domingo, 19 de octubre de 2008

Europa presiona porque busca lanzar un nuevo orden financiero internacional / Gustavo Sierra*

El mundo necesita un nuevo orden económico mundial. El que se estableció en Bretton Woods, en 1944, debe ser reformado. Tiene que haber una respuesta global a la crisis financiera. Esa es una coincidencia de criterio que fue reconocida entre las montañas de Maryland por EE.UU. y Europa. Y para concretarlo, el presidente George Bush aceptó --tras presiones europeas-- ser anfitrión de una cumbre que se podría realizar en Nueva York antes de fin de noviembre.

Allí, en la residencia de descanso de los presidentes en Camp David estuvieron reunidos por tres horas Bush, el presidente francés, Nicolas Sarkozy y el presidente de la Comisión Europea, el portugués José Durao Barroso. Los tres líderes se encontraron mientras caía un sol débil de otoño entre los bosques históricos y conversaron hasta el momento en que se sirvieron los cigarros y el cognac, al finalizar la cena.

Antes de comenzar la reunión y al pie del helicóptero que llevó al francés y al portugués hasta la residencia, Bush anunció que la cumbre se realizaría "en un futuro próximo". Pero Sarkozy insistió que debía ser antes de fin de noviembre. El secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, ya había ofrecido el palacio de vidrio de esa institución como la sede en Nueva York.

"Tenemos que dar pasos sistemáticos y agresivos para resolver la situación", dijo Bush. "Vamos a trabajar juntos para modernizar el sistema". Sarkozy fue más directo: "Vivimos una traición al sistema capitalista en el que creemos. Tenemos que dar una respuesta global". Y Barroso dijo muy claramente que "necesitamos un nuevo orden financiero internacional".

La reunión venía precedida de una serie de declaraciones de Sarkozy que habían provocado cierta zozobra en la Casa Blanca. En Quebec, por donde pasó antes de llegar a Washington, el francés había dicho que "juntos necesitamos reconstruir un capitalismo que sea más respetuoso del hombre, más respetuoso con el planeta, más respetuoso de las futuras generaciones, y terminar con un capitalismo obsesionado por la búsqueda frenética de la ganancia a corto plazo".

En el círculo de los ultraconservadores que rodean a la actual administración estadounidense esto fue leído como "más regulaciones y menos libertad de mercado".

Una fuente francesa dijo que lo que los europeos proponen es revisar "las reglas de contabilidad en las agencias de calificación de riesgo, la supervisión de la transferencia de dinero de un país a otro y la valoración de activos, entre otros mecanismos financieros".

Sarkozy, precisamente, había advertido desde Quebec que esta crisis no debe ser tomada como "un paréntesis para que todo vuelva a ser como antes". Y especificó que "este mundo nuevo, o bien logramos regularlo, organizarlo, moralizarlo, y entonces de esta crisis saldrá un progreso para la humanidad, o bien no lo logramos y cada uno por su lado, los egoísmos, los fanatismos, la lógica del enfrentamiento prevalecerán, y así, este mundo será tal vez peor que el que hemos conocido".

Una lógica que expresa el pensamiento de la mayoría de los líderes mundiales, progresistas y conservadores.

El otro punto que trajo fricciones fue el de quiénes participarán en esta cumbre. Desde Europa presionan para que estén los países más desarrollados del G-8, es decir Europa, Canadá, EE.UU. y Rusia. Pero también China y la India. Aunque un sector minoritario también nombra a Brasil y por extensión al Grupo de los 20, del que participa la Argentina. A EE.UU. no le cae muy bien esta ampliación tan grande del grupo de países que tomarán las decisiones y muy particularmente la presencia china.

Desde la Casa Blanca se cree que lo que está en juego es el liderazgo estadounidense. Si en el nuevo orden entran China y la India, la hegemonía del Siglo Americano se verá claramente en declive, piensan. "Hay que entender que si vemos el mundo hoy, China se mantiene bastante bien armada y EE.UU. no. Los líderes de Pekín tienen ahora las manos más libres para hacer lo que les plazca e imponer su poderío en su región, al menos. Y eso sería un abierto desafío al poder de Washington", opina Fred Bergsten, del Peterson Institute for International Economics.

Todo esto ya tiene una tendencia en este final de la Era Bush en la que la marca principal es su extrema debilidad. Tom Fingar, del National Intelligence Council, uno de los centros de estudios que provee información de inteligencia al presidente Bush, dijo esta semana que "en los próximos 15 años vamos a ver una disminución significativa de la influencia estadounidense en el mundo". Aunque aclaró que "esto no significa que desaparezca el liderazgo mundial de este país, pero será compartido".

El premio Nobel, Joseph Stiglitz, cree que los cambios propuestos desde Europa son imprescindibles. "La gente alrededor del mundo nos admiraba por nuestro sistema económico. Y nosotros les decíamos: si quieren alcanzar lo mismo, liberen todos sus mercados. Con esta crisis ya nadie nos cree. '¿Quién va a seguir un modelo fracasado? Esa debería ser una razón suficiente para que pensemos en cambiar las bases del sistema", dijo Stiglitz desde su oficina de la Columbia University.

La crisis es tan severa que Estados Unidos, al mando de Bush y sin esperar el resultado de la elección presidencial dentro de 16 días, ahora parece estar inclinado a aceptar una reforma profunda al sistema económico que había impuesto hace 64 años.

*Periodista

www.clarin.com

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