentos amueblados, oficinas provistas del equipamiento más moderno.Todo un contraste con el estilo decadente que se instaló durante décadas en la «Jamahiriyya».

Por supuesto, el principal sector en el que se han cifrado las esperanzas de los inversores extranjeros es el petróleo y el gas, que todavía representan el 70% del PIB y el 90% de los ingresos gubernamentales. Libia es el noveno país en términos de reservas de crudo y produce 1,8 millones de barriles al día pero los expertos coinciden en que su potencial resulta desconocido. De hecho, un reciente estudio de la firma Wood Mackenzie indica que la nación africana sólo ha explorado un 25 % de su territorio.

«Los próximos cinco años definirán la fotografía real del petróleo en Libia», ha manifestado Bindra Thusu, una científica del University College de Londres que trabaja como asesora de la Corporación Nacional del Petróleo del país norteafricano. Thusu estima que las reservas posibles podrían alcanzar otros 65 millones de barriles, lo que situaría a Libia al nivel de Kuwait o Emiratos Arabes Unidos.

En cualquier caso, la producción actual de crudo y gas supera a duras penas el máximo que Libia llegó a alcanzar en 1970. Por eso el objetivo de Trípoli es alcanzar los tres millones de barriles para el periodo 2010-2013 lo que requeriría unos 10.000 millones de dólares de inversiones foráneas y la intervención de especialistas externos.

El proyecto de reformas libio no deja de suscitar reticencias entre los expertos que recuerdan que otras iniciativas similares en los años 80 y los 90 no consiguieron superar la maraña burocrática.

Los analistas alertan sobre el riesgo que entraña un despido masivo de funcionarios y tampoco acogieron con especial alborozo la sustitución en el 2006 del primer ministro Shukri Ghanem -un reformista formado en EEUU- por Baghdadi Mahmudi, un elemento más conservador.

Pero la principal incertidumbre estriba en saber cual será el futuro del propio Saif al Islam, principal impulsor de la modernización estatal, que anunció hace días su teórica retirada de la política local.

«Saif se encuentra fuera del sistema formal de gobierno y por eso habría que preguntarse cómo van a reaccionar los burócratas y los empresarios (al plan de reformas). Por otra parte, dispone de una considerable influencia gracias a su padre y eso muestra que hay empeño real en reformar libia», observó el profesor Dirk Vandewalle, un especialista en economía Libia del Colegio Dartmouth de EEUU.


Según ha referido el propio Michael Porter, el «idilio» entre el famoso 'gurú' de Harvard de 61 años y el hijo de Gadafi, Saif al Islam comenzó hace más de un quinquenio, cuando todavía la nación árabe no había abandonado el ostracismo internacional.

«Me visitó Omaran Bukhres (que ahora lidera el nuevo Consejo de Desarrollo Económico) y me dijo: la familia Gadafi necesita tu ayuda. Todavía era ilegal para un norteamericano ir a Libia así que me reuní con Saif en Londres. Tras varias cenas me convencí de que estaba realmente dispuesto al proceso de reformas», explicó a la revista 'Bussinessweek' el año pasado.

Autor de casi una veintena de obras que ya son clásicos de la administración de empresas como 'Estrategia de competitividad: Técnicas para analizar industrias y competidores' -que lleva más de 63 ediciones y se ha traducido a 19 idiomas-, Porter ha trabajado antes como asesor de naciones como Armenia, Colombia, Rubia, Arabia Saudí o Nicaragua.

Sin embargo, el propio profesor admite que esta vez el desafío es mayúsculo. «Tienes una situación en la que nadie sabe quien está a cargo, así que nadie está a cargo», dijo quien fuera colaborador también de la administración de Ronald Reagan que, ironías de la vida, fue el principal enemigo del régimen libio.

En torno a la figura de Porter y la consultora que éste fundó hace décadas, Monitor Group, Saif al Islam consiguió reunir un rutilante equipo de expertos entre los que figuran Daniel Yergin, un economista ganador del Premio Pulitzer, o Lord Meghnad Desai, director del Centro de Gobierno local en Londres.

Siguiendo sus directrices, los libios establecieron en febrero de 2007 el Consejo de Desarrollo Económico para centralizar los esfuerzos en la mayúscula reconversión económica e iniciaron un programa de formación acelerada de cuadros empresariales, una clase casi inexistente hasta ahora en la nación norteafricana.

«El desafío es introducir una economía de mercado evitando los errores que han llevado a enormes desigualdades» en Europa del Este, indicó Porter. «Tenemos que mejorar en todo. No ocurrirá de la noche a la mañana. Llevará años», añadió en Trípoli durante la presentación en el 2007 de su plan de reformas.

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