domingo, 26 de octubre de 2008

¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! / Tom Burns Marañón

Puede que el dato más importante a tener en cuenta de Argentina, de esa nación que lleva un siglo siendo país del futuro y economía emergente, es que en los años 20, antes del crack de Wall Street que tan presente está en nuestra imaginación actual, su renta per cápita estaba muy cerca de la de Estados Unidos. En la década de los 30, la siempre insegura, y nunca ejemplar, democracia liberal argentina fue minada por continuas crisis financieras y desacreditada del todo por un continuo fraude electoral.

En 1939 José Ortega y Gasset dijo lo siguiente en una conferencia en La Plata: «¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal». En 1946 Argentina hizo oídos sordos a aquellas sabias palabras y optó por el Peronismo, ese extraño fascismo autóctono de izquierdas tan lleno de personalismos, suspicacias y narcisismos. Y Argentina, siempre a la defensiva, ya no levantaría cabeza.

Uno diría que Argentina, repleta de recursos naturales, que importó tanta inteligencia europea y tanto inmigrante emprendedor, que estaba llamada a ser un Canadá hispano parlante, llega tarde a todo. Ensayó el nacionalsocialismo cuando ya estaba vencido en Europa y el totalitarismo militar 40 años después de España.Y hoy, en un mundo globalizado que se esfuerza por reconstruir una economía abierta, bien regulada y bajo el imperio de la ley, Argentina sigue a contra pie. Los piqueteros, esa degeneración ya muy bastarda del Peronismo, marcan mucha de su agenda.

A dos años de cumplir Argentina su bicentenario, uno se pregunta ¿por qué? Ortega, que como tanto español conoció y amó profundamente a Argentina, habló de la «extraña insatisfacción» del criollo desde el momento de su emancipación. Vio en Argentina, y en toda Latinoamérica en general, un sentimiento de tristeza y también de descontento que se tornaba áspero y bronco. Hace 20 años muchas empresas españolas sólo vieron en Argentina, y también en el resto del hemisferio sur, mucha oportunidad de hacer negocio.

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