lunes, 20 de octubre de 2008

La izquierda francesa se siente reivindicada

PARÍS.- Mientras las prensas emiten panfletos revolucionarios, uno de los políticos de izquierda más populares de Francia dice que la caída de los precios de las acciones, el congelamiento de los mercados crediticios y la quiebra de bancos son pruebas de que el sistema económico mundial está podrido y tiene que ser cambiado.


Se está dando vuelta a una página" de la historia, declaró Olivier Besancenot, líder de la Liga Comunista Revolucionaria francesa.

La suya no es una voz marginal.

Esas mismas ideas circulan en los cafés, en las discusiones durante las cenas y en las reuniones de funcionarios gubernamentales de todo el mundo, pero sobre todo en Francia, que siempre ha desconfiado un poco del capitalismo. Igual que en el resto del planeta, hoy reina un clima de ansiedad en este país, combinado con una mueca adusta de satisfacción.

Después de todo, da la impresión de que el modelo estatista promovido por Luis XIV en el siglo XVII y que fue tan mal visto en tiempos recientes en sitios como Gran Bretaña no está tan obsoleto como se pensaba.

Sentado en el mostrador del café parisino Chez Cosette en Belleville, un barrio acostumbrado a las agitaciones sociales, Daniel Boudia, un consultor económico de 44 años, dice que Francia podría estar encaminada hacia otra revolución.

"No creo en reformas escalonadas ni en cambios por consenso, las sociedades latinas no funcionan así", manifestó Boudia, un ex corredor de la bolsa que sobrevivió a la debacle del mercado de valores de 1987.

"Nosotros acumulamos las tensiones hasta que se produce un terremoto. Estamos muy cerca de un temblor", manifestó.

Cuando llegó al gobierno el año pasado, el presidente Nicolas Sarkozy se propuso acabar con las tradiciones intervencionistas y revivir la Francia de los ejecutivos bancarios, que habían cruzado el Canal de la Mancha y hallado trabajos más lucrativos en Londres. Promovió el espíritu empresarial de los estadounidenses y se comprometió a liberalizar la concesión de hipotecas y las prácticas para contratar y despedir empleados.

Ahora, junto con el primer ministro británico Gordon Brown, es uno de los principales impulsores de un nuevo orden económico mundial que controle los excesos del mercado libre.

Los detractores del capitalismo afirman que la crisis va más allá de los problemas bancarios y financieros, que pueden ser resueltos mediante mejores regulaciones o con el dinero de los contribuyentes. Lo que no funciona es el sistema mismo. Igual que los adictos, sostienen, el mundo está desbocado, desbordado por un apetito que no puede saciar.

Francia ha sido tradicionalmente la patria espiritual de la izquierda, desde los revolucionarios de 1789 hasta Jean-Paul Sartre y los otros grandes intelectuales del siglo XX. Según un estudio realizado en el 2007 por la encuestadora Globescan en 18 países, Francia es una de apenas dos naciones donde la mayoría de la gente desaprueba el capitalismo. La otra es Turquía.

La crisis financiera confirmó que esa desconfianza estaba bien sustentada, según Stephane Rozes, directo de la encuestadora francesa CSA.

"Desde hace 15 años que los franceses se muestran un poco hostiles hacia el liberalismo económico", señaló. "En el pasado, era meramente una percepción teórica, una cuestión cultural. Ahora sienten que es una realidad", una tesis avalada por los hechos.

Besancenot propone una economía global planificada, con precios estabilizados y, donde sea posible, políticas descentralizadas adoptadas por consenso, no por una elite. Agrega que todas las naciones deben recibir un trato más igualitario en el comercio.

Besancenot, quien postula una revolución, dice que espera que la conmoción de las últimas semanas sea un llamado de atención "que nos permita abrir los ojos de millones de personas, para que comprendan que llegó la hora, que es imperioso y necesario cambiar la sociedad".

El dirigente, un empleado de correos que se postuló dos veces a la presidencia, despotrica contra el capitalismo desde las oficinas de su partido en el suburbio parisino de Montreuil.

"Es un sistema en el que primero producimos y luego creamos problemas mediante leyes de oferta y demanda que generan mucho despilfarro, el cual da lugar a un clima de caos que deriva en catástrofes sociales. Hay que cambiar el software", expresó.

En Liberation, el diario fundado por Sartre luego de las protestas de 1968, su director Laurent Joffrin habla de "un monstruo comparable a Frankenstein, que nadie puede controlar", y de la revancha de Keynes, el economista conocido por teorías que contemplaban una intervención estatal.

La semana pasada, el diario solicitó comentarios a 17 artistas e intelectuales, y recibió opiniones en las que se compara la situación actual con la enfermedad de la vaca local y se critica "un sistema económico formidable e inteligente, en el que nadie entiende nada".

En el semanario Nouvel Observateur, el columnista Jacques Julliard se regocija con lo que describe como el fin de "las diatribas contra el arcaico estatismo de los franceses".

"¿Adónde han ido a parar los liberales (de la economía)?", preguntó. "Desde que (el presidente estadounidense George W.) Bush nacionalizó el sistema bancario, no hemos vuelto a oírlos".

En Les Deux Magots, un café otrora frecuentado por Sartre y sus amigos existencialistas, que hoy recibe a la gente que va a comprar a los negocios caros del Boulevard Saint Germain, Thierry d'Olivera deja de leer un momento el diario Le Monde.

"Todos somos víctimas del capitalismo", manifestó este ingeniero de 50 años, mientras tomaba su café de la tarde. "La avidez de ganancias, la necesidad de acumular la mayor cantidad de dinero posible en el menor tiempo posible, la codicia es lo que nos tiene donde estamos".

Leila Comolli, una desempleada de 27 años, está de acuerdo.

"Hay que volver a la economía verdadera, la economía de los artesanos, los granjeros, la gente que hace cosas", expresó desde la terraza de Aux Balcons, un café de Belleville, un barrio más humilde.

Los economistas dicen que la imagen de políticos sabios que doman mercados descontrolados no debe ser usada como pretexto para que el estado se haga cargo de la economía.

El historiador y economista Nicolas Baverez afirma que "las autoridades públicas tienen responsabilidad directa en el nacimiento y el desarrollo de esta crisis".

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