lunes, 20 de octubre de 2008

Las reglas del juego de la banca / Alfredo Saénz*

Nos enfrentamos a la peor crisis de liquidez que hemos vivido cualquiera de nosotros en nuestra vida profesional. Se trata de una crisis que tiene mucho que ver con las malas prácticas de algunos bancos en los últimos cinco años.

Una parte del crecimiento del sector en los últimos años no era sano y, tarde o temprano, tenía que llegar un ajuste. Cuándo llegaría, y cómo, era complicado saberlo. Y cuando ha llegado, ha sido más brusco y más extremo de lo que podríamos haber esperado. Hemos entrado en una crisis financiera y se han secado completamente los mercados de capitales.

Ahora, el principal riesgo es que la crisis financiera contagie a la "economía real", porque los bancos no puedan financiar a las familias y a las empresas. En una crisis financiera, es imprescindible dar respuestas claras y contundentes. En esta crisis, hay que tratar dos temas. En primer lugar, el problema de la liquidez y que los bancos puedan volver a financiarse en el mercado. En segundo lugar, el problema de la solvencia de algunos bancos, es decir, asegurarse de que todos los bancos tienen el capital suficiente.

A la hora de buscar soluciones, hay que tener muy claros dos principios: en primer lugar, que los bancos que han cometido errores en el pasado tienen que pagar por ellos. Los rescates de los Gobiernos en ningún caso tienen que estar diseñados para salvar a los accionistas de los bancos que han cometido errores.

En segundo lugar, los planes de los Gobiernos tienen que asegurar que los bancos que no han cometido errores pueden seguir financiándose normalmente en el mercado. El problema de esta crisis es que, a raíz de los errores de unos cuantos, el mercado se había cerrado para todos.

Restablecer la confianza en el mercado de la liquidez debe ser una tarea de las autoridades en coordinación con la banca y por tanto los bancos sanos no deberían sufrir durante el periodo del mal funcionamiento del mercado.

Las medidas acordadas por el Eurogrupo el fin de semana anterior son una respuesta a los problemas planteados, y dan una señal de liderazgo y coordinación que eran necesaria hace ya algún tiempo. Esto va a permitir a cada Estado adoptar las medidas necesarias a su propio mercado.

El plan del Gobierno español es muy positivo y coherente con estas medidas adoptadas por el Eurogrupo. El Gobierno asegura el acceso a liquidez a largo plazo al sistema a través de dos instrumentos: en primer lugar, adquiriendo activos de muy alta calidad; en segundo lugar, garantizando emisiones de entidades financieras en los mercados de capitales en plazos medio y largo.

En este sentido, el plan del Gobierno español es positivo, porque se centra en recuperar la liquidez del sistema y dar confianza, restaurando la certidumbre en el mercado de financiación, y no en subsidiar a entidades con problemas.

El objetivo de esta medida es asegurar que el sistema financiero siga prestando a familias y empresas, y esto permita a la economía seguir funcionando.

En cualquier caso, los planes de mejora de liquidez que están promoviendo los Gobiernos deben tener las siguientes limitaciones: no deben implicar una transferencia de riesgo de los bancos al Estado, es decir, no pueden generar subsidios. Cada banco tiene que seguir siendo responsable de los créditos que ha concedido.

Tampoco deben crear un mercado bancario asimétrico, en el que unos bancos tengan ventajas competitivas sobre otros. Es decir, las reglas de la liquidez deben ser iguales para cada banco en cada mercado y deben ser similares en Europa. Si no es así, un banco con programas de liquidez más generosos por parte de su Gobierno puede ganar negocio de forma injusta, especialmente en el negocio mayorista, donde los mercados europeos están integrados.

La discusión sobre la capitalización y la solvencia del sistema es ligeramente diferente. Los problemas de liquidez estaban empezando a afectar a todos los bancos -los fuertes y los menos fuertes-. Los bancos más disciplinados estaban empezando a pagar por los pecados de los bancos que habían cometido excesos en el último ciclo.

En cambio, en el capital, la discusión es diferente: los bancos que tomaron riesgo excesivo en los últimos años son los que están teniendo problemas y los que tienen que levantar capital para limpiar su balance. El primer paso es ir al mercado a pedir a sus accionistas nuevo capital. Es decir, los accionistas tienen que absorber el coste de los errores de los gestores del banco en el pasado.

Sólo si este primer paso falla, podemos pasar a la segunda opción: que los Gobiernos recapitalicen a los bancos. La intervención de los Gobiernos sólo está justificada cuando un banco no puede levantar capital en el mercado porque no es solvente, por lo tanto, como medida de último recurso.

Hemos visto esto en muchos países, como Bélgica, Holanda o el Reino Unido. Creo que estas medidas se han aplicado de forma razonable: estabilizan a bancos con cuotas de mercado muy importantes en su propio mercado y evitan un fuerte aumento del riesgo sistémico.

Sin embargo, existen riesgos claros en la intervención de los Gobiernos. Éstos son los dos riesgos que hay que evitar: primero, es importante que este tipo de operaciones no se convierta en una transferencia de valor de los contribuyentes a los accionistas de estos bancos. Esto violaría las reglas del juego. En las operaciones que hemos visto hasta ahora, las instituciones que han necesitado este tipo de inyecciones de capital han visto cómo sus accionistas sufrían una dilución muy importante.

Creo que éste es un resultado justo. Y, segundo, las reglas del juego tienen que seguir siendo las mismas para todos (es decir, tiene que existir un level playing field). Por lo tanto, estos bancos controlados por los Gobiernos no pueden tener ninguna ventaja sobre el resto de los bancos. Sin embargo, yo quiero añadir que no estoy muy preocupado por este tema. En Europa, hemos tenido muchos ejemplos de bancos controlados por el sector público y los Gobiernos europeos comprenden perfectamente la necesidad de respetar las reglas del juego y mantener una competencia equilibrada.

La mayor integración del sistema bancario europeo puede contribuir a evitar crisis como la actual. Esta integración tiene una doble vertiente. La primera vertiente es una mayor coordinación de regulación y supervisión en el ámbito europeo.

En la respuesta a la crisis, en Europa tenemos una desventaja clara con respecto a Estados Unidos, aunque tenemos un banco central único (en la zona euro), tenemos múltiples reguladores, múltiples Gobiernos, múltiples supervisores, múltiples mecanismos de pagos, garantías de depósitos diferentes, etcétera.

Por lo tanto, el diseño de respuestas conjuntas a la crisis es más complicado que en un mercado único como Estados Unidos. Y dado que la realidad política europea es la que es, la mejora de la respuesta a la crisis sólo se puede conseguir si se mantiene un grado alto de coordinación y cooperación entre las instituciones de los diferentes países.

Una supervisión coordinada asegura un level playing field, esto es, que las reglas sean las mismas para todos. Y además asegura una respuesta más coordinada ante problemas de estabilidad financiera. Puedo poner varios ejemplos (...): mejorar el pilar de estabilidad financiera del Banco Central Europeo, coordinación entre los Tesoros de los diferentes países (de forma que se evite que bancos en algunos países reciban ventajas relativas, como mayor garantía de emisiones) o coordinación en fondos de garantía de depósitos (...).

La segunda vertiente es la integración de los sistemas bancarios (banca comercial), que (...) tiene un impacto muy positivo en la estabilidad del sistema, al formarse grupos más diversificados, capaces de absorber shocks o ciclos malos en un mercado concreto; mejora el desarrollo financiero (...) de calidad; genera economías de escala en el ámbito europeo y, por tanto, mejoras de eficiencia y, por último, aumenta la competencia del mercado generando precios más atractivos para el consumidor, como muestra nuestro ejemplo de Abbey en Reino Unido (...).

*Alfredo Sáenz es consejero delegado del Banco Santander

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