Las bolsas del mundo, desde Tokio hasta Londres, caían con fuerza por las preocupaciones sobre el gran impacto de la crisis, que ha arrastrado al sistema financiero global al borde del colapso, obligando a los Gobiernos a apuntalar los bancos y a los bancos centrales a sostener los mercados monetarios.
La deuda y las monedas de los mercados emergentes registraban una severa tensión, lo que llevó a Hungría a elevar sus tipos de interés en tres puntos porcentuales para defender su alicaída divisa, el florín.
Sin embargo, varios responsables seguían expresando optimismo.
El subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, David McCormick, dijo desde Hong Kong que la economía estadounidense se enfrentaba a algunos trimestres desafiantes en el futuro pero podría empezar a recuperarse a finales del próximo año.
"La confianza debe volver al mercado financiero", dijo.
Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra y un actor central en las discusiones del Grupo de los Siete países más desarrollados (G7) sobre la crisis, dijo que ya podría haber pasado lo peor para el sistema financiero.
"Estamos lejos del final del camino a la estabilidad, pero el plan para recapitalizar a los sistemas bancarios, tanto aquí como en el exterior, será visto como el momento en la crisis bancaria en que pasamos página", dijo King el martes por la noche.
Sus comentarios fueron destacados por el coste de la financiación en dólares a corto plazo, que volvió a caer en Londres y Asia, una señal de que los bancos empiezan a recuperar la confianza mutua.
Rusia, una potencia de los mercados emergentes, cuyos mercados han sido castigados durante la crisis, también indicó mejoras en el crédito bancario.
El crédito interbancario "ha empezado a funcionar con normalidad. Las tasas son altas pero están bajando. Los bancos han empezado a dar crédito otra vez a los sectores. Pero todavía necesitamos dos o tres semanas para que la situación empiece a mejorar", dijo el primer viceprimer ministro ruso Igor Shuvalov, citado por The Financial Times.
Sin embargo, los Gobiernos seguían asistiendo a los bancos, pues el martes la Reserva Federal de Estados Unidos dijo que podría prestar hasta 540.000 millones de dólares para comprar certificados de depósito y papeles comerciales a los fondos de mercados monetarios, que han tenido problemas para responder a una ola de retiradas de parte de los inversores.
Australia y Nueva Zelanda se vieron forzadas a modificar sus planes para garantizar los depósitos bancarios después de que algunos medios advirtieran de que esas medidas habían provocado perturbaciones financieras al causar una fuga de fondos de algunos programas que no estaban cubiertos, hacia los depósitos que sí estaban protegidos.
El martes, el Gobierno de Argentina dispuso una intervención del sistema privado de pensiones, de 30.000 millones de dólares, para garantizar las jubilaciones.
El miércoles, los mercados emergentes pasaron al centro de la escena en la crisis del crédito.
El índice MSCI de acciones emergentes caía a sus mínimos desde junio de 2005 y los diferenciales de riesgo de la deuda emergente superaron los 700 puntos básicos sobre la renta comparable de los títulos del Tesoro de Estados Unidos, según el Índice Plus de Bonos de Mercados Emergentes de JP Morgan (EMBI+).
Era la primera vez desde principios de 2003 que los diferenciales de riesgo soberano emergente superan esa marca. Las monedas emergentes también se hundían.
En Ucrania, la primera ministra, Yulia Tymoshenko, dijo que esperaba que el Fondo Monetario Internacional tomara una decisión sobre un préstamo para el país a lo largo del día.
El FMI también está dispuesto a ayudar a Pakistán, que necesita fondos para evitar una crisis de balance de pagos, y a Islandia, que está muy cerca de la bancarrota porque la congelación del crédito ha provocado problemas generalizados entre sus bancos.
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