domingo, 14 de septiembre de 2008

Guerra digital contra la pobreza / Jeffrey Sachs*

El desfase digital empieza a superarse. El flujo de información digital -mediante teléfonos móviles, mensajes de texto e Internet- llega ahora a las masas del mundo, incluso en los países más pobres, provocando a su vez una revolución en la economía, la política y la sociedad.

La pobreza extrema es casi sinónima de aislamiento extremo, en especial aislamiento rural. Pero los teléfonos móviles y el servicio de Internet inalámbrico ponen fin al aislamiento, y de ese modo demostrarán que son la tecnología que más transforma el desarrollo económico de nuestro tiempo.

El desfase digital no se está acabando por un brote de responsabilidad cívica, sino principalmente por las fuerzas del mercado. La tecnología del teléfono móvil es tan potente, y cuesta tan poco por unidad de transmisión de datos, que ha demostrado que es posible vender acceso de teléfono móvil a los pobres. Hay ahora más de 3.300 millones de abonados en todo el mundo, aproximadamente una de cada dos personas del planeta.

Más notable aún es la continua convergencia de la información digital: sistemas inalámbricos que cada vez enlazan más los teléfonos móviles con Internet, con los ordenadores personales y con los servicios de información de todo tipo. La gama de beneficios es asombrosa. Cada vez más pobres rurales de todo el mundo tienen ahora acceso a sistemas de pago y banca inalámbricos, como el famoso M-PESA de Kenia, que permite realizar transferencias de dinero por teléfono.

India, sede de los principales ingenieros informáticos y empresas de alta tecnología, y con una economía rural vasta y densamente poblada, ha sido naturalmente uno de los pioneros del desarrollo económico digital. El Gobierno y las empresas crean cada vez más alianzas entre el sector público y el privado para proporcionar servicios cruciales mediante la red digital.

En las provincias indias de Andhra Pradesh y Gujarat, por ejemplo, los servicios de ambulancias están ahora al alcance de decenas de millones de personas, sostenidos por teléfonos móviles, avanzados sistemas informáticos y crecientes inversiones públicas en la sanidad rural. De manera similar, el nuevo plan indio de garantía del empleo rural, establecido hace sólo dos años, no sólo está empleando a millones de habitantes pobres con financiación pública, sino que también está llevando a decenas de millones de ellos al sistema bancario formal, ampliando las redes digitales de la India.

En el aspecto puramente comercial, la revolución móvil está creando una revolución logística en la comercialización entre agricultores y minoristas. Los agricultores y los minoristas alimentarios pueden conectarse directamente mediante teléfonos móviles y nudos de distribución, lo cual permite a los primeros vender sus cosechas a precios más elevados a puerta de explotación y sin retrasos, mientras que los compradores pueden trasladar esas cosechas a los mercados sin que se deterioren demasiado y a precios más bajos para los consumidores finales.

La educación se transformará de igual modo. En todo el mundo, los colegios de todos los niveles se volverán globales, y se unirán en redes de educación digitales de todo el mundo. Los niños de Estados Unidos no sólo aprenderán sobre África, China e India en libros y vídeos, sino también mediante enlaces directos entre aulas situadas en diferentes partes del mundo.

También las universidades tendrán clases globales, de modo que los alumnos de muchas universidades participarán simultáneamente en conferencias, grupos de debate y equipos de investigación. El año pasado, mi universidad -Columbia University de la ciudad de Nueva York- se unía a otras de Ecuador, Nigeria, Reino Unido, Francia, Etiopía, Malaisia, India, Canadá, Singapur y China en un aula mundial que conectaba a cientos de estudiantes de más de una docena de universidades para un interesante curso sobre desarrollo global sostenible.

En mi libro El fin de la pobreza, escribía que puede ponerse fin a la pobreza extrema antes de 2025. Tal vez parezca una afirmación impetuosa, dada la violencia mundial, el cambio climático y las amenazas contra los suministros de alimentos, energía y agua. Pero las tecnologías de la información digital, si se despliegan de manera cooperativa y en todo el mundo, serán nuestras nuevas herramientas más importantes porque nos permitirán unirnos globalmente en mercados, redes sociales y esfuerzos de cooperación para resolver nuestros problemas comunes.

*Jeffrey D. Sachs es catedrático de Economía y director del Instituto de la Tierra, de la Universidad de Columbia

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