En 1939 José Ortega y Gasset dijo lo siguiente en una conferencia en La Plata: «¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal». En 1946 Argentina hizo oídos sordos a aquellas sabias palabras y optó por el Peronismo, ese extraño fascismo autóctono de izquierdas tan lleno de personalismos, suspicacias y narcisismos. Y Argentina, siempre a la defensiva, ya no levantaría cabeza.
Uno diría que Argentina, repleta de recursos naturales, que importó tanta inteligencia europea y tanto inmigrante emprendedor, que estaba llamada a ser un Canadá hispano parlante, llega tarde a todo. Ensayó el nacionalsocialismo cuando ya estaba vencido en Europa y el totalitarismo militar 40 años después de España.Y hoy, en un mundo globalizado que se esfuerza por reconstruir una economía abierta, bien regulada y bajo el imperio de la ley, Argentina sigue a contra pie. Los piqueteros, esa degeneración ya muy bastarda del Peronismo, marcan mucha de su agenda.
A dos años de cumplir Argentina su bicentenario, uno se pregunta ¿por qué? Ortega, que como tanto español conoció y amó profundamente a Argentina, habló de la «extraña insatisfacción» del criollo desde el momento de su emancipación. Vio en Argentina, y en toda Latinoamérica en general, un sentimiento de tristeza y también de descontento que se tornaba áspero y bronco. Hace 20 años muchas empresas españolas sólo vieron en Argentina, y también en el resto del hemisferio sur, mucha oportunidad de hacer negocio.
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