jueves, 2 de octubre de 2008

Ahorros, ¿se arrojará alguien desde la ventana? / J.A. Zarzalejos

¿A quién se le ha ocurrido sacar a pasear la seguridad de nuestros ahorros? No sé si ha sido Solbes en un arrebato garantista, pero en España funciona como mecanismo de relojería el adagio latino según el cual "excusa no pedida, acusación manifiesta".

O en otras palabras: si nos tienen que convencer de la seguridad de nuestros ahorros, es que peligran. Lo cierto, sin embargo, es que los depósitos bancarios, aunque garantizados en menor cuantía que en otras latitudes (en España sólo hasta los 20.000 euros), están amparados por un sistema financiero con sólidas provisiones y muy alejado de las minas explosivas de los "activos tóxicos" inmobiliarios que han estallado en las cuentas de resultados de las entidades bancarias europeas y americanas. Léase las loas del Financial Times a nuestras entidades de crédito.

Aún así, el Gobierno, contagiado de la fiebre europea que está acumulando garantías para que no surjan más sorpresas desagradables, podría obligar a través del Banco de España a que los bancos y las cajas incrementen la cifra de garantía de 20.000 euros.

La medida sería popular, pero inconveniente porque agudizaría la falta de liquidez y la retracción bancaria a la concesión de crédito. Sin embargo puede que la decisión sea inevitable porque el dinero -siempre cobarde- huirá allí donde tenga más protección.
Por ejemplo, a Irlanda, que ya ha establecido nada menos que dos años de garantía a todos los depósitos, mientras Durao Barroso (El País de ayer) solicita en un artículo alarmado reglas financieras comunes para Europa. La Unión sigue siendo un puzzle con una extravagante heterogeneidad de normativas y regulaciones.

El aumento del paro, el descenso en la afiliación a la Seguridad Social y el desplome de algunos indicadores de consumo (compra de vehículos, por ejemplo), todo ello añadido a la crisis de confianza generalizada, componen un escenario sombrío y preocupado que no parece variará en muchos meses.

El presidente de la CECA (Confederación Española de Cajas de Ahorro) acaba de augurar al menos 18 meses de crisis, lo que nos introduce ya en el 2010, y el desplome recaudatorio de las Administraciones Públicas -las comunidades autónomas se han quedado sin anticipos- adelanta que habrá menos inversiones con capacidad de absorción de mano de obra.

En estas condiciones -y ya descontado que el Congreso, como ha hecho el Senado de Estados Unidos, aprobará el plan de rescate de Wall Street- es necesaria la inyección de altísimas dosis de confianza. Y aquí nos topamos con la política.

El Gobierno de Rodríguez Zapatero no ha sido invitado por Sarkozy a debatir en el club de los países ricos las medidas a adoptar y nuestra presencia se remite a los próximos lunes y martes en Luxemburgo, en donde los ministros de Economía de la UE van a estudiar algunas propuestas: un fondo europeo para rescatar bancos en crisis y un pacto para evitar quiebras de entidades financieras. ¿Se va a estudiar allí unificar las garantías de los depósitos?

Es posible, porque en este cuarto de hora de la crisis, la gente ya no habla sólo del Euribor, ni de la inflación, ni sólo del paro o del descenso del consumo. Habla de sus ahorros, de si están o no a buen recaudo, de que si se va a la ventanilla del banco o de la caja a recuperarlos se obtendrán sin dificultad. En definitiva, que no se va a producir una argentinización de la crisis, de que no habrá corralito,

de que las cosas no se van a sacar de quicio. Por eso, sería importante que Zapatero y Rajoy se reúnan y lancen un mensaje realista y sereno de tranquilidad; y que de los bancos y las cajas, a través de sus máximos dirigentes, asuman la tarea de transmitir confianza, seguridad y solvencia.

Porque la crisis siempre es material, pero siempre es también psicológica, sentimental, es decir, emotiva, porque comporta miedo e incertidumbre. Y toda esa sensación de inquietud debe ser combatida tanto o más que los malhadados "activos tóxicos" porque de lo contrario la toxicidad será ambiental. Y lo embargará todo, hasta el ánimo y la esperanza. Y como en 1929, habrá gente que terminará arrojándose desde una ventana.

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