sábado, 27 de septiembre de 2008

La crisis financiera socava la confianza en Washington

WASHINGTON.- Como si muchos estadounidenses necesitaran una razón más para dudar de la eficiencia del gobierno, la colosal crisis financiera que se cierne sobre el país muestra las dificultades que Barack Obama y John McCain enfrentarán para cumplir su promesa de lograr un cambio en Washington.

El descontento alcanzó nuevos niveles en la última semana, cuando el presidente George W. Bush propuso su "plan de rescate", como lo llama la Casa Blanca, por 700.000 millones de dólares, para los bancos tambaleantes y las instituciones financieras ahogadas por los devaluados activos hipotecarios.

En público, Bush y los dos candidatos a sucederlo hablaron de soluciones bipartidistas y de la necesidad de unión para salvar la economía. Pero no pasó mucho tiempo para que trascendieran las acaloradas discusiones y las posturas intransigentes que algunos políticos adoptaron tras bambalinas.

La economía está al borde de lo que según Bush podría ser una "profunda y dolorosa recesión". Las elecciones presidenciales están a unos días de celebrarse. Una revuelta republicana ha dejado al desnudo la falta de influencia política que Bush tiene en esas circunstancias.

Y muchos estadounidenses no han dudado en expresar su indignación. El correo electrónico enviado al representante Michael Burgess contenía frases como: "Es una locura que nos pidan a los contribuyentes pagar por las responsabilidades de Wall Street. Estamos hartos de que nos desplumen", y "¡Qué vergüenza y qué desgracia para el contribuyente estadounidense y para este país!".

McCain, el candidato republicano, hizo una pausa en su campaña y voló a Washington para ayudar en la negociación de un acuerdo. Anunció que no se presentaría el viernes por la noche en el debate con su rival Obama, a menos que se hubiera alcanzado antes un acuerdo.

Después de permanecer 24 horas en Washington y sin que hubiera un arreglo a la vista, McCain acabó cambiando de opinión. Regresó a Misisipí para el debate.

Luego, voló a la capital y convocó el sábado a que haya un acuerdo entre los negociadores, incluido el secretario del Tesoro, Henry Paulson, y varios legisladores.

McCain fue uno de los políticos que sugirió la idea de que Bush recibiera a todos los involucrados en la Casa Blanca. La presidencia accedió, al considerar que el encuentro no dañaría las negociaciones e incluso sería de ayuda.

Todos llegaron y se sentaron sonrientes, en lo que pareció una muestra de unidad alrededor de una mesa reluciente en el ala oeste de la casa presidencial. Después de todo, apenas unas horas antes, varios legisladores influyentes habían dicho que tenían un principio de acuerdo sobre el plan para sacar del atascamiento a los mercados del crédito, mediante la compra de valores afectados por el problema hipotecario, por parte del gobierno.

Por un momento, muchos pensaron que la sesión bipartidista en la Casa Blanca tendría un final feliz.

Luces, cámara, acción: Bush dijo unas cuantas palabras, la prensa abandonó la sala. Luego, en privado, la discusión reveló las discordias y terminó rompiéndose una hora después, en medio del caos.

El grupo de MCain dijo que el encuentro había sido "un acalorado duelo a los gritos". Lo que pretendió ser una muestra de negociadores que trabajaban juntos distó mucho de ser eso.

Los demócratas bombardearon al líder republicano de la Cámara de Representantes, John Boehner, con preguntas sobre los detalles de un plan alternativo que ese legislador apoyaba. Al final, de acuerdo con los participantes, Bush hizo una petición: "¿Podemos salir todos y sólo decir que las cosas van bien?"

McCain, Obama y los líderes del Congreso, desdeñaron la solicitud.

Los testigos dijeron que después Paulson, medio en broma, puso una rodilla en el suelo y rogó a los participantes demócratas que no fueran ante la prensa, que esperaba bajo la lluvia en la calle ubicada al oeste de la Casa Blanca. Les pidió que no dijeran lo mal que había resultado el encuentro.

Al más puro estilo de Washington, ambas partes se culparon por la ruptura en las conversaciones.

Una vez que se alcance un acuerdo, podrían borrarse los recuerdos del desastroso incidente. Pero seguramente habrá otra guerra de acusaciones después, acerca de qué partido fue el responsable principal de la crisis.

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