domingo, 28 de septiembre de 2008

La caída de las exportaciones hace temer una ralentización brusca de la economía china

PEKÍN.- Por ahora, parece ser sólo un rasguño. La devastación provocada por las hipotecas subprime y el consiguiente huracán financiero no está castigando a China tanto como a las grandes economías occidentales, pero sí está haciendo mella en su economía, dice hoy "El País".

Después de cinco años creciendo por encima de los dos dígitos, la mayor economía de Asia se ralentizará en 2008 hasta el 9%, según las previsiones de los principales organismos internacionales. Aunque las grandes magnitudes siguen siendo sólidas, hay señales que despiertan cierta inquietud con vistas al futuro.

"La situación no es tan dura como en EE UU o Europa, puesto que la exposición de China a los productos derivados de las hipotecas subprime es sustancialmente menor", afirma Amadeo Jensana, director del departamento de Programas Económicos y de Cooperación de Casa Asia.

Sin embargo, subraya Jensana, la caída de la demanda de productos de consumo en los países desarrollados está haciendo daño al primer centro manufacturero del mundo.

La ralentización de la actividad económica ha desbancado a la inflación como preocupación número uno de las autoridades chinas, obligadas a satisfacer las expectativas de una población ansiosa por acercar su nivel de vida al de los países ricos.

"Es necesario encontrar un equilibro entre el mantenimiento de un crecimiento económico estable y rápido y el control de la inflación", afirmó esta semana el primer ministro, Wen Jiabao, cuyo Gobierno ha puesto en marcha un plan para estimular la actividad sin presionar al alza a los precios.

Como segundo consumidor de petróleo del mundo, China es especialmente vulnerable a la subida del crudo. El precio del arroz, base de la dieta de la población, se ha triplicado desde comienzos de 2007. Tras varios meses de ascenso desbocado, la inflación se ha dado un respiro este verano: en agosto se moderó por cuarto mes consecutivo hasta el 4,9%, muy por debajo del 8,7% registrado en febrero.

La relativa estabilización de los precios ha permitido al Gobierno de Pekín dar un giro a su política macroeconómica. Por primera vez en seis años, el Banco Central bajó los tipos de interés el 15 de septiembre.

Y en otra decisión destinada a aumentar la liquidez, bajó un punto porcentual el umbral de reservas mínimas que deben mantener de los bancos, aunque dejó al margen de la medida a los cinco principales bancos comerciales.

"La inflación se ha ralentizado en los últimos meses, pero no podemos relajarnos porque puede rebotar", ha advertido el presidente del Banco Central, Zhou Xiaochuan.

A medida que el crecimiento se ralentiza, la confianza de los chinos en la marcha de su economía se resiente. Los pedidos procedentes del extranjero y los planes para comprar una vivienda han comenzado a caer.

Según la encuesta que efectúa trimestralmente el Banco Central entre empresarios, banqueros y ciudadanos de a pie, sólo uno de cada cuatro chinos espera que sus ingresos aumenten en los próximos tres meses, y únicamente el 13% tiene planes de comprar una vivienda en el mismo periodo, el nivel más bajo desde que comenzó a hacerse la encuesta, en 1999.

El impacto de la crisis internacional ha llevado a muchos economistas a subrayar la necesidad de que China modernice un aparato productivo excesivamente dependiente de la fabricación de productos con poco valor añadido y una industria pesada muy contaminante que demanda grandes cantidades de capital.

No obstante, los signos de fortaleza son más numerosos y más contundentes. Las reservas chinas en divisa extranjera superan los 1,5 billones de dólares, lo que constituye un mullido colchón de seguridad ante las tormentas financieras.

Las ventas al por menor han crecido un 23% tanto en julio como en agosto, el ritmo más alto en nueve años. La recaudación fiscal ha aumentado un 33% en los seis primeros meses del año, más de lo esperado por el Gobierno.

¿Explotará la burbuja inmobiliaria china? Aunque el riesgo es menor que en otros países, como España, la caída de la venta de viviendas y de los precios en algunas zonas de China son motivo de preocupación.

"El sector inmobiliario probablemente representa el mayor riesgo económico y financiero de China", afirma el analista Yipin Huang, de Citigroup. Los precios de la vivienda en las 70 principales ciudades de China bajaron en agosto con respecto al mes anterior, aunque sólo un 0,1%. En el último año han subido un 5,3%, frente al incremento del 11% con respecto al año anterior.

Desplome bursátil

La Bolsa de Shanghai no ha sido ajena a las turbulencias del último año en los mercados. Su principal indicador ha perdido un 56,4% de su valor en lo que va de año y un 69% desde que alcanzara su cota máxima en octubre pasado.

Pero el riesgo de que se produzca una debacle similar a la sufrida por los bancos de negocios de Wall Street es remoto debido a la fuerte regulación ejercida por el Gobierno -controlado por el Partido Comunista- y a la escasa complejidad del sistema financiero chino, donde no se estilan productos como los que han causado la crisis en Occidente.

"El sistema financiero es mucho más rudimentario que el de EE UU o los europeos, y eso posiblemente lo ha salvado de una catástrofe", apunta Amadeo Jensana, de Casa Asia.

Para devolver la confianza a los mercados y atraer a nuevos inversores, el Gobierno de Pekín ha comprado acciones del Banco de China, del Banco Industrial y Comercial de China y del Banco de la Construcción de China, los tres mayores bancos comerciales del país.

Aunque las cantidades son simbólicas -al menos en términos chinos-, la operación no tiene precedentes y demuestra que las autoridades de Pekín están dispuestas a mantener a toda costa la estabilidad en los mercados.

Como complemento a la operación de apoyo al sistema, el Gobierno autorizó a las empresas estatales a recomprar sus propias acciones sin necesidad de contar con autorización oficial.

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